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Inicio / Cuenteros Locales / trotski / La dama de blanco (CAPITULO 1º)

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Diario de Isabel Bermúdez
21 de febrero de 18…


La sublime felicidad que me embarga no puede ser mayor. Anoche, bajo una esplendorosa luna invernal, el sr. Zapata, hombre de carácter juicioso y pasos de noble caballero, me propuso matrimonio.
Todavía, después de toda una noche de mares de alegría, no alcanzo a comprender el qué le hizo ver en mí, la que según él desgarraba su corazón, la mujer junto a la que quiere perecer.
Aún así, mi mente no lo llega a discernir tras tanta reflexión sobre el asunto. Será, quizás, que Dios no dio a las mujeres el don de entender a los hombres. No lo sé. No sé si esto es un sueño o no. Pero puede que sí lo sea, ya que es quimérico que tras esta tormenta de mañana, mis ojos sean capaces de divisar el Paraíso a través de los ventanales de este edificio de la calle Infantas.


(Extracto)
Carta del Capitán de la Marina Española, Miguel Zapata, a su padre.
23 de febrero de 18… (por la tarde)


Apreciado padre,
Le pido que disculpe mi demora a la hora de enviarle esta epístola pero espero que comprenda que las obligaciones de un oficial de la Marina no pueden hacerse esperar a pesar de que el corazón de uno este invadido del más sincero deseo de escribir a su querido padre.
La razón por la que le escribo, padre, es por mi esperanza de contraer maridaje con la srta. Isabel Bermúdez a la que propuse matrimonio el pasado día veintiuno de febrero y la cual es hija de un montero de nuestra alabada monarquía. Padre, ella es perfecta para mí y dotada de una belleza indiscutible entre las jóvenes de Madrid.
Le ruego su beneplácito y bendición para llevar a cabo este propósito ya que, como vd. bien sabe, mi máxima es hallar la felicidad junto a una mujer fiel y hermosa.
Reciba un afectuoso abrazo de su hijo,
Capitán Miguel Zapata.


Diario de Isabel Bermúdez
24 de febrero de 18… (por la noche)


Qué fortuna encuentra mi corazón al entrever un próspero futuro junto al hombre que amo. Qué entusiasmo me invade a cada instante…
Ayer, tras caer la hora del café y las pastas, telegrafíe a mi madre, la cual después de caer enferma se instaló en una hermosa casita a las afueras de la ciudad. Más tarde, impaciente por la esperada visita de mi sueño y esperanza, la cual tendría lugar por la noche, me fui a recostar sobre mis sedosos aposentos y comencé a releer las cartas de pasadas amistades.
El tiempo rodaba lentamente y el tic-tac del reloj retumbaba en mis entrañas… hasta que por fin la puerta de mi habitación repiqueteó, apareciendo detrás de ella mi doncella que me avisaba de la llegada de mi Capitán.
Sus labios se posaron sobre mis manos (¡qué indiscreto!), tintando de un rojizo color que ardía en mis mejillas. Al instante nos sentamos a la mesa a cenar…
- Qué hermosa estás con el reflejo de las estrellas que traspasan las lumbreras- inquirió, sereno y firme, pero con la mirada recayendo sobre su plato de comida.
Reí y la tintura de mi rostro aumentó.
- No hay un solo instante que mi mente no cese de evocarte- continuó diciendo, con un tono caballeresco que transformaba la sequedad de los alimentos que ingeríamos en grandes manjares de frutas del Trópico-.
Seguíamos comiendo y pude vislumbrar entre sus bellas palabras algo que no comprendía, algo que sin saber el qué o el porqué, hacía amedrentar su alma-
- ¿Qué sucede, amor? ¿Qué maldad puede corromper la divinidad de tus ojos?- le dije con un atrevimiento dantesco pero que hacía que la esencia de lo dicho perdiera un tanto de la importancia que tenía-.
- Nada; nada sucede. Todo lo contrario, mi alegría enciende luces en la oscuridad de mi vida- replicó, sonriente empero con un reflejo de amargura en sus ojos-.
La cena concluyó… y nada más ocurrió. Él se fue alegando prisa en asuntos de trabajo y yo quedé analfabeta de sus pensamientos…
¿Qué corromperá su ánima? ¿Quién? ¿Por qué?
¡Ah!... Mejor será recostarme sobre mi lecho y reflexionar.


