Sinfonía y Palabras
Redención. Tercer Movimiento
Andante Móvile.
La caída del día de hoy, es mas lenta que nunca, y el revoloteo nervioso de los violines, violonchelos, tubas, contrabajos y piccolos me lo advierte. Una ultima oportunidad.
Junto con el aumento de intensidad, volumen y velocidad, hasta llegar a fusas en algunos de mis acompañantes, descubro que mis pies ya no están posando sobre el piso, sino que me encuentro a, al menos, algunos centímetros por encima del suelo. Al verme levitar, mis ganas llegan mas allá del forzoso Si, en séptima octava, que la flauta traversa resopla casi como un quejido.
De un momento a otro, la melodía vibrante me eleva a tal velocidad que el viento, o la fuerza con que atravieso el aire, me lastima los ojos. Eso no importa. En las ultimas oportunidades no existe el dolor físico, el lamento sentimental, nada; solo el deseado fin.
La desesperada cadencia rítmica disminuye, al menos para pasar a ser melodía circense, pues ya saben que alcanzare los cielos. Entre los miles de dispares sonidos, siento surgir al primer violín, muy suave y grave; lento e impaciente. Me elevo, me grita, me elevo, me sonríe, me elevo, me abraza. Me elevo.
La explosión orquestal provoca una onda expansiva que me acelera a la velocidad de los vientos. Ya no hay alas que me lleven de esta manera, ya no hay nubes que se interpongan, pues es justo ese místico momento en que el día deja nuestras laderas carentes de nubes, para que la noche se presente tan hermosa como es, y si luego la noche es nubarrosa, es decisión de la luna que lo sea.
Un coro de mil voces, en acordes gregorianos, me eriza la piel, pero conozco su función, el deseado fin se esta acercando, seré parte de él como siempre lo he sentido, pero ahora lo viviré. Al llegar a la altura culmine, el coro desciende a modo de popurrí. Descienden las soprano, luego cuando estas concluyen su primer compás descendente, comienzan las contralto, luego los tenores, los barítonos, y, para terminar, los bajos pisan notas, que además de la disonancia que crean con los barítonos y sopranos, la tierra se estremece y comienza a temblar, de orgullo o temor. No lo se.
// El miedo se apodera de mi, pues la velocidad a la que subo hacia los astros es realmente temerosa, pero eso no importa ahora, no me rendiré, ahora que el fin esta tan próximo. No lo había notado, pero al girar hacia un costado mi cabeza, observo que el día se había escondido tanto que ya no era posible alcanzarlo. Pero indudablemente ya no podía descender mi velocidad, y menos que menos parar en seco.
Es allí cuando advierto la intención de los violines que, disparando semicorcheas ensordecedoras, me dirigen directamente hacia las estrellas.
El temor ya nada podía adueñarse de mi, nada podría hacerlo, y decidido me lanzo en la búsqueda de los astros.
El piccolo repite su primer melodía, y así descubro que estoy llegando a destino, pero ninguna estrella se encuentra cerca de mi, y no creo poder alcanzarlas.
En coloso conjunto, las cuerdas y los vientos, todos, junto al timbal y los platillos, destrozan mis oídos en fusas y violentas explosiones de crepusculares melodías. Mientras el grito de las cuerdas continua, me paro en seco en medio del cosmos, con ninguna estrella presente a mi alrededor.
Es allí cuando descubro que me he convertido en una Estrella, Estrella, Estrella, Estrella, Est. ://
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