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El Club de las Solteronas
PRIMERA PARTE
"La fiesta"
-Bésame otra vez para saber que no me equivoco.
Se volvieron a besar pero esta vez más confiados el uno del otro y Sebastián pensó que por primera vez sentía que se lo empapaba un chorro de amor y lo único que pudo hacer luego del beso fue hipar. Parecía que nunca acabarían, eran demasiado melosos. La cogió de la mano y bajaron a la fiesta, todos ya sabíamos que iba a pasar, aunque se habían demorado demasiado. Sebastián en uno de sus inesperados arranques de celos fue a buscar a un chico para aclararle las cosas porque Alessia lo tenía harto de tanto contarle los piropos y miradas traviesas de un tal David, del que solo sabía que tenía labios carnosos, cosa que le molestaba al comienzo pero luego él mismo empezó a tratar de hacer sus labios igual y hasta más carnosos: se mordía el labio inferior con la convicción de que poco a poco con el estiramiento, como una rutina de gimnasio, harían que se le inflame.
-Tengo que hacer algo –le dijo él.
-No lo hagas, es una tontería.
-¿Acaso a ti no te molesta?
-Sí, pero...
-No te preocupes loquita, no nos vamos a pelear.
Le sonrió y volvieron a entrar a la fiesta de la mano, por tercera vez en la noche, porque los dos estaban nerviosos y necesitaban convencerse a sí mismos que era lo mejor para los dos. Luego él se alejó y fue a buscar a David, iba tranquilo pero en el fondo escondía toda su amargura, llegó hasta la barra donde David y otros chicos tomaban cervezas.
-¿Podemos hablar?- le dijo al oído.
David sonrió, y se levantó haciendo un brindis por las chicas más lindas de la academia y felicitando a Sebastián por estar con una de ellas y todos sus amigos incluyendo a dos personas más que estaban cerca y los dos chicos que servían los tragos, uno más alto que el otro pero que sin duda cumplía con el papel femenino dentro de la pareja, levantaron sus vasos y lo felicitaron también. Sebastián estaba tan confundido que solo atinó a brindar con ellos y tomarse tres vasos de tequila y luego devorarse el gusano al fondo de la botella, como cábala para que la realcion nunca terminé, pero Sebastián devolvió el gusano y unos cuantos residuos más, pero todos seguían sonriendo y el incidente pasó a un plano fuera de contexto.
Pero en ese momento Sebastián no supo que hacer, estaba confundido y se alejó sin decir nada, perdido entre las mesas y jurando que había puesto en su sitio David, que pensándolo mejor no tenía tan gruesos los labios, sino que era jetón y definitivamente no entendía como podía gustarle eso a las chicas. Buscó a Alessia entre la batería humana que se había amontonado a bailar, chocaba con las paredes y pasó por debajo de las manos de una fila de personas que bailaba el ula ula.
-Oye imbecilito- dijo María José, a la que todo el mundo llamaba Lala sin saber por qué- ¿No tienes nada que contarme?
-¡Idiotita! ¿dónde estabas? Te he buscado por todos lados- dice abrazándola.
-¿No tienes nada que contarme?
-¿Sobre qué?
-No te hagas el loco pues, Alessia ya me contó. Debes estar súper alegre- dijo abrazándolo.
-La verdad que no sabes como me siento... es lo mejor que me ha pasado.
-Por fin, porque ya la estabas haciendo muy larga- Lala casi gritaba, porque la música no los dejaba conversar.
-Vamos a otro lugar para poder conversar.
-¿Y Ale?
-De ahí las buscamos.
Sebastián le cogió de la mano y subieron, ella mirando a todos lados tratando de encontrar a sus amigos.
-¿Y ya agarraron?
-Claro pues idiotita, lo que pasó fue que yo me quedé sin hacer mucho y ella fue la que me besaba, me sentí como un chibolo de colegio.
-Como siempre eres un cojudito pues.
-Hay que sentarnos acá- le dijo caminando hacia una mesa cercana, no había mucha gente en esa parte de la fiesta. Lala comenzó a moverse al compás de la música mientras él trataba de que se siente para que puedan hablar.
-¿Qué pasa amiguito, por qué no quieres bailar?
-No sé que me pasa.
-¿Es por la Alessia?
-No creo... o no sé, creo que si.
-No te entiendo, ¿ya no te gusta?
-No, es como que uno está supe enamorado al comienzo, pero cuando ya estas con ella como que no pasa nada ¿entiendes?
-Papacito, tu sí que estas loco: primero te mueres por la chica y ahora que estás con ella ya no la quieres.
La volvió a coger de la mano esta vez muy serio, tenía en el rostro esa expresión de esconder algo importante y estar a punto de revelarlo. Se pararon y salieron sin hablar.
-¿A dónde vamos?- pregunta cuando ve que están completamente solos.
-Acá está bien. Escucha Lalita, tu eres mi amiga de siempre, y te no quiero perder, así que lo te voy a decir que no te moleste. Sé que es una estupidez pero no sé, está ahí en mi cabeza y no la puedo sacar... Bueno la cosa es... cre... creo que me gustas de una manera diferente a la de amigos.
Cuando acabo de decirlo estaba muy nervioso y respiraba como si hubiera corrido una carrera de mil metros. A todo esto, ella lo miraba muy seria, atenta a todo lo que había dicho, se había quedado callada esperando que el siga hablando.
-Por favor... mándame a la mierda y dime que no quieres nada conmigo, porque en el fondo se que yo quiero a Alessia y no quiero cagar con ella, por favor mándame a la mierda de una vez.