Diario del Barón de Alameda, Ricardo Alberto Leguina.
24 de febrero de 18… (por la noche)


El tiempo no cesa y mi cuerpo, cada vez más putrefacto de pecados, tiende, únicamente, al goce. Siento morir a cada segundo, siento el sinsentido de esta sociedad. Poco queda ya sobre el cosmos que merezca la pena. Solamente algún licor, el sexo de una buena mujer y el sabor amargo de la conversación de un viejo amigo, como Miguel; mi apreciado Miguel.
Ayer, en el momento que el sol empuñaba su espada ante el ataque de la luna, se presentó mi querida amistad. Al igual que en antaño, sus modales y seriedad lograron los sonrojos de mi criada, llegando incluso, debido a su nerviosismo, a derramar un poco del sublime café que nos sirvió…
- Barón…
- Diez años de amistad y aún continuas designándome por mi título- repliqué irónicamente- ¿Qué acontece en tu vida para llegar de improvisto y con el semblante totalmente pálido?
- ¡Ah!... tantas cosas… dificultosas de manifestar- susurró- En el día de ayer, pedí la mano de una jovencita. Isabel Bermúdez es su nombre.
- Nadie sería capaz de decirlo tras observar tu rostro- inquirí-.
- La existencia es compleja y de esta complejidad derivan mis preocupaciones. Y ahora aquí me tienes, suplicándote consuelo y ayuda. Debes prestarme tu auxilio- decía mientras jugueteaba con la cucharilla del café-.
- ¿Ayudarte a qué?
- La pasada semana, logré enterarme, gracias a unos importantes contactos, de que yo iba a ser enviado a Nicaragua, a defender nuestras posesiones. Es cuestión de días que mis altos mandos me lo hagan saber.
- ¡Y qué demonios te llevó a comprometerte con esa muchacha, sabiendo que pronto partirías a perder la vida en un país extranjero! ¡Qué! ¡Dime!- grité colérico ante la necedad de mi amigo pues aunque sea sólo una mujer, la palabra de un hombre es divina-.
- Amor. Sólo eso. Tan simple y complicado a la vez- comentaba entre dientes-. Necesito tu ayuda Ricardo. Tengo que decidir… dar mi vida por la Patria o huir como un apestado que sólo valora el amor de una dama- decía a la par que sus ojos se embriagaban de unos extraños halos de luz-.
- Años han pasado desde que nos vimos por vez primera y desde entonces nuestra amistad se ha hecho increíblemente vigorosa… pero aquí no puedo socorrerte. Esta batalla has de librarla en soledad. Ni yo ni nadie puede ayudarte a resolver tan ardua decisión- proferí, pesaroso-.
Imprevistamente, con el rostro salpicado de mares, saltó de su asiento y se marchó.
No se qué será de él.
Yo no debo comprometerme en la toma de una decisión que cambiará su vida…


Diario de Isabel Bermúdez
26 de Febrero de 18…


Puede que los pesares que se derramaban sobre mi amado sólo fueran suposiciones mías. Algo imaginado por un espíritu nervios como la mía. A pesar de ello, todavía dudo sobre la certeza o falsedad de lo que narro. ¡Ah! Sus ojos reflejan tal tristeza que… ¡No! Sólo son conjeturas mías; solo eso. Debo estar alegre. Sólo debo pensar en el próximo enlace en el que voy a aventurarme y en mis más queridas amistades que me apoyan con gran fortaleza en esta cruzada; como María de los Ángeles que tras meses enfrascada en unas insólitas investigaciones científicas, llevadas a cabo junto a un importante doctor, ha salido de su letargo para compartir mi prosperidad; o como por ejemplo Jorge Luís, mi más querido e íntimo de entre todos mis amigos, con el cual compartí los más oscuros secretos cuando todavía éramos unos traviesos infantes, y ahora hace que me ruborice cuando me comenta sus más extravagantes relaciones amorosas con jovencitas de clase baja.
Mi vida debe estar encaminada a la felicidad y no a preocupaciones sin fundamento alguno.


