No, no le gustaban sus ojos, no le fascinaban para nada, lo que lo enloquecía era su mirada, esa especie de insondable misterio que subyacía tras esas pupilas yertas, esa fijeza extraña que parecía embadurnarse en un celeste pálido para encandilar con sus enérgicos destellos a todo aquel que las contemplara. Pero no eran los ojos, no, sino lo que ellos irradiaban, lo que invocaban. Por lo tanto, lo único que buscaba era estar en el foco de esa mirada y verse reflejado en esas bóvedas claras que parecían fagocitarlo para inspeccionar sus intenciones. Intenciones que no eran otras que sentirse tocado por los rayos invisibles que emanaban de esas pupilas y saberse atrapado, desnudado y ¿por qué no? seducido.

Pero no eran los ojos sino sus intenciones. Si hubiese podido prescindir de ellos y sentir del mismo modo esa electricidad, lo habría hecho con gusto, mas, ellos eran los instrumentos tras los cuales se escudaba esa sensualidad inextricable. Acaso hubiese bastado que esos ojos se ocultaran tras sus párpados para que éstos, sellado de golpe esas pupilas aceradas, se liberaran del hechizo de inmediato. Pero él no quería eso e irremediablemente imanado por esa fuerza misteriosa, se sometía a su auscultación muda y minuciosa.

No, no quería sus ojos y sin embargo, estos eran los faros que emitían la luz que lo enloquecía, el destello que lo capturaba como simple mariposa para atraparlo con su fuerza aplastante. Era algo ineludible, se había enamorado de esa mirada, no así de los ojos. Y se detenía en el plano focal exacto, sabiéndose dibujado en esa retina sin siquiera tener noción de los intrincados mecanismos que entraban en acción para que su imagen se procesara, pero sabía que estar dentro de esa mirada equivalía a besarla apasionadamente, un beso insustancial que besaba, acaso, un absurdo.

No, no le gustaban esos ojos, le parecían un pobre envase para ese intrigante océano de sugestiones, no le gustaban y sin embargo ¡como se dejaba atrapar por esa fuerza poderosa para sentirse a bordo de una ligera embarcación que navegaba hacia un abismo ineluctable!

No le gustaban esos ojos y el día que ellos se cerraron para siempre, desolado, partió tras el alma de esa mirada para confesarle su insatisfecha pasión…