En las ciénagas de tu corazón,
lóbrego e impasible,
renace, penetrante,
los germanos que fueron subyugados.
Tu palabra, sencilla y asesina,
acusadora de toda cordura amorosa,
dispara abejas
contra el alma que te fue regalada.
Cantas la canción de tus sesos:
“Lirios de gota de lluvia, ángel sobre mí,
¿para qué os quiero?
soy libre, libre para vivir”.
Tus pies, fríos como el odio,
caminan, ven paisajes;
lugares insondables
que perecen bajo piel.
No hay dios, no hay nada;
sólo tú.
Libre.
LIBRE.
Cantas la canción de tus sesos:
“Lirios de gota de lluvia, ángel sobre mí,
¿para qué os quiero?
soy libre, libre para vivir”.
Tú, sabedora de todas las leyes,
inexpresión del rostro humano,
carente de todo.
No me hables de amor,
no me hables de verdades,
que aún no te das cuenta
de que mil ofrendas, mil viajes,
¡MIL LIBERTADES!,
son sólo vacuidad frente a mí.
Que yo te juré eternidad
y un mundo nuevo para vivir.
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