Diario del Barón de Alameda, Ricardo Alberto Leguina.
28 de febrero de 18…


El mundo prevé nefastas vidas destinadas a una perecedera existencia. ¡Locura!; hombres que asesinan sentimientos por causa de lo crepuscular de sus mentes. Este planeta se cae; sí. Ya no quedan intelectuales, sólo una serie de ineptos progresistas que luchan por los derechos de alcoholizados obreros, analfabetas mujeres, ennegrecidos esclavos.
Últimamente, mi corazón descubre lo impúdico del Todo: políticos prostituidos, empresarios al servicio del sucio capital… ¡Ah! Y luego está él. Miguel… ¡Ay!....parece hasta cómica su ominosa situación. Su lucidez no tenía límite alguno en tiempos pasados… ¡Dios! ¡Fue nombrado capitán con sólo veintidós años! ¡Un joven prodigio!... Y ahora, perdida toda cordura, se lanza hacia los lóbregos túneles de un diminuto volcán… y todo por una vulgar mujer, hija de un simple montero real.
Excretada vida ésta que sufrimos, que raja las escasas inteligencias de nuestro tiempo.
¡Qué ironía!
Cómo es posible que un noble hombre de guerra y patria sea vencido por una rastrera hija de Eva, provocando en su subconsciente el hecho de plantearse la posibilidad de desertar.
¡Qué ironía!


Carta del Teniente General Juan Cardoso al Capitán Zapata.
31 de febrero de 18…


A la atención del Capitán Zapata.
Ante la presencia de tropas revolucionarias y caóticas en nuestra colonia nicaragüense, las cuales se encuentran desprovistas de todo tipo de equipo armamentístico y jerarquía militar, nos vemos obligados, en nombre de la Patria y de nuestras correctas conciencias, a dispersarlos.
Para ello, necesitaremos de su presencia ya que como bien sabe el cuerpo, vd. es uno de los más insignes estrategos de nuestra época.
Será necesario que se presente en el Cuartel General de la Marina, estacionado en Palos de la Frontera (Huelva), el próximo dieciséis de marzo del presente año.

Cordialmente,
Teniente Coronel Cardoso.


Diario de Miguel Zapata
3 de abril de 18…


El profundo abatimiento que prolifera en mi interior, no me permite, ni tan siquiera, disfrutar del amargo placer de mi tabaco.
Hace escasos días, recibí la misiva en la cual se reclamaba ni presencia en el venidero día quince de abril… ¡Dios! ¿Qué debo hacer? Auxíliame para decidir entre amor y deber, entre vida y muerte.
Todo se amontona a la vez… ¡Ay!... la boda, también, se antoja temprana… y sólo quedan diez cortos días para decidir lo que tengo que hacer: el gran triunfo de mi existencia o la mayor pérdida de la misma.
¡Ah!...
Ella, tan pulcra y con tan melosa sonrisa, podría derribar a cien ángeles con el simple movimiento de sus labios; con su vista, disparar mil rayos de luz al crepúsculo, convirtiéndolo todo en un pastoril paisaje; con su morena cabello, dibujar el arco iris cuando ésta sea batida por el viento.
¡Ah!
Yo, perdido en una barca que se dirige hacia la presencia de un cancerbero, exhalo mil dudas sobre volver la vista atrás y acariciar por última vez su rostro, continuando así mi destino hacia el Hades o de lo contrario mirar hacia el frente y poder vivir hasta la eternidad junto a ella…. Registro todos y cada uno de los archivos de mi mente en busca de una pronta solución.
¡Ah!
Mi vida se torna en unas tartáreas tinieblas y hasta mi valorado amigo Ricardo, depósito de mis más estrambóticos sentimientos, se niega a alzarme su mano, alegando que este asunto sólo puede hallar desenlace en mí.
He de cavilar algo velozmente pues el tiempo apremia.


