Ya es tarde, las 6 y algo, y aún tratan el tema que comenzaron hace tanto rato. Ambos se sentían completamente atados a acabar esto, que les entregaría la libertad de esclavizar a cualquier decisión sus futuros, decisión que les daría una libertad distinta a la cárcel que hoy vivían.
Aún sin mirarse a los ojos podían darse cuenta que ambos exponían lo que no querían y ocultaban sus más íntimos deseos, esos de luchar hasta el final por mantenerse en esta prisión que juntos construyeron, que tanto daño hace y tanto placer causa.
Contaban los días desde que decidieron apartarse de su libertad para compartir juntos este encierro que esperaban con ansias desde hace tres años. Todo era hermoso al inicio, los muros estaban tan distantes que no se veían y tan apartadas las rejas que en su vida podrían terminar de recorrer aquella celda llena de aromas, colores y armonías hermosas. Tan libres estaban que proyectaron su vida allí, hasta que la barrera invisible de la distancia les hizo perder de vista al uno del otro, sólo oían sus voces, pero sin poder verse ni tener algún otro tipo de contacto.
Ya no era hermoso el estar allí, se debilitaron los colores, armonías y aromas, ya no era igual todo aquello. La distancia acercó a la soledad y enmudeció los gritos con el ruido del silencio. Pasaban los días y el hielo de la soledad quemaba los huesos. Un susurro, un suspiro, un débil latido del corazón de ella podrían dar calor al fuego que rodeaba al suyo. No llegaron las palabras, no llegaron los suspiros y aquel deseado corazón parecía dormido en medio de aquel nido que entre los dos construyeron adornado con sentimientos de mil colores, perfumado con aromáticas pasiones y amenizado con armonías compuestas por un amor sincero que hacía de aquel lugar un eterno paraíso sin fronteras, en el que tanta libertad tuvieron, que se hicieron esclavos del la soledad y el silencio.
Buscando entre el vacío y escuchando el silencio, con el fuego de su corazón ya congelado, la ha encontrado nuevamente en aquel nido, aún distante, sólo su voz podía oír. Es tiempo de comenzar a terminar o concluir lo que juntos habían construido, un amor que siendo libre, les atrapa; un amor infinito, truncado por la distancia y opacado por el silencio. Es tiempo y entonces habla...
Ya es tarde, las 6 y algo, y aún tratan el tema que comenzaron hace tanto rato. Ambos se sentían completamente atados a acabar esto, que les entregaría la libertad de esclavizar a cualquier decisión sus sentimientos, decisión que les daría una libertad distinta a la cárcel que hoy vivían.
Aún sin mirarse a los ojos podían darse cuenta que ambos exponían lo que no querían y ocultaban sus más íntimos deseos, esos de luchar hasta el final por mantenerse en esta prisión que juntos construyeron, que tanto daño hace y tanto placer causa.
No pasa más que un rato y la conversación ha concluido, la decisión es terminar, dividir sus destinos. Mutuamente se devuelven la libertad que no quieren. Se despiden con un te quiero, que deja la esperanza de quemar el hielo que congela el fuego de aquellos corazones que ardientemente se desean.
a Pía |