Tú nunca has escuchado unos pies tan suaves que ni se sienten ni un cuerpo tan furtivo que te roza sin tocarte y que se aleja de ti habiéndote conocido sin que te percates siquiera y voltees hacia atrás. Avanzas entonces unos pasos y de pronto cae una dulcísima sensación sobre ti como un manto, como si todas las estrellas del cielo te quieren y sin saber por qué ni qué te pusieron en la bebida respiras en la más profunda paz. No te retiras a un parque, contemplas sin necesidad de un lugar apartado, la gente pasa por tu lado y de pronto sientes que los sientes, por instantes es segura y tangible la sensación; respiras sorprendido y tragas aire de sorpresa, hay como un brillo que palpita, que tiene voz, que está vivo que parte desde un poco más abajo del estómago de la gente y quisieras vivir así con esa percepción por siempre. Pero el deseo de contarlo, de compartirlo, se hace enorme, es demasiado, es más de lo que se podría imaginar, todo cobra sentido. No hubo bebida ni nada en ninguna bebida ¿Qué fue? Quieres contárselo a alguien y quieres saber, las pestañas te pesan, te sientas en la acera en los escalones de la entrada de un edificio ¿Qué fue? Y te quedas dulcemente dormido