-Sebas... ¿cómo me pides algo así? yo no se si pueda pasar algo entre nosotros, asi que no te puedo decir que no va a pasar nada porque tu sabes, yo te lo dije, que en algún momento me gustaste. Algún día puede pasar algo, así que no pienso decirte nada.
-O sea que pero me confundes.
-No Sebas... no te preocupes no va a pasar nada entre nosotros, no po mí, si no por tí, lo que acabas de hacer demuestra que te mueres por la loca, estás recontra templado yo lo sé, y ella también te quiere un montón, les va a ir bien vas a ver.
-¿Tu crees Lalita?
-La verdad... yo creo que de tanto que la jodías te aceptó- dice en tono burlón y como calmando todo. Se ríen juntos y se abrazan, en un abrazo que no solo tiene afecto sino pasión.
-¿Qué está pasando acá?
-Mi amor, nada te lo juro- dice Sebastián muy nervioso, viendo aparecer a Alessia.
-Es una broma no seas tonto- dice abrazándolo.
Lala los mira y sonríe.
-Qué bien se les ve juntos par de locos. Yo me meto a la fiesta, no quiero ser violinista de nadie.
-Loquita- dice él luego que Lala desaparece- Me gustas como mierda.
-¿Solo te gusto?- dice dejándolo de besar, el continua con los ojos cerrados y la vuelve a besar
-Te quiero como mierda.
Se besan un largo rato, diciéndose mil cosas al oído, se toman de la mano y vuelven a la fiesta, en cada lugar que pueden se vuelven a besar.
-Loquita y ahora qué.
-No entiendo.
-Ahora todos saben, ¿no te importa?
-¿A tí te importa?
-No.
-Entonces a mí tampoco- los dos sonríen y entran a la fiesta, pero nuevamente, antes de entrar se vuelven a besar.
-¡Provecho!- Gritó Samuelito desde adentro, estaba con Paloma, en el tiempo que había pasado Alessia y él se habían hecho mejores amigos, se podría decir que intercedió por Sebastián.
Luego de un rato de bailar y reírse, todos fueron a sentarse en una mesita que había estado cuidando Isabel. Sebastián y Alessia se sentaron juntos y con las manos entrelazadas, tomaron cóctel de uva esperando las cervezas que traería Leo.
-Ahí viene Vicky- comenta disimuladamente Samuelito para todos, Alessia miró a Sebastián.
-Holas- dijo cuando llegó a la mesa.
-Hola Vicky- dice Paloma parándose y tomando de la mano a Samuelito para ir a bailar. No había dado más de dos pasos y volteó a hacerle muecas a Leo para que los siguiera, éste, tomó de la mano a Isabel y salieron a bailar.
-Parece que nadie me quiere acá.
-Nada de eso- dice Sebastián-, todos habían quedado en ir a bailar. Siéntate.
-Gracias.
Alessia estaba incomoda, apenas había respondido el saludo de Victoria, aunque ellas no habían tenido problemas antes.
-Así que ya están...-dijo Victoria después de un rato de silencio, seguía con una sonrisa maliciosa en los labios, sarcástica.
-No la vayas a cagar Vicky- le advirtió Sebastián.
-Pasame mi vaso por favor- dijo Alessia muy seria.
-¿Despues de cuánto tiempo están?
-Siete meses.
-¿Ycomo así?
-¿Ahora eres policía Victoria?- dice Alessia sarcástica. Ella mira a Sebastián pero no dice nada.
-¿Qué pasa amiguita?
-No pasa nada Vicky, déjalo ahí por favor- dice Sebastián.
-Disculpa, no sabía que no se podía hablar con un pata con enamorada.
Victoria se paró y Lala miró preocupada a todos lados. Se alejó sin decir nada y solo quedaron la pareja y Lala en la mesa.
-¿Qué te pasó loquita?
-Tu sabes que soy celosa.
-Pero tu sabes que con Vicky no pasa nada.
-Creo que se llama Victoria.
-A veces te pòner bien estúpida.
-Mas bien yo me voy a bailar- dice Lala parándose.
-No, quedate con ella, voy a buscar a Vikcy para explicarle.
-No seas tonto Sebas, quedate con Alessia.
-Dejalo, que se vaya, pero si se va que se olvide de mí.
-¡Es mi amiga! No puedes entender eso.
-Es tu ex.
-¿Y qué tiene? Ya no pasa nada, todo el mundo lo sabe.
-Ya te dije que pasa si te vas.
-Lalita habla con ella- dice Sebatian parándose a buscar a Victoria. Alessia miró con asombro como él se iba perdiendo entre la multitud. Se quedó callada al igual que Lala que no sabía que hacer.
-¿Te vas a quedar?
-Claro, ni pienses que te vas a ir loquita.
-¿Qué hago acá? Mi enamorado acaba de ir donde su ex y eso demuestra que no le importo.
-No seas tonta loquita, sabes que ese huevon te adora y lo de Vicky fue hace un año, no pasa nada.
-¿Y porqué se fue entonces?
-Porque tu sabes como es él, sus amigos son importantes.
-¿Más que su enamorada?
-No, pero tu tambien te portaste mal con Vicky, ella es tu amiga.
-Es mi conocida de salón.
-Bueno lo que sea, pero hoy te hs puesto en un plan bien infantil, incluso a mi me pareció que estabas mal, no debiste tratarla asi, sabes que en el fondo has tenido algo de culpa.
-Lo único que dije era si ella era policía, porque estaba preguntando mucho eso me amargó.
-Ya pues amiguita, desde que ella llegó pusiste una cara de poto y todos nos dimos cuenta.
-Y que querías que haga; mira Sebas ahí está tu ex, hay que hacer salud con ella.