Diario de Isabel Bermúdez
3 de abril de 18… (por la tarde)


¡Diez veloces días quedan! ¡Sólo diez! No puedo estar más llena de gozo. En este último período de mi vida he encontrado la felicidad que no he hallado en diecinueve años de existencia.
Mis dudas sobre mi querido Miguel se han desvanecido casi por completo, al igual que desaparece el agua frente al fuego, siendo la razón de esto los deliciosos momentos que el uno frente al otro hemos compartido, saboreando y entendiendo que su alegría está dispuesta a la par que la mía…
- Estás extremadamente hermosa con ese exquisito recogido en tu cabello- se atrevió a decirme mientras se acomodaba en la silla del comedor-. No he cesado de pensarte en estos días que no he podido estar junto a ti, querida, y ahora que te veo, siento que la ventura estremece toda mi ánima.
- ¡Ay vida mía! El júbilo de tus adentros sólo consigue que el mío se haga más poderoso, si cabe- le dije, quizás atrevidamente.
- Lo mismo siento yo… Sueño despierto con tus ojos y con tu delicada sonrisa- reía tímidamente. Quiero pasar mi vida junto a ti aunque no sepa compensarte por todo lo que tú me das. Deseo hacerte la esposa más agraciada de este estrepitoso mundo.
- ¡Ah!-sonreí- tus palabras hacen que me sonroje…
- Convirtiéndote en la rosa más hermosa del jardín-dijo, uniendo mi frase con la mía y haciéndola una sola.
Las frases de amor entre él y yo, se entrelazaban unas con las otras a lo largo de todo el almuerzo, hasta que éste llegó a su ocaso, al igual que su visita.
- Ahora, amor mío, he de partir. Espero verte dentro de poco tiempo- expresaba mientras acariciaba mi amable mano.
Y así se marchó, dejándome en la más absoluta soledumbre pero con un extraño éxtasis que ardía en mi pecho.


Diario de Jorge Luís Campiño.
5 de abril de18…


Qué afable esta vida mía, reducida el placer de las jovencitas. Jovencitas, recluidas por la inexperiencia del vivir, que ceden a mis sensuales encantos. Rubias, morenas, pelirrojas… todas han pasado por mi lecho. He saboreado sus senos y las he desmayado en el contacto de mi lengua con su flor. ¡Tantas mujeres qué ni recuerdo cuan fue el goce que sentí con cada una de ellas!... Pero eso es lo de menos. Sólo me interesa volver a palpar las nalgas de alguna sucia muchachita de las calles miserables de esta ciudad, hurtar su inocencia y abandonarla en una añeja esquina cuando el alba aceche a nuestros cuerpos. Eso es lo único que realmente importa.
A muy pesar mío, la excitante ruinosidad de las hembras que frecuento ha ido desapareciendo un tanto, aunque todavía escasamente, debido a la fijación que siento en este momento por otra mujer bien distinta a todas con las que he compartido mi sexo. Ella posee un espeso cabello, una piel tersa, una blancura inmaculada que ilumina todas las habitaciones por donde pasa, una mente ágil y difícil de engañar… pero ¡ay! qué hermosa se encontraría desnudo bajo mi cuerpo, despojándola de toda ineptitud amorosa.
¡He de arrebatarla de esos insulsos brazos a los que se ata!


