- No te atrevas a ponerle mi nombre a ese hijo tuyo.
Esas fueron sus últimas palabras hacia mí. ¿“Ese hijo tuyo”? No lo hice yo sola…pero eso a él le daba igual. Tenía una vida esperando a ser vivida – o al menos eso decía – y por eso no se podía quedar conmigo y cuidar a nuestro hijo. Que cobarde…Él lloró cuando le dije que estaba embarazada. Lo recuerdo…
- ¡Para de llorar! – grité llena de desesperada ira.
- ¿Cómo esperabas que reaccionara? Me estás pidiendo que renuncie a todo lo que he logrado, todo por lo que he trabajado.
- ¿Te refieres a tu mierda de programa de radio que tiene 3 escuchas?
- Ahh! Me rindo! Eres insoportable. Es imposible llevarse bien contigo, ¿sabes?
- Como sea, ahora vamos a tener un insoportable hijo con el cual será imposible llevarnos bien. ¿Así que…?
- No te atrevas a ponerle mi nombre a ese hijo tuyo.
Y salió de la habitación. Me quedé ahí, derrotada antes de que la batalla hubiera siquiera empezado. ¿Qué hacer ahora? ¿Acosarlo hasta que decida ser un hombre responsable? No, eso sería pelear por una causa perdida… Decidí hacerme cargo yo sola de mi hijo. Estaría mejor sin su imbécil padre, de todas formas. Empecé a caminar hacia el estacionamiento y le pedí a un viejo amigo que me llevar a mi casa. Me sentía tan cansada y llena de dudas.
Fueron tiempos difíciles, no lo negaré. Todos empezaron a ignorarme, sutilmente. Y cuando el embarazo se empezaba a notar, me corrieron de la escuela. Así, cínicamente. ¿Pero lo corrieron a él? No, claro que no. ¿Por qué lo iban a correr si su abdomen no estaba creciendo de una forma anormalmente grande? “No hay evidencia, no hay daño” me dijeron cuando me quejé. Ah pero claro, antes de correrme me pidieron cortésmente que entregara mi ensayo final…Yo era tan buena escritora! Y yo, en una manera no tan cortés, les dije que se fueran al carajo.
Un par de meses después, él empezó a visitarme esporádicamente. Se aparecía de repente, sin anuncio. Realmente me molestaba. Me gustaba más cuando huía de mí, así al menos no pensaba en él y en cuánto lo odiaba.
Lo odiaba…Lo odiaba porque él había tenido el valor de huir de la responsabilidad. Él había sido lo suficientemente valiente como para evitar que su vida se deshiciera. Había sido lo suficientemente egoísta como para tomar la decisión de ser exitoso. Él había alcanzado sus sueños y metas, por mediocres que estas fueran. ¿Y yo? A mí me habían abrumado los prejuicios…y retada éticamente por la sociedad, deje que ésta ganara. Tuve que re direccionar mi vida; hacerlo todo de nuevo, escogiendo el camino que no quería. Cambié mi éxito por mi reputación. Que cobarde…
Y ahora, 10 años después, aquí estoy. Haciéndole de comer al niño que odio, cuidando a este hijo mío que destruyó mi vida y aplastó cada uno de mis deseos y metas…¿Cómo una criatura tan pequeña podía inspirarme tantos malos sentimien…
- ¡Hola mami! ¿Qué haces?
- Nada cariño, pensando en ti.
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