La noche es oscura y solitaria, son las tres de la madrugada, la calle se torna silenciosa, excepto por el sonido que proviene de mi andar. Camino deprisa por el miedo que me provoca estar tan sola; o tal vez, por el miedo que me produce el quizá no estarlo.
Después de tanto caminar, la calle me parece aún más larga, pareciera no tener fin.
A lo lejos se escuchan un par de pasos más fuertes que los míos, mi corazón salta mientras en mi estómago se forma un hueco. Después, todo vuelve a ser silencio, quizá fue sólo mi imaginación.
Continúo caminando, aún con el temor de ser perseguida. Trato de controlarme mientras apresuro el paso.
Exhalo un suspiro de alivio, por fin la calle está a punto de terminar, sólo unos cuantos pasos más y el temor se habrá ido.
Tu cuerpo se oculta detrás de las sombras, sólo esperando el momento indicado.
De pronto, sales de la nada, ahora estás frente a mí. Mi cuerpo petrificado se detiene, mi respiración se corta y poco a poco comienzo a temblar.
No hay a donde ir, no tengo escapatoria, tu cuerpo encierra al mío frente a una pared.
Por mi mente dan vuelta mil ideas de lo que quizá estás pensando, pero no me atrevo a hacer ningún movimiento, sólo me resigno a esperar lo peor.
Los minutos pasan en silencio, mientras me observas detenidamente, una y otra vez.
Tu tranquilidad me asusta aún más.
Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando veo que por fin te decides a actuar.
Levantas la mano, dirigiéndola hacia mí; cierro los ojos, esperando, quizá, una agresión de tu parte. Sin embargo, no recibo ni un roce siquiera, me siento confundida.
Ha pasado demasiado tiempo y no has hecho más que observarme, o por breves instantes, acercarte a oler mi perfume.
Esto me da mucha calma, pero también comienza a intrigarme.
Ahora sabes que estoy tranquila, y que puedes actuar sin recurrir a utilizar la violencia.
Acercas tu cuerpo muy despacio al mío y tranquilamente comienzas a desabrochar mi pantalón, lo haces de una forma tan sutil, que ni siquiera siento la necesidad de poner resistencia, sólo me dedico a observarte.
Besas mi vientre con un toque de ternura que provoca un cosquilleo dentro de mí.
Pronto, mi cuerpo deja de temblar, ahora comienza a desear algo más...
Mi pantalón casi está en el suelo, tus manos suben recorriendo cada centímetro de mis piernas, pronto llegan a mi ropa interior para hacerla a un lado suavemente.
Disfrutas cada momento.
Subes mi pierna sobre tu hombro, mientras tu lengua penetra mi humedad. El silencio de la noche, es inundado por cada uno de los suspiros que me provocas.
Volteas la mirada hacia mí, mostrándome una sonrisa de satisfacción.
Te pones de pie, y diriges tus besos hacia mi cuello, mientras introduces lentamente tus dedos en mí... puedo sentir que son dos.
Mis piernas pierden su fuerza debido al placer. Al notarlo, los sacas y los diriges a mi boca.
Mi lengua saborea cada gota de lo que me das. El verme te excita... aún dentro de tu pantalón, puedo sentir tu excitación entre mis piernas.
Introduces tu lengua en mi boca, para saborear también este placer, pero te alejas de inmediato; quizá besarme no está en tus planes, no buscas eso.
Me tomas por los hombros y me haces dar la vuelta, quedo frente a la pared; tus manos entran por debajo de mi blusa, buscando rozar mi piel.
Siento tu lengua lamiendo mi espalda mientras tus manos van hacia el frente buscando mis senos. Te pones de pie, para hacerme sentir tu firmeza detrás de mí.
Entre el silencio de la noche, logro escuchar el sonido que proviene de tu pantalón, ahora sé que el cierre está abajo.
Apoyada en la pared, agacho mi espalda, dejando mi cadera a tu disposición; el momento me hace participar, sin que tu lo pidas siquiera.
Metes tu mano derecha por debajo de mi para sujetarme y con la otra, tomas tu miembro dirigiéndolo al placer.
Ya dentro, comienzas con un suave vaivén que me produce un ligero dolor en el vientre; pero éste, logra ser opacado por la sensación tan placentera que me provocas.
Todo es tan excitante... la noche, el lugar, el momento... tú.
Me pierdo por un instante, mi placer llega al límite, mientras siento un dulce beso en mi cadera.
Te separas por un momento de mí.
Doy la vuelta y mirándote a los ojos, intento agradecerte lo que me hiciste sentir, pero no me resulta suficiente.
Te tomo por los hombros y giro tu cuerpo hasta dejarlo en la pared.
Mis labios buscan los tuyos mientras éstos, intentan escapar. Entiendo que no quieras; un beso involucra demasiadas cosas, demasiados sentimientos.
Ahora es mi turno... no lo has pedido, pero es algo que yo deseo.
Quedo en cuclillas frente a ti, tomo tu erección entre mis manos, y comienzo a rozarlo con los labios. Mi lengua recorre cada centímetro... éste entra y sale de mi boca repetidas veces, te muerdo un poco, veo que lo disfrutas.
El momento está cerca, intentas decirme que no puedes más; quizá para que me retire un poco, sin embargo continúo hasta el final.
Mi boca está ahora llena de ti, del sabor que dejó todo el placer de ésta noche, un sabor que disfruto como nunca antes.
Al ponerme de pie, me observas tan detalladamente como al principio.
Ahora supongo que ya puedo marcharme o que serás tu quien pronto se irá.
Quisiera decirte cuanto lo disfruté, pero creo que será imposible; si no hemos dicho palabra en tanto tiempo, no encuentro razón para ahora hacerlo.
Quizá ni siquiera te importe lo que diga, presiento que esto lo haces cada noche, y lo disfrutas de igual manera sea quien sea tu compañera. De hecho, ese es tu juego.
Mil ideas dan vuelta derrapando en mi cabeza, mientras espero el momento de partir... ¿pero cómo puede ser que goce con esta experiencia?
Das media vuelta, agachando la mirada, y caminas hasta perderte en la oscuridad de la cual saliste.
Son casi las cuatro y media de la madrugada, ahora estoy sola de nuevo, pronto llegará la mañana. Así que camino lentamente entre las sombras. Llevo aún tu sabor en mis labios, y tu calor en mi piel. Sin embargo, hubiese querido llevarme algo más... |