-Pues Miguel merece que le hagas eso o algo peor, no por ser hombre puede ir por ahí acostándose con cualquier perra que le hable bonito-
-Sí, tienes razón, eso de la liberación de la mujer me llegó- Contestó Marisol
-Mira a las mujeres de Estados Unidos, ellas por eso son respetadas, por eso hay mujeres en puestos altos de poder y de empresas, te tienes que vengar de el, ya te ha hecho muchas.- Afirmó Sofía
-Ya llegó, luego te llamo, adiós- Marisol colgó la bocina.
Miguel abría la puerta metálica de su casa y Marisol lo escuchaba, rápidamente echó a correr hacia la cocina para que Miguel no sospechara nada.
-Ya vine, dame algo de comer, vengo agobiado-
-Sí, ahorita te sirvo-
Miguel se sentó en el sillón y prendió la televisión mientras se quitaba la corbata y subía los pies a la mesa de centro. Marisol sumisa y obediente sirvió en la mesa un plato de sopa que se le derramó y quemó ligeramente un dedo de Marisol, un plato con un bistec que daba la impresión de ser un pedazo de cuero y una canasta con pan.
-Ya esta servido- Dijo suavemente Marisol. Su relación no era comúnmente de mucha comunicación o confianza, pocas veces platicaban sobre algo y en la cama Marisol pocas veces sonreía mientras Miguel pensaba en alguna secretaria de la empresa y Marisol pedía a Dios que no le diera un dolor de cabeza y que pudiera dormir esa noche. Miguel era estéril y vivían solos, a sus 34 años era algo que no le frustraba y que compartía con las vaginas de otras mujeres de su trabajo y de bares de ejecutivos mientras Marisol deseaba adoptar un hijo pero pocas veces lo había consultado con su apático y desinteresado esposo.
Toda la tarde Marisol estuvo meditando sobre lo que Sofía le había comentado por teléfono, la liberación de la mujer, la infidelidad de su marido, unas tijeras de pollero debajo del colchón. Marisol era una romántica reprimida, la ultima vez que había manifestado sus sentimientos nobles hacia Miguel éste había respondido con una carcajada frente a su televisión y un "pi pi pi pi" que el Chavo del Ocho había completado como planeando una burla cruel hacia Marisol, vestida con una playera larga de Piolín que decía "Acapulco".
Esa noche Marisol esperaba como de costumbre a Miguel en la cama leyendo "volar sobre del pantano" de Carlos Cuauhtemoc Sánchez iluminado por una tenue luz que disparaba la lampara. Miguel entró al cuarto y Marisol le sonrió de una manera diferente a como lo hacia siempre, cosa que Miguel tan desinteresado en esas cosa no noto, se desvistió y se acostó junto a Marisol que ya se había quitado la playera larga de piolín y estaba solo en sosten y con unos boxers de su marido. -Ahora si me bañe, Miguel- Dijo Marisol tratando de disimular la irritación que sentía desde que Miguel se acostara dándole la espalda. -Ven Tócame- Pero Miguel respondió con un ligero movimiento del hombro rechazándola, pero esa noche estaba decidida, su plan tendría que ser esa noche o quizás mañana no se atrevería, así que esperó pacientemente a que Miguel empezara a roncar y sacó las tijeras, lo acomodo boca arriba y comenzó la misión, bajó el boxer de su machista e indiferente marido y comenzó a estimular la zona, en verdad lo extrañaría, aunque fueran unas cuantas veces al mes, era lo único que le daba un poco de placer aunque después no pudiera dormir por el dolor de cabeza. Tomo las tijeras mientras Miguel poco a poco abría sus ojos, no estaba seguro de lo que veía, quizá fuera un sueño o estuviera viendo mal, pero no, sintió un apretón en el pene con un metal filoso por lo que despertó totalmente de un golpe y dio la vuelta rápido para zafarse de aquellas puntas metálicas que trataban de arrancar su único orgullo de macho, al otro lado de la cama, opuesto al de Marisol, tomó el reloj despertador y lo arrojó con todas sus fuerzas a la cabeza de su despreciable esposa, ésta calló de nalgas al suelo, sin más. Miguel fue corriendo a su lado y le dio de golpes a la cara, patadas y la arrastró de los cabellos hacia afuera de su casa y la sacó de un empujón azotando la puerta. Marisol con mucho coraje y con ese sentimiento de impotencia y fracaso que regularmente le invadía arrojó una roca del tamaño de un huevo contra la ventana, pero ésta, al estar enrejada para mala suerte de Marisol, rebotó y calló a unos centímetros de sus pies, "¿qué pensará Sofía?" se preguntaba una y otra vez mientras Miguel asustado ponía bolsas con agua fría en su flácido y herido pene.
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