-Ya no exageres tampoco, pero si quiera un poco de amabilidad, tu sabes que Sebas terminó con ella por estar contigo.
-Nada que ver, el ya no la quería.
-Pero también por tí, asi que no se de que estabas celosa, si sabes que ni cagando pues. Ahora que acabó la canción deberías ir a buscarlo.
-Espera, ahí viene Leo, mejor que el nos cuente qué paso.
-Haz visto que camina como pato, mira tiene las piernas como alicate.
-¿Quá pasa?- pregunta Leo ingenueamente al verlas reir. Lala se tapa la boca pero es imposible disimular- Ya pues, si no, no les cuento lo que paso con Sebas.
-Ya, ya- dice Alessia haciendo callar a Lala-, cuéntanos.
-Yo estaba bailando con Victoria y apareció Sebas y le dijo: "Vicky podemos hablar" y ella dijo:"Mejor vete porque ahorita viene Alessia y te pega"
-No seas tonta, es solo un rato.
-Estoy bailando ¿no ves?
-Leo dejanos un toque pues, de ahí bailan de nuevo.
-Claro, claro.
Cuando Leo se alejó, Sebastian ya estaba bailando con Victoria, apenas acabó la canción se fueron a un lado de la pista de baile, lejos de la mesa donde estaban al comienzo.
-Mira Sebas, ya se lo que vas a decir asi que anda con tu enamorada que se va a poner celosa.
-Nosotro hemos quedado como amigos Vicky, me gusta tenerte como amiga, no nos caguemos por una tontería de Alessia.
-Por mi normal Sebas.
-No, no normal, en serio, tu eres una de las pocas amigas que tengo no te quiero perder- dice acercandose y acariciandole el pelo tiernamente, ella sonríe, es mucho más simpática que Alessia y más aún cuando sonríe de esa manera.
-Por fin te dió bola ¿no?- dice ella tiernamente.
-Si, había esperado demasiado.
-¿Y yo que voy a hacer?
-No sé, ¿la madrina?
-Qué voy a hacer, no que voy a ser.
-Tú siempre vas a ser el cuero de este lugar, no te van a faltar nunca chicos que estén atrás de tí, lo sabes y lo sabe todo el mundo, no sé que te preocupas, en estos meses has tenido un montón de admiradores que sabían que ya no estabamos.
-Sí, pero no me gustan.
-Ya encontrarás a alguien, así como yo encontré a Ale, y te vas a enamorar, y ese fuego en tu corazón no lo podrá apagar nadie, es la química Vicky. Es como ese cuento de los sentimientos, que jugaban entre ellos a las escondidas, menos la envidia porque no sé le había ocurrido la idea. Entonces todos se escondieron y el amor se escondió detrás de un rosal; cuando el odio empezó a buscar, la locura salió detrás de un árbol corriendo y se tropezó con el amor, y así este quedó ciego. Desde allí la locura se volvió el lazarillo del amor, por eso se dice que el amor y la locura van de la mano.
-Qué lindo eres- dijo ella bajando la cabeza-, si no tuvieras enamorada te besaría ahora mismo.
-Yo también, pero estoy enamorado de ella y no puedo hacer nada contra eso. Tú entiendes churra.
-Ahora anda con ella antes que le de un ataque.
-Ya le dió, ella no quiso que venga a hablar contigo.
-Arreglalo Sebas, no quisiera que por mí la parejita más linda se separé, aunque... jaja, anda mejor antes que te arrepientas y yo te diga algo.
-No sé, mejor lo digas. Ahora voy buscar a Ale ¿esta bien?
-¡Sebastian!- dijo ella al verlo alejarse, él voltea y se acerca nuevamente-, no bailes nuestra canción con ella por favor.
-¿Y ahora que le vas a decir?- pregunta Lala.
-Depende de lo que me diga.
-No la cagues Ale.
Sebastian caminaba mirando a todos lados, mirando si estaba, por si se había ido. La conocía, sabía que había hecho mal en ir a buscar a Vicky, pero además que Alessia no se iba a olvidar tan fácilmente de él. Pensó que estaría aún en la mesa así que caminó hacia allá.
-Vamos a bailar- le dice Alessia a Samuelito que había llegado con Paloma.
-Pero ahí viene Sebas- dice Leo.
-Por eso voy a bailar.
-Loquita la vas a cagar- le dice Lala, pero Alessia se lleva a Samuelito del brazo hasta la pista de baile evitando así, ver a Sebastian.
-Sigue asada ¿no?- dice él cuando llega a la mesa.
-¿Hablaste con Vicky?
-Sí.
-¿Yqué fue?
-Nada, le dije que se moleste y nada más, ella sabe que yo me muero por Ale, ¿que dice ella? ¿está asada?
-Un poco, le molestó que te vayas con Vicky y la dejes sola, piensa que prefieres a tus amigos antes que a ella, yo tambien me hubiera molestado.
-Pero sabes que la prefiero a ella.
-Yo lo sé, pero ella no.
-¿Tú qué dices Paloma?
-Nada, ¿qué quieres que diga? Solo que se arreglen y se dejen de sonseras, porque ustedes se quieren un montón y están haciendo una novela de la nada- dijo tomando un sorbo de su piña colada, siempre decía las cosas tal y como eran.
-Vas a hablar con ella ¿no?- dice Lala.
-De hecho.
-¿Qué estás esperando?
-Que acabe la canción tal vez- dice Sebastian en esa forma sarcástica que solía tener.
-Tu sabes como es la loca, no la vayas a cagar Sebas- le dice Leo dandole palmadas en la espalda, él también había intercedido por Sebastian.