Diario del Barón de Alameda, Ricardo Alberto Leguina.
7 de abril de 18…


He pasado los últimos días reflexionando sobre el asunto de Miguel; discurriendo sobre si hice bien o mal en no aconsejarle… pero quién sabe lo que tendría que haber hecho, aunque bien me vendría centrar mis pensamientos en mis propios problemas, los cuales poseen una importancia absolutamente superior a la de cualquier otra persona a pesar de que me una a ella una profunda amistad.
Desviando el tema que he estado revisando en estos días, el único suceso que ha tenido alguna relevancia fue la inesperada visita del comisario Arrabal, dos días atrás…
- ¡Qué inesperada visita la suya, comisario! ¿En qué tratado podría ayudarle un sencillo noble como yo?- pregunté, bajando al salón del café donde mi criado le había hecho pasar-.
- Nada que no se pueda solucionar con la compañía de un buen café- comentó, manteniendo una sonrisa un tanto arcaica-. El hecho que me ha traído hasta su morada en un simple trámite interrogatorio debido a una serie de asesinatos que se han ido produciendo a lo largo y ancho de estos últimos dos meses.
- ¿A qué asesinatos se refiere? Leo la prensa diariamente y no alcanzo, ni de refilón, a recordar ningún asesinato que se salga fuera de lo común, ya que sería sumamente extraño que alguien de su capacidad este encargado de un suceso usual- le dije con una expresión un tanto sorprendida-.
- No se apure, barón. Lo que nos concierne no ha salido, ni saldrá, del ámbito policial, con lo que espero su más absoluta confidencialidad. El tema que vengo a tratar con usted no se refiere a unas muertes comunes, como bien ha señalado usted, sino a una serie de crímenes ocurridos en los barrios más pobres de la ciudad donde han sido asesinados varios jóvenes….-comentó con intranquilidad-. Sabemos que usted ha frecuentado dichos barrios en cierta ocasión y por eso estoy aquí… en la búsqueda de cualquier información que pueda darme para facilitar la resolución del caso.
- Desconozco por completo el porqué del seguimiento, por parte de los mandos policiales, a honradas personas como yo, pero lo único que puedo indicarle es que este asunto me ha sido, hasta ahora, totalmente desconocido. Además, ¿qué importancia puede tener para la policía, el asesinato de unos cuantos jóvenes de clase baja? Esto ocurre casi a diario y nadie se molesta en hacer nada.
- Estas muertes son totalmente distintas.
- ¿Y qué, si puede indicármelo, las hace tan diferentes del resto?
Levantándose, apresuradamente, de su asiento, me dio, con cierta indignación, su más sincero agradecimiento por mi inestimable colaboración… y así salió de la habitación.
No he vuelto a pensar en esta conversación hasta este momento, y ahora mi mente es invadida por un a gran cantidad de preguntas, relativas a este infrecuente asunto. Preguntas, casi todas ellas, referentes a la obstinación del comisario a relatarme lo misterioso de estos crímenes.


