Las cosas como mejor salen son "de repente". Si lo hubiera pensado no lo habría hecho. Seguro que me habría enfriado como tantas veces.
Tuve la suerte de que todo me salió bien, yo diría que incluso mejor de lo que creía.
Me había quedado sin trabajo, había perdido a mi novio; se había ido con mi mejor... bueno, dejémoslo en amiga sólo.
Deprimida como estaba, sentada frente al ordenador revisando viejas fotos, me quedé ensimismada mirando la foto de un viejo amor. ¡Qué habría sido de él! Nunca le confesé que le amaba...
¡Ya lo tengo!, me dije. Introduje su nombre en internet y ahí le encontré. Estaba en Londres.
Como ya no tenía nada que perder, me aventuré en recuperar un sueño, el único que me quedaba ya: Me iba a Londres a buscarle.
Reservé un vuelo para esa misma tarde. Total, no tenía nada que hacer, ni a nadie a quien dar explicaciones. ¡Me voy a ver Londres!, me dije. Quizá no le vea pero... me merezco unas vacaciones. Tengo dinero ahorrado, pensaba comprarme un piso pero... Me voy, no sé por cuánto tiempo. Ya se verá.
Horas más tarde me encontraba sentada en el avión. Era la primera vez que viajaba en uno. Pero no tenía miedo ni nervios, sólo pensaba en encontrarle.
Empecé a pensar si llevaba bien el equipaje, había sido todo tan rápido que no me había despedido de nadie. Cogí lo esencial y salí corriendo al aeropuerto. Tuve que conducir dos horas para llegar. ¡Si me costó más que ir a Londres!
Salí del aeropuerto y me sobrevino el pánico. ¡Londres era enorme! no sabía ni por donde empezar.
Siempre he creído en el destino y ahora más todavía. No te obsesiones con encontrarle, me dije. Lo primero busca un lugar donde hospedarte, la noche está encima y no querrás pasarla en la calle, pensé.
Enseguida encontré un hotelito bastante bien de precio. Me aseé y decidí salir a comer algo y dar una pequeña vuelta por los alrededores.
Caminé sin rumbo apenas diez minutos, cuando encontré una cervecería típica de Londres. Me gustan estos lugares, son tan acogedores. En la puerta había un cartel del cual deduje que se trataba de un grupo de aficionados que actuaban esa noche. Sin pensarlo entré. Me pedí una cerveza blanca, son mis favoritas, con una tostada de jamón.
Mientras disfrutaba de la "wikes bitte" sentada en una mesa cercana al escenario, observaba a la gente de alrededor. Había bastante gente y poco a poco se fue llenando el bar.
Enseguida comenzaron a tocar, se trataba de un grupo de gente joven que hacía música celta.
La cantante femenina tenía una voz muy dulce. Disfruté muchísimo durante casi dos horas que duró. Cuando terminó me encontraba reticente a marcharme. Me sentía como en casa en aquel lugar.
La cantante pasó por mi lado para dirigirse a la barra. Se pidió un té y se sentó en una banqueta junto a la barra.
No sé por qué pero me acerqué a ella. Hice grandes esfuerzos por hacerme entender en inglés que me había encantado. Y ella me respondió con un perfecto gracias en español. ¡¿Cómo?, ¿hablas español?!, le dije a gritos sorprendidísima.
Sólo un poco, lo entiendo mejor. Mi profesor es español, se explicó. ¡Oh! ahí está. Me dijo incorporándose de la banqueta y saliendo corriendo.
Me volví a mirarla y cual fue mi sorpresa al verle ahí.
Cómo podía ser tan fácil. Apenas llevaba unas horas en Londres y le había encontrado. Estaba a escasos metros de mí. Tenía un aspecto tan enigmático. Habían pasado un par de años desde que le había visto por última vez. Pero seguía conservando esa mirada triste. El pelo le caía por los hombros, contemplé su piel morena que tanto recordaba en mis sueños.