-Idiotita, explicale bien lo que pasó y dile que en verdad sientes por ella algo muy fuerte, llegale al corazón y así te perdonará.
-Sebas, ella también la cagó así que normal, de hecho te va a perdonar.
-Esa es mi loca- dice Sebastián abrazando a Paloma-, eres la única que me entiende.
-Ya Sebas, ahí viene, no la cagues y suerte- le dice Lala al mismo tiempo que él se paraba de la mesa.
Eran diez o quince metros los que separaban a la parejita, los que estaban en la mesa, sentían gran ansiedad, estaban a la expectativa de lo que iba a pasar, esperaban que todo se solucione, mientras Sebastián sentía a cada paso que daba, como los escalofríos iban aumentando, sentía la misma sensación que había sentido cuando le había dicho para ser enamorados, ese pequeño camino le parecía una eternidad. Ella en cambio se notaba más tranquila, tenía esa expresión en su rostro que dejaba ver seguridad, agachada y con los labios listos para decir algo, pero que por alguna razón no la decía. El momento llegó, él se para frente a ella y sin mirarla la toma de la mano y se van nuevamente a la pista de baile, ella aún mirando el suelo, lo sigue.
-¿Crees que los idiotas se arreglen? -pregunta Samuelito al llegar a la mesa.
-De hecho, esos huevones se quieren un montón, no es justo... yo debería estar bailando con alguien, abrazándolo y besandolo. Es la primera fiesta que estoy sin enamorado. ¡Qué horrible!
-Ay Lala a nadie le interesa lo que sientas- dice Samuelito sin hacerle mucho caso, todos en la mesa vuelven a reír, y aunque Lala también sonrió, se sintió un poco dolida.
-¿Ya terminamos? -le preguntó Sebastian acercándosele al oído. Ella siguió bailando como si nada.
-Eso fue lo que tu quisiste ¿no?- respondió luego de un rato. Él sonrió, seguía bailando, parecía que sabía de antemano lo que iba a pasar.
-¿Podemos hablar en otro lado?
-Con tal que no me hagas sufrir más- dijo ella agachando la cabeza, él volvió a sonreír, sin duda iba a haber reconciliación. Dejaron de bailar y salieron de la fiesta. Todos en la mesa seguían paso a paso todo.
-¿Por qué se van?- pregunta Lala a Samuelito.
-Seguro quieren hablar a solas- responde Leo.
-Hay que seguirlos.
-No jodas, hemos venido a bailar no a vigilar lo que hacen ellos, así que me voy a bailar con Chabe.
-¿Paloma vamos?- insiste Lala.
-Anda con Samuelito.
-Ya vamos Lala, no molestes a los demás.
La parejita había vuelto a lugar donde había empezado todo, él estaba sentado en un muro de ladrillos, donde habían algunas plantas sembradas de algo que parecian almendras y dalias chinas; ella se sentó a su costado, pero ninguno de los dos hablaba, él tenía un extraño brillo en los ojos, como si lo que estuviera haciendo fuera un juego, desde ese lugar aún se un estridente ritmo afro que todos coreaban.
-¿Y ahora que les vamos a decir a todos?
-Diremos que no funcionó.
-¿Y cuándo nos pregunten quién terminó?
-Yo no terminé. Pero diremos que fue mutuo, aunque todos sabemos que tu terminaste- dice ella sonriendo, él se ríe y ella al verlo pregunta aun sonriendo- ¿Qué te ríes? Así fue pues.
-Quiero volver contigo.
-Qué pena, yo no- dice ella también sonriendo, él se acerca a besarla pero ella se aleja-. Yo no me besó con nadie que no sea mi enamorado.
-No me importa- dice el poniendo sus manos alrededor de su cuello y lentamente se besan-. ¿Quieres volver conmigo?
-Sí –le responde aún besándolo, pero luego se retracta –no, mejor no, porque nunca terminamos.
-No, si terminamos, estamos volviendo ahorita.
-Si quieres tu vuelve ahorita, pero para mí nunca terminamos.
-Entonces este tiempo que estuvimos no lo contamos.
-Baboso no hemos terminado ¿ya?
Se miran sonriendo y se vuelven a besar, y de nuevo, y otra vez más. Lala, que mira desde lejos junto a Samuelito está a punto de llorar.
-Callate pues Lala, nos van a ver- le dice. Ella se tranquiliza rapidamente, estan en una parte oscura cerca a un telefono público. Samuelito también se puso sentimental, pero lo supo esconder-. Escucha, vamos a salir como si estuvieramos tomando aire, por favor no te rías como siempre y haz algo bien por favor... ¿ya ves? ya empezaste con las risitas.
-No me digas nada si no es peor- le dice ella aguantando las carcajadas.
En ese momento Sebastian voltea a verlos y les gritó algo, ellos, al verse descubiertos pero aún riendose se acercan a la parejita y Lala se sienta al costado de Sebastian.
-¿Arregalaron sus cosas?
-No te hagas pues Lala, si hemos estado escuachando todo desde allá- dice Samuelito burlonamente.
-¿Vieron todo?- preguntó Alessia.
-Todo, pero no escuchamos algunas partes.
-¿Por qué nos sigues potón?
-Por favor Alessia, estaba hablando con Sebastian.
-Vamos de nuevo a la fiesta pues.
-Ya es tarde chicos, yo creo que me tengo que ir en un rato.
-Quedate un rato más.
-¿Qué hora es?
-Las dos y cuarenta- responde Lala.
-Ya, me quedo hasta las tres y de ahí me quitó.
-Vamos juntas pues.
-O sea que todos se van- dice Sebastian apenado.
-Yo me voy a casa de Nelly, ahí voy a dormir.