Diario de Miguel Zapata.
10 de abril de 18…


A escasos tres días para mi casamiento con Isabel, he podido decidir que mi vida ha de ser encomendada al amor de esta adorable mujer y no a morir entre gritos y sangre, despojado de mis deseos, a los pies de una tierra que no reconozco como propia.
Después de haberme sumido en una profunda obscuridad a causa de la estrepitosa empresa se me antojaba a cometer, terminé por dar sentencia a mis pensamientos y dar constancia a mi amada de todas las preocupaciones que me habían acaecido y que me arrojaban hacia una profunda congoja.
Con todo esto, me dirigí esta misma mañana a la casa de mi prometida para darle cuenta de mi más sincero amor y confianza en ella, avisándola de que este matrimonio tendría que realizarse fuera de Madrid…
- Vengo con la esperanza de ver a la srta. Bermúdez- le dije a su doncella-.
- Aguarde un instante sr. Zapata. Le haré avisar inmediatamente de su visita- inquirió, acompañándome hacia el salón principal de la casa-.
Isabel bajó las escaleras que daban a su habitación, aún con la mirada soñolienta y tapándose con la mano derecha debido a un dulce bostezo que su boca propiciaba.
- Amado mío, no esperaba una visita tuya a horas tan tempranas
- He venido a darte una noticia de revelante importancia para nosotros dos, en este momento y en el futuro. Una noticia que debido a su alto valor he tenido que ocultarte durante un tiempo ya que temía que por esta causa tu rostro podría empaparse de lágrimas y tu corazón de amargura. Te pido que no te enojes conmigo, vida mía, pues mi alma ha estado sumida en una honda desesperación hasta el día de hoy en el que he logrado tomar una pertinente decisión.- le susurré con una voz muy leve mientras mi cabeza se inclinaba hacia el suelo de la sala-.
- ¿De qué se trata, querido? No comprendo el porqué de tus palabras. Dime, mi luz, ¿qué me has venido a relatar? Qué terribles sucesos te han obligado a ocultarme lo que me vienes a narrar. Dime.
- Hace no un largo período de tiempo, recibí una carta en la que se me comunicaba que debía partir camino a Nicaragua, el día quince de este mismo mes, precisamente, para ayudar a sofocar las rebeliones que en esta colonia se están produciendo. Por esta causa, a pesar del desconocimiento en el que te he inmergido, de un tiempo a esta parte he pasado por un insondable pesar que no me permitía centrarme en los acontecimientos que están por sucedernos en nuestra futura vida en común.
- Pero, ¿qué “futura vida” nos espera, si partirás dos días después de nuestras nupcias?- comentó un tanto exaltada a la par que sus legañosos ojos, unos breves se manchaban, ahora, de lágrimas-.
- No derrames tus lágrimas, querida – le suspiré, abrazándola-, pues todavía no he finalizado de detallarte todo, y cuando terminé descubrirás que este llanto es totalmente nimio y que tu corazón no tiene que estremecerse de ubérrimas penas. La determinación que he tomado, a la cual antes me había referido, es… amor mío, desertar del ejército. Huir junto a ti, fuera de Madrid, lejos, muy lejos… a una tierra donde nuestras vidas sean libres y nuestros hijos no sufran las burlas de otros por culpa de los pecados que hemos cometido. Una tierra donde nuestro amor lo invada todo. Por esto, Isabel, te pido que vengas conmigo. Se que tu corazón, como el mío, estará siempre en estas calles, pero sólo tenemos una opción para poder estar siempre unidos.
- ¡Ay, Miguel!- exclamaba, secándose los ríos que habían corrido por su faz-. No puedo negar que en un principio tuve dudas sobre la opresión que desgarraba tu pecho, pero éstas, tempranamente, se desvanecieron. Aún así, vida mía, la única respuesta que puedo dar a tu súplica es… sí. Quiero huir contigo… amarrarme a tu piel y tu alma, dar vida con nuestros cuerpos y perecer entre tus brazos. Nada me haría más feliz que esto. No sufras más, olvidémonos de nuestro pasado y huyamos lejos que pronto seremos uno: tú y yo.
- Isabel… ¡ay!... gracias. Siento que mi esencia se estremece tan puerilmente por no haberte hecho saber todo lo que en mí mente sucedía… ¡ah! Perdóname- le balbuceé, pues el deseo de romper en lágrimas se hacía patente en mis facciones-.
Ahora, mi vida no puede estar más plagada de alegrías. Me espera una existencia plena junto a Isabel. Una vida en libertad.


