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Y entonces suena una canción bellísima, una melodía. Le digo a Susana que alguien acaba de morir, que alguien muy dulce acaba de morir. Susana en ese instante tiene los ojos de alguien que no es ella misma y la piel se le eriza, identifico la presencia como la de un ser proveniente de la constelación X.
- No sé por qué todo en la muerte es tan hermoso – dice Susana después de haberse la presencia marchado.
Con mi mano me quedo acariciando mi rostro, a veces creo tener respuesta para todo y no quiero tener respuesta.
En un instante pienso en el cadáver de la muerta y siento un profundo hundimiento en el estómago y unas incontenibles ganas de soltar lágrimas.
Por el rostro de Susana veo que ella acaba de percibir lo mismo.
Susana y yo nos movemos mucho
Pudiéramos quedarnos así para siempre.
Cada gesto, cada temblor en la comisura de un labio, cada erizar de la piel es una nuevo paisaje que uno muestra al otro de información proveniente sentida hasta que los ojos de ambos brillan en blanco y abandonamos nuestros cuerpos.
Todo lo que sabe a muerte es una invitación, una puerta abierta en donde debemos invocar el cuerpo que lo puede resistir.
Cerrar los ojos en blanco, suavizar la respiración.
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Texto agregado el 31-03-2006, y leído por 119
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