-Mejor vamos a mi casa, ahí tambien va estar Leo y las chicas.
-Yo también me apuntó entonces.
-Ya ves Ale, quedate a dormir con nosotros.
-No creo, sabes como es mi papá.
-Sebas dejala, en su casa la pueden cagar.
Sebastian se queda triste y Alessia lo besa, en el fondo sabía que ella no podía quedarse, pero pensó que tal vez. Entraron nuevamente a la fiesta, y comenzaron a bailar aprovechando esos pocos minutos que quedaban, ella sentía unas ganas enormes de besarlo, se besan y él quiere decirle algo al oído pero no puede, ella en cambió sonríe y le dice: te quiero loco, y asi se quedaron abrazados hasta el final de la canción.
-Ya vamonos. Te voy a dejar en la puerta.
Dejaron de bailar y se fueron rapidamente sin que nadie los vea, agarrados de la mano, por tercera vez cruzaban esa parte vacía del local, pero esta vez hasta a puerta, caminaron rapidamente para que no sea tan doloroso al momento de despedirse. A lo lejos la canción acababa y empezaba a sonar una balada que ponía a todos la piel de gallina.
-¿No te puedes quedar?- pregunta él en un último intento.
-Sabes que no loco, yo quiero quedarme pero me pueden castigar y de ahí como nos vemos.
-Entonces vete.
-Mañana hablamos.
-Chao- dice el triste. Espera a que tome el taxi y luego vuelve a entrar al local, sus pasos son lentos, como si nunca quisiera llegar. Al entrar a la fiesta ve a Samuelito y pregunta por los demas.
-La idiota de Lala debe estar bailando y Paloma y Chabela se fueron al baño. ¿Ale se fue?
-Sí ya la deje.
-Nos quedamos un rato más y de ahi vamos a mi casa pues.
-No, mejor vamos de una vez, para tomar algo alla, ¿normal no?
-Sí, como sea.
-Voy a llamar a los demás, en cinco minutos nos vamos.
Samuelito camino por entre la multitud y encontró a Paloma e Isabel conversando cerca de la barra con dos chicos que no conocía, ellas al verlo le preguntaron: ¿ya?, y luego se despidieron de sus amigos y fueron con él. Le preguntó a Isabel quienes eran y ella se sonrojó, pero no le dijo, él, sonriendo y en forma amenazante dijo: le voy a contar a Leo ya te fregaste.
-Lalita, ¿dónde estabas?- le dijo Sebastian al verla caminando como perdida, no estaban muy lejos de los demas que ya se habían encontrado con Leo.
-Te cuento cholo... ¿dónde estásn los otros?. Vamos saliendo y ahi te digo.
Caminaron hacia la puerta, Sebastian le hizo una seña a Samuelito para que lo siguiera hasta afuera. Se juntaron y comentaban algo de un beso que habían visto, Leo decía que eran dos chicas pero los demás pensaban que era un chico de pelo largo con su enamorada.
-Bueno sea o lesbiana, me llega altamente- dijo Lala terminando con el tema-, ¿tu casa está muy lejos?
-Está aca cerca, en taxi será menos de cinco minutos.
Salen juntos y Sebastian se acerca a uno de los taxis que están estacionados, conversa un momento con el chofer y les hace una seña para que se acerquen.
-Acomódense al toque- dice desde el asiento de adelante.
-Claro, como tu ya estas bien plastada y feliz.- dice Leo quejándose.
-Bueno los mas chiquitos que vayan en la maletera- dice Lala burlándose de Samuelito.
-Tu con tal de ir mas cerca del chofer que parece zambo haces cualquier cosa ¿no?- le responde él en voz baja y ella vuelve a reírse escandalosamente.
Todos se acomodaron, Samuelito en la maletera, y Sebastian iba dirigiendo al chofer donde doblar, izquierda en esa esquina, derecha en esta, nuevamente derecha dos cuadras y llegamos.
-La plata pues- dice Sebastian al llegar, todos empiezan a estirarse y nadie le hace caso.
-Samuelito paga por mí pues- le dice Isabel.
-Por mí tambien pues chato- se acerca Paloma. Samuelito hace una mueca pero de todas formas paga por los tres. Leo también le da la plata a Sebastian.
-Falta plata, ¿quién no ha dado?
-Seguro que Lala- dice Samuelito-, dile al señor que se cobre con su cuerpo.
-Ya no importa yo voy a poner por ella- dice Sebastian mientras los demás aun seguían riendo.
Todos esperaban frente a la puerta, mirando la casa, como estudiandola, aunque era de madrugada y no se veía bien la fachada.
-¿No hay nadie en tu casa Sebas?- pregunta Paloma.
-No, pasen de frente y prendan la luz, van a llegar a la sala y ahí esperenme hasta que eche llave aca.
Leo entró e hizo lo que le dijo Sebastian, las chicas buscaban con la mirada el baño para volver a maquillarse, Lala observaba los cuadros de la sala, especialmente el de dos niños comiendo. Cuando Sebastian entró, le dijo a Leo y Samuelito que le ayuden a sacar el trago, en realidad, quería que escoja que iban a tomar, y por decisión de los tres, sacaron un tequila. Prepararon en un plato varios limones partidos y en otro pusieron bastante sal. Cuando salieron las chicas estaban nuevamente maquilladas y con el pelo un poco mojado.
-Bueno vamos a jugar algo mientras tomamos ¿no?- dice Leo sonriendo al entrar a la sala.
-Oigan chicos ¿dónde vamos a dormir?
-Hay cuatro cuartos, pero solo podemos usar tres porque donde mis viejos no se puede.
