|                                                                                                                                                                  Tomo mi sexto dedo entintado
 y dejo que su  punta se desangre,
 desvirgando la pureza del papel
 y fecunde su albura femenina
 con pensamientos que surgen inéditos,
 porque son míos, aunque,
 por siglos, frases e ideas
 hayan sido antes cultivadas
 por las mentes hoy sepultadas
 de  los hombres que  ayer escribieron,
 pero, que como los salmones,
 luego de desovar, murieron.
 Sus letras, hijas inmortales,
 quedaron grabadas en el tiempo,
 fosilizadas en las páginas de fecundos libros;
 y nosotros, arqueólogos literarios,
 las desenterramos cada vez que las leemos.
 
 Escribo desde adentro
 dando  libertad al abecedario
 para que se acople.
 Vocales y consonantes copulan
 y dan a luz palabras que crecen
 y se desarrollan en oraciones
 para madurar luego en ideas concretas,
 a veces; otras extravían el camino
 de la lógica comprensión, cuando,
 en el fondo de su existencia semántica,
 las escribo para sólo yo digerirlas.
 
 
 Porque primero escribo para mí,
 después  para quien preste un momento
 de su aletargada y curiosa existencia
 y las tome y las lea para al fin,
 reciclarlas en el olvido, como se elimina
 el diario de ayer o un mal momento.
 
 Le escribo al amor porque,
 en este mascarón gélido,
 en este cuerpo que se escuda
 tras el muro de la lógica,
 un cuerpo que piensa y luego actúa,
 se alberga un volcán sentimental,
 una vertiente de sentir fresco y puro
 que carga en su débil destilar
 penas, amarguras, desaires, frustraciones;
 e  incluso, amores y pasiones prestadas
 por momentos de anestésica alegría.
 
 
 Por eso le escribo al amor, al sentimiento extremista.
 Porque te eleva un instante y luego te suelta,
 vertiginosamente, sin las alas de la resignación.
 El amor, elevador que te pasea
 por el arcoíris  de  los sentimientos.
 Quien haya amado ha recorrido
 la gama completa de la existencia sensorial.
 Ha conocido el cielo y el infierno.
 
 Mis letras son vivencias,
 palpitan y respiran con autonomía.
 Imágenes de una realidad sufrida,
 prestada, robada y hasta comprada.
 Sufro, amo, huelo, gozo, mastico
 lo que escribo, por eso no corrijo;
 Sería como no aceptar a un hijo
 que nace con malformación.
 Improviso con este sexto dedo
 lo que impreso se amarra
 al texto que a continuación les presento.
 Usen sus ojos como ventanales por los cuales
 el alma pueda leer lo que comparto.
 Busquen en estas páginas su propia realidad,
 miren en las situaciones presentadas
 momentos  en los cuales los protagonistas
 sean ustedes, porque, si alguien,
 se reconoce en uno de mis espejos
 me sentiré realmente aliviado.
 No seré el único  ente  que nació
 para vivir eternamente enamorado.
 
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