Mi corazón dio un vuelco de alegría al verle de nuevo. Unos golpecitos en mi hombro izquierdo me hicieron girarme y apartar la mirada de él por un momento.
¡Sabía que eras tú! ¿Qué haces por Londres? Me preguntó Javi. Te he visto hace un rato sentada, pero no creía que pudieras ser tú.
Javi, era un viejo amigo de la infancia que se marchó a Londres a trabajar. Nos habíamos visto en semana santa cuando vino de vacaciones a casa.
Me invitó a tomar algo y charlar un ratito. Cuando volví la cabeza, él ya había desaparecido, ni rastro de ninguno del grupo ni de él. Le había perdido. Así que decidí quedarme con Javi un rato.
Le conté que nadie sabía que estaba aquí y le puse al corriente de mi vida. Él se ofreció para acompañarme el tiempo que permaneciera en Londres.
Me acompañó al hotel e intercambiamos los números de teléfono. Quedamos para el día siguiente, me iba a enseñar la ciudad.
A solas en mi habitación de hotel, recordaba a Juanma. Le había visto. Estaba aquí. No sabía si le volvería a ver pero tenía la esperanza de que sí.
A la mañana siguiente amaneció lloviendo. Fue un día triste y gris. Como no tenía ninguna prisa me que en la cama un ratito más, daba mucha pereza salir. Se estaba tan calentito…
En ese momento sonó el teléfono de la habitación, alargué la mano desde la cama y descolgué el teléfono. Era Javi. Me estaba esperando en el recibidor del hotel. Había olvidado que habíamos quedado. Le hice subir; no quería que me esperase por más tiempo. Salté de la cama y me puse una bata encima de mi pijama. Abrí la puerta a Javi.
Supuse que pasaría esto, me dijo. Te he traído el desayuno.
Me tomé el té y el bizcocho rápidamente bajo la mirada de Javi.
A continuación, me di una ducha rápida y me vestí para salir.
Oh vaya, no tengo paraguas dije mientras miraba por la ventana.
Lo supuse también, dijo Javi, como dijiste que todo había sido tan rápido y sin pensar… Deduje que no te acordarías de coger un paraguas, así que te he traído uno.
Le di las gracias y salimos a la calle.
Lo pasamos fenomenal juntos. Teníamos muchas cosas que contarnos y para ver.
Durante esa primera semana de mi estancia en Londres, Javi me enseñó la abadía de Westminster, el palacio de buckingham, el parlamento, la famosa torre de Londres, la catedral de san Pablo… había tanto para ver.
Paseamos por las espaciosas avenidas, por sus preciosos parques y jardines. Lo pasamos muy bien. Pero ni rastro de Juanma. No lo había vuelto a ver desde aquella primera noche. Y no sería porque no volví a ese lugar, cada noche volvía a ir allí con Javi. Tomábamos algo y yo esperaba a que apareciera. Javi vivía cerca y solía frecuentar esta cervecería.
Una noche en la que estábamos tomando algo, el dueño del bar, que tenía cierta amistad con Javi, le comentó que necesitaban una camarera, una de las que tenía se marchaba a vivir con su novio a Escocia.
A Javi no se le ocurrió nada mejor que hablar de mí. Necesitarás ganar dinero si piensas seguir por aquí. Una semana de vacaciones está bien, pero si piensas quedarte más podrías trabajar a la vez y ganarte algo de dinero. ¡¿Por qué no?! Me dije. Claro que pensaba quedarme, tenía que encontrar a Juanma.
Comencé a trabajar de prueba y me cogieron. El sueldo no estaba nada mal. Pero la verdadera razón por la que quería pasar tiempo ahí era por si volvía él.
Cuando gané mi primer sueldo, decidí que tendría que buscarme una casa donde vivir. No podía seguir en el hotel.
Cuando se lo comenté a Javi, este me ofreció una habitación en su casa. Estaba cerca de mi trabajo y él vivía solo. La casa era muy grande para él solo, me decía.
Me pareció perfecto. No tendríamos problema para entendernos, podríamos hablar en español bastantes ratos. Aunque él me decía que no, que debíamos acostumbrarnos. Tenía razón, sólo cuando no queríamos que nadie se enterase de algo nos lo decíamos en español.
Pasaron cinco meses y yo me encontraba feliz allí. Tenía un trabajo que me gustaba y me pagaban bien. Vivía cerca del trabajo y los amigos de Javi ya lo eran míos. Tenía una vida, algo que en España ya no tenía.
En mi cabeza y en mi corazón seguís estando mi fijación en buscar a Juanma.
Aquella noche de sábado. Javi me había preparado una sorpresa pero no quería decirme qué era. Tan solo me dijo que me pusiera lo más guapa que pudiera.
Tardé dos horas en ponerme mi vestido largo de noche negro con lentejuelas, hacerme un peinado bonito y maquillarme discretamente para la ocasión. Hacía una noche buenísima de verano.
Esa noche acudimos a un concierto organizado por la Guildhall school of Music & Drama. Estábamos todos los amigos esa noche, hasta Jane que trabajaba al día siguiente temprano había querido venir. No se lo quería perder decía.
Cual fue mi sorpresa, al ver a Juanma tocando el trombón. Allí estaba. Todos lo sabían, esa era la sorpresa.
Lo encontraste de nuevo, no lo dejes escapar me dijo Javi al terminar el concierto.
Disfruté muchísimo viéndole tocar. Mis amigos se despidieron y se fueron. Te espero en casa, me dijo Javí, ya me contarás.
Me dirigí al escenario. No quería dejarlo pasar esta vez. Encontrarle una vez fue casualidad, la segunda me había costado. No quería esperar a ver si llegaba otra.
A medida que me iba acercando a él mi corazón más se aceleraba. Me empezaban a fallar los pies. Cuando llegué ante él me detuve, cogí aire y alargué mi mano para golpearle en el hombro. En ese momento él se volvió y se quedó mirándome.
Te estaba esperando, me dijo, veo que le has hecho caso a Javi y te has vestido par ala ocasión. He reservado mesa para cenar. Cuando quieras nos vamos.
Me quedé inmóvil. Javi lo había planeado todo y había hablado con él… ¿qué le habría dicho? Juanma me cogió del brazo y salimos.
Una vez en el restaurante hablamos muchísimo. Me contó que hacía una semana Javi había ido a verle a su escuela. Le había estado buscando porque había alguien que había venido desde España para verle. Él le dijo que este sábado actuaba y le había conseguido las entradas. Quería conocerme.
Cuando la noche acabó, al despedirnos me susurró al oído: quiero volverte a ver. Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien. Quiero conocerte más.
Así fue como fuimos quedando un día, otro día…. Y el tiempo iba pasando.
Una tarde de marzo, en que Javi había salido con su novia, me encontraba en casa preparando la cena cuando llamaron al timbre. Llevaba tres días sin saber nada de Juanma. Al abrir la puerta, era Juanma.
He hecho la prueba, me dijo, tres días es lo máximo que puedo pasar sin ti, sin verte, sin saber nada de ti. Y han sido eternos. No quiero pasar ni un día más así. Quiero estar contigo.
No podía creerlo. En un año, tenía trabajo, amigos… era feliz, tenía una vida, la mía y acababa de conseguir al amor de mi vida.
¿Pensabas marcharte a España? Me dijo Juanma al ver que no reaccionaba.
No, le respondí, allí no tengo nada y aquí ahora lo tengo todo. Y aunque sólo te tuviera a ti no volvería.
El silencio invadió la casa. Nuestros ojos se miraron, nuestras bocas se iban acercando. Él me agarró tímidamente por la cintura y nos fundimos en un beso.
No nos volvimos a separar. Cuando pienso que fue una locura dejar todo y venir a buscarle a la aventura le miro y me doy de cuenta de que me salió mejor de lo que jamás pensé.
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