-Yo puedo dormir con Leo y contigo en un cuarto- dice Samuelito.
-Pero tal vez ni dormamos, todavia hay un montón de tequila.
-Ya bueno, pero al menos ponnos algo de musiquita pues idiotita.
-Entonces el juego es este, tomamos todos un vaso y el que termina último cuenta algo.
-Pero yo no voy a tomar tequila, me voy a emborrachar y ya estoy un poco tomada.
-Ya pues Lala no seas así, todas estamos igual y de todas formas queremos jugar- le dice Isabel.
-Jueguen ustedes, yo me voy a dormir- dice ella afligida y levantándose, nadie le hace caso y ella se aleja callada si decir nada. Todos se quedan un poco sopreprendidos por su actitud pero luego de un momento Sebastián se para y pone música lenta muy adecuada para la situación.
-Bueno, vamos a hacer lo que dijo Leo ¿no?, el último nos tiene que contar algo intimo.
Todos cogen el vaso y ponen un poco de sal entre en sus dedos. Se miran y luego de decir salud empiezan a tomar. Leo fue el último porque al querer exprimir el limón en su lengua se le había caído.
-Creo que empezarás- le dice Isabel en forma burlona.
-Les cuento mi primer beso.
-No, no, no... es algo que nosotros escojamos- dice Sebastian.
-Por ejemplo puede ser quién te gusta, o si aún quieres con tu ex, con la que te para molestando Sebas.
-¿De mi ex?- responde haciendo una mueca-. Mi ex era "buena gente", nada más.
-¿Buena gente?, no seas malo pues Leo, parecía un boxeador, creo que hasta tenía bigotes.
-Si era tan "buena gente", ¿por qué te gustó?- pregunta Isabel.
-No sé, me gusto porque era como mi mejor amiga, no sé. Ahora volvemos a tomar.
-¿Por qué?- pregunta Paloma.
-Porque yo ya les conté lo de mi ex, ahora tomamos de nuevo.
Todos se miran y se vuelven a servir, repiten la misma operación de sal, tequila y limón, pero esta vez pierde Paloma.
-Bueno, ya todos sabemos todo de Paloma, pasemos a otro- dice Samuelito, porque en verdad Paloma siempre contaba sus cosas en el salón, hablaba todo el día de su ex, de los chicos que le gustaban y de que algún día pensaba casarse de rojo.
-Todos saben lo del idiota de Alfredo, con él he hecho casi todo menos drogas. Yo sé que ese huevón es el hombre de mi vida, pero por ahora estamos peleados. Si yo no fuera tan orgullosa todo sería diferente.
-Eso es lo que me llega de las mujeres, son unas orgullosas de porquería- dice Samuelito.
-Déjala terminar- le dice Sebastián.
-Ya pues, no sé. Me muero por llamarlo y sé que el también, porque hace poco él le pregunto a una amiga por mí en un concierto. Algún día lo llamaré y sé que vamos a volver. Ese es nuestro destino.
-Ya, chupa nomás- dice Leo riéndose.
-Esperen un toque, que voy a traer más limón- dice Sebastián caminando hacia la cocina.
-¿Dónde están los viejos de Sebas?- preguntó Paloma en voz bajita.
-Están separados o algo así, casi nunca habla de eso, no le gusta o no sé- dice Samuelito.
-¿Pero cuál es el problema si mis viejos están separados hace mil años, al fin y al cabo es su vida, si ellos decidieron eso tal vez es porque era lo mejor para todos.
-Chabelita, esta bien lo que dices, pero a veces los viejos se equivocan, creo que no es un secreto que yo vivo solo con mi mamá y mi padrastro, mi viejo vive por su lado. A mí me llega mi padrastro, pero no puedo hacer nada, trato de llevarme con mi mamá y punto, mis viejos se separaron por estupideces...-dice Leo, que por primera vez lo sentimos todos muy triste.
-Bueno yo tengo a mis dos viejos y me llevo bien con ellos.
-Ay Samuelito, eso es porque tu vieja es de puta madre, es recontra joven y tu viejo tambien.
-Callense que ahi viene Sebas- dice Isabel en secreto.
-¿Qué cosa ah?
-Estabamos hablando de nuestros viejos- dice Paloma, tal vez tratando de ver si Sebastian se abria un poco frente a ellos, en forma de ayudarlo.
-¿Van a cambiar de tema?
-No creo...- le responde.
-Bueno, entonces me quito a jatear.
-Oye no seas huevón, somos tus amigos, siempre te estamos apoyando, deberías de hablar de eso, es malo guardarse las cosas y estar sufriendo solo... ¿Sebastian?
-Paloma, lo único que me caga en esta vida son mis viejos, y prefiero no malgastar mi tiempo hablando de ellos, y aunque no creas, a veces es mejor quedarse callado.
-Qué huevón que es Sebas algunas veces- dice ella cuando el desaparece de la sala.
-Pero no todos somos iguales Paloma, no sabemos lo que le pasa a él y si no quiere contarnos tal vez sea porque aún no se siente preparado o en tanta confianza.
-Leo tiene razón, pero hay que acabar el tequila de una vez, porque vamos a parecer recontra conchudos tomando en su casa y él durmiendo- dice Isabel sirviéndoles un vaso a cada uno. Todos toman el vaso y se sirven otro rapidamente. Lentamente y casi sin que nadie se diera cuenta, Isabel estaba cada vez mas cerca de Leo, en una acción mutua se iban juntando sin que nadie se diera cuenta.
-Bueno...- dice Samuelito-, ahora solo queda un cuarto.
Todos se miran y corren hacia el cuarto tratando de botar al que iba adelante; finalmente fue Samuelito el que llegó primero al cuarto.