Diario del comisario Arrabal.
11 de abril de 18…


El caso que me han encargado posee una complejidad infinitamente superior a todo lo que me he enfrentado hasta el día de hoy. Desconozco cuál pude ser el móvil de los crímenes. No he conseguido hasta ahora ninguna testificación que pueda merecer la pena.
Han aparecido asesinados diez jóvenes en las calles más desfavorecidas de la ciudad… y ninguna pista. Nada. Se que, como me comentó el Barón, estos hechos son, en cierta medida, comunes. Diariamente se cometen asesinatos en estos barrios de Madrid… pero estos homicidios poseen unas características que los diferencia del resto… la manera de encontrar los muertos, esa pulcritud teñida de rabia sanguinaria, nada tiene que ver con lo que mis ojos han visto en doce años de carrera.
El dato más escalofriante de estos sucesos es la manera de encontrarlos: sólo han aparecido sus cabezas, perfectamente cortadas y con una limpieza nunca vista. Diez cabezas, ubicadas cada una de ellas sobre la silla de un execrable dormitorio. Diez cabezas… situadas en distintos barrios de la ciudad y sin aparente conexión entre ellas… ¡Ah! ¡Diez cabezas situadas de tal manera que sus muertas miradas se dirigían hacia la cama de la habitación!... unos lechos deshechos pero sin rastro alguno de pelos u otro tipo de pista que pueda ayudar en mi investigación.
¡Dios! qué macabro hombre u hombres han podido cometer tan atroces crímenes…
¿A qué me enfrento?...


Diario de Isabel Bermúdez.
14 de abril de 18… (por la tarde)


Hace tan sólo un día que se produjo mi enlace con Miguel. Acordamos que ésta se celebraría en una pequeña capilla de la sierra madrileña ya que así evitaríamos cualquier tipo de habladurías, teniendo en cuenta que debemos partir mañana mismo muy lejos de aquí y que la gente que asistió debía saber de nuestro viaje sin retorno.
La ceremonia fue sencilla, especial pero sencilla. Los invitados que acudieron eran los familiares más cercanos y alguno de nuestras más íntimas amistades.
Aunque nuestro matrimonio fue ayer y ahora cualquier pareja de cónyuges estarían celebrándolo, desde esta misma mañana, todo han sido idas y venidas de Miguel, ultimando los asuntos pendientes que tenían que enmendar antes de partir.
Cuando llegue el alba tendremos que marchar, lejos, muy lejos… a una hermosa casita en Bisturí, pueblo del Pirineo aragonés, donde según cuentan se pueden hallar los más esplendorosos bosques del país.
Mi apreciado Jorge Luís, compró esta casa a la que nos trasladaremos hace ya varios años y debido a su infinita bondad nos ha concedido que vivimos en ella, vista nuestra actual situación.
¡Ay! ¡Ya queda escaso tiempo para que mi esposo y yo podamos disfrutar de nuestro mutuo amor!... Sólo es cuestión de horas.


Diario de Isabel Bermúdez
15 de abril de 18… (de madrugada)


Quedan pocas horas para que llegue el alba y mi impaciente alma no me permite conciliar el sueño. Quizás estos nervios sean producidos por el estrangulamiento que sufre mi corazón, viendo como Miguel abandona su vida por el amor que siente hacia mí.
¡Ah!... mi cabeza sufre mil pinchazos y creo que ya ni puedo continuar escribiendo… Mañana será otro día, un día nuevo…lejos de aquí.


















Texto agregado el 31-03-2006, y leído por 516 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
04-06-2006 me agrado tu novela, mucho, solo he leido la pimera parte por ahora, pero me parecio interesante la forma de intercalar los hecho, y el lenguaje que utilizas, me parece un buen texto, exacto, con toques de amor, y de guerra, de trangedia y de homicios.. interesante dream_girl
09-05-2006 Mañana te leo el capítulo 2, lo encontré muy bien escrito, me gustó mucho esta 1.parte impresa
06-05-2006 Muy buen fragmento. Muy interesante. Espero con ansia la siguiente parte. Fairy
19-04-2006 Muy interesante, si señor, te encaminas excelentemente bien, felicidades Mi ponderación al final, por ahora vas perfecto lapluma
31-03-2006 interesante novela, parece va hacia algo bueno, habrá que seguir leyendo para ver hacia donde nos haces navegar. curiche
 
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