-Samuelito yo duermo contigo pues- le ruega Paloma.
-¡Bien Paloma, no sabía que te gustaban los chatos!- dice Leo burlándose.
-Calla imbécil- le responde ella acompañando la frase con un puñete.
-Mejor duerman ustedes acá- dice Samuelito refiriéndose a Isabel y Paloma.
-No, normal duerme con Paloma- sonríe Isabel maliciosamente y Samuelito le guiña el ojo.
-Bueno, no te voy a rogar tampoco- dice él entrando al cuarto, Paloma se despide y entra también. Isabel regresa a la sala y Leo se queda pensando, mas nervioso que nunca pero a la vez muy contento emocionado, si tenía una oportunidad más clara era esta.
-Chabe, si quieres anda duerme con Lala.
-Ya debe estar dormidota.
-Dile a Sebas entonces, él se acaba de ir.
Ella lo mira y se siente un poco decepcionada, se le nota en la cara, se acerca a con la cabeza agachada.
-Vamos a decirle.
Caminan juntos hasta la puerta del cuarto. Leo toca la puerta llamando en voz baja a Sebastian, nadie contesta y los dos se preocupan al pensar que Sebastian ya se había quedado dormido también.
-Mejor abro la puerta- le dice Leo.
-¿Y si es Lala?
-Ni que estuviese calata, hay que entrar a ver, no creo que se molesten- dice y lentamente mueve la manija si hacer ni un ruido, la puerta se abre y los dos asoman la cabeza.
-No hay nadie aquí- dice ella viendo la cama vacia.
-¿Crees que...?
-¿Qué? Que Sebas y Lala estén...
-¿Tu crees?
-Vamos a averiguarlo- dice ella cogiendolo de la mano, él se queda sorprendido y ella repite-, vamos.
Avanzan hasta el otro cuarto y al llegar a la puerta, los dos se agachan un poco y ponen sus orejas pegadas a ésta para escuchar. Sin darse cuenta, los dos están casi chocándose, ella lo mira como queriendolo besar, pero las voces de Lala y Sebastian la interrumpen.
-Acá están los dos.
-Sí, ya se cagó porque le voy a contar todo a Ale.
-No seas pues Chabe, ellos son patazas no creo que pase nada.
-Sí, tienes razón son patazas- dice ella como queriendole dar una señal. Él la entiende rapidamente.
-Pero ¿quién sabe?
-¿Por qué lo dices?
-Porque nosotros somos patazas.
-¿Y eso que tiene que ver?
-Nada en realidad- dice cerrando los ojos y acercandose para besarla, ella se deja, no es la primera vez que se besan, el ciclo pasado, cuando estaban Mauricio y Ximena, ellos se habían besado en la terraza del local, nadie lo sabía, pero lo sospechaban y todos sabían que se gustaban.
-¿Nos vamos a quedar aquí?- dice él luego del beso.
-No te entiendo.
-Vamos al cuarto mejor- dice y luego se da cuenta del sentido que ella pudo haber entendido.
-Eso se escuchó bien raro, pero en realidad tienes razón. Pero no vamos a hacer nada de lo que yo no quiera.
-Claro, no te preocupes Chabe- le dice volviéndola a besar.
-Leo- le dice ella antes de entrar al cuarto-, ¿estamos?
-¿Tú que crees?
-No sé.
-Yo quiero estar, ¿tú quieres estar?
-Sí- dice abrazándolo-, sí quiero estar.
Se abrazaron y entraron al cuarto ella se echa en la cama y él cierra la puerta.
-Lala... ¿Lala estás dormida?- dice Sebastian viéndola en la cama-. Huevona estás en mi cama, anda al otro cuarto.
Ella no se mueve, él se acerca y le mueve los pies y tampoco encuentra respuesta. La vuelve a mirar, le parece lindisima pero no puede hacer nada, se acerca más y le mueve los hombros, repietiendo su nombre en voz baja, con mucho cariño, como si la estuviera acariciando.
-Lalita, despiertate pues.
-¿Sebas?- dice ella abriendo los ojos y con la voz apagada, luego se rasca la cabeza y estira sus brazos.
-Estas en mi cama idiotita.
-No molestes pues- dice ella aún medio dormida- ¿Qué hora es?
-Son las cuatro y media.
-No jodas, quiero dormir... ¿dónde están los demás?
-Están en la sala hablando de sus familias y ese tema me llega al pincho- dice él echándose a su lado.
-No me tientes Sebas- dice ella sonriendo.
-No sé qué pasa con Alessia. A veces es tan linda, y a veces es tan fría que no sé en realidad lo que ella siente, porque me muestra lados distintos que me confunden, creo que ya pasamos el limite de los amigos y eso, ahora ya no hablamos como antes, como cuando eramos patas.
-Sebas ustedes están normal, yo los veo normal.
-Sí, pero no sé, me gustaría que fuera un poco más como tú.
-Con eso quieres decir que yo también te gusto.
-Tú sabes que me gustas, pero hay algo en Alessia que... ¿escuchaste? Creo que hay alguien en la puerta.
Los dos se callan, ven las sombras por debajo de la puerta.
-Que se jodan, ¿acaso estamos haciendo algo malo?- dice ella cuando las sombras desaparecen.
-Sí tienes razón.
-Oye volviendo al tema, la loca y tú son el uno para el otro y sé que si yo te doy bola nos vamos a cagar todos, tú me gustas Sebas, se podría decir que eres una de las razones por las que terminé con mi ex. Tú me hiciste ver cómo debía ser una relación de pareja, cómo un pata se debía templar, me hiciste ver que los hombres pueden ser diferentes.
-¿En serio tanto?
-En serio, él era diferente a tí, a él solo le gustaba por el físico y cuando se aburrió, empezó a hacer cada huevada, me llegó que me haga eso, después te conocí y me dí cuenta que ese huevón no valía la pena y lo terminé, creo que fue lo mejor que hice.
-¿Por qué no me dijiste que yo te gustaba?
-Porque hablabas todo el día de la loca y estabas templado de ella, me parece lindo que ahora sean enamorados porque sé que los dos son igual de buenos.
-Me haces ruborizar Lalita.
-¿Te puedo preguntar algo idiotita?
-¿Sobre Ale?
-No, es otra cosa, pero no quiero que te molestes quiero que confies en mí.
-¿Qué cosa?
-Es sobre tus viejos, ¿por qué nunca hablas de ellos?
-Lala tú eres mi pataza, no me hagas esto.
-Huevón, ¿siempre vas a ser así? Escondiendo algo a tus amigos, ¿quién sabe si te podemos ayudar ? Tal vez piensas que nos vamos a reír o algo, si yo tuviera un problema con mis viejos te lo contaría como te cuento todas mi cosas, ¿Qué vas a hacer cuando la loca te pregunte? Le vas a decir que no quieres hablar de eso... Sebas haz un intento y cuéntame algo si quiera.
-Lalita- dijo él después de un rato-, la relación con mis viejas es cada uno por su lado, ellos con sus cosas y yo con las mías, a mi me hubiese gustado tener viejos que sean normales, que te den consejos sobre la vida, que no solo te digan cuidado con dejar a una chica embarazada o cosas así. Por eso casi siempre habló con mis amigos porque ahí no hay tabúes.
-¿Ya ves Sebas? No fue tan díficil. Pero es así, los padres a veces no entienden las cosas que hacemos pero lo que más quieren es cuidarnos, todo lo hacen pensando en nosotros. Me gustaría decirte que todo va a cambiar, pero no tal vez no es así... Pero siempre me vas a tener ami a tú lado.
-Eres... eers lo maximo Lalita- dijo casi susurrando. Los dos están echados mirándose mutuamente, solo se escucha la musica de fondo, ella piensa que él es un chico maravilloso y él piensa que ella es la mejor persona que ha conocido hasta el momento.
-¡Imbécil!- dice ella empujándolo y haciéndolo caer de la cama, los dos se ríen y él se lanza sobre ella, los dos siguen riendose, haciendose cosquillas y penñiscándose, ella forcejea y se pone encima de él y le empieza a tirar con la almohada, él coge un cojín y se empiezan a atacar, ella cae de la cama y ahora él está encima de ella.
-Te gané Lalita... y si no estuviera con Ale te besaría.
-No podemos- dice ella empujándolo y parándose. Los dos se sienten avergonzados y ahora es el silencio lo que predomina.
-Voy a ir a ver que están haciendo afuera.
-Sí, anda- le dice agachada. Él sale rápidamente cerrando la puerta despacio. En el pasillo pone las manos contra la pared, como si estuviera arrepintiéndose de todo, y en voz muy baja se pregunta por qué. Al llegar a la sala las luces siguen prendidas pero no hay nadie. Ni si quiera pudieron apagar el equipo, piensa. Luego de apagar todo, camina hacia el cuarto de sus papás y al pasar por el cuarto donde están Leo e Isabel se detiene, como si estuviera pensando, luego lentamente acerca su mano a la manija y va abriendo sin hacer ningún ruído. Cuando pudo meter su cabeza vió la cama destendida y Leo e Isabel muy juntitos durmiendo o tl vez aparentando eso. Sebastian casi se pone a gritar de la emoción pero se aleja rápidamente del cuarto dejando la puerta abierta.
-Oye ven a ver esto- dice entrando al cuarto de Lala. Ella duda un momento, da un suspiro y van con Sebastian hasta el otro cuarto.
-¡Los idiotas!- dice ella emocionada y alegre, él le tapa la boca y la aleja un poco cerrando la puerta.
-¿Crees que estén?
-De hecho, ella no dormiría con un pata así por así. Además no es ninguna novedad, esos dos estaban en un plancito bien raro desde hace tiempazo. Ella ya me había comentado algo.
-Me parece bueno que esten entonces... ¿y crees qué...?
-Que hayan tirado, no creo, ella es demasiado tranquila y él debe estar templado. No creo.
-No tonta, ¿crees que Samluelito y Paloma?
-Vamos a ver- dice ella sonriendo.
Los dos van lentamente hasta el último cuarto, al llegar no se escucha nada, Sebastian abre lentamente la puerta y Lala asoma su cabeza, la escena deml cuarto anterior no se repita: Paloma está bien cobijada en la cama y Samuelito está en el suelo, con una almohada entre sus piernas y con otra en la cabeza. Sebastian y Lala se alejan un poco descepcionados. Vuelven al cuarto donde estaba Lala los dos se miran y él no sabe si entrar con ella y ella no sabe si él quiere quedarse.
-Voy a ir donde mis viejos.
-Ya- le dice ella, apoyada en la puerta.
-Hasta mañana- dice acercándose.
-Chau Sebas- dice ella dándole un beso en la mejilla, luego él le da otro y se aleja un poco.
-Si quieres algo tocas la puerta nada más- dice él, ella aún sigue apoyada en la puerta.
-Sé donde estás.
-Bueno ahora sí ya me voy.
-Chau- le dice ella, pero él se acerca y se besan y van hasta la cama.
El primero en levantarse cerca de las nueve de la mañana fue Samuelito, que había pasado una noche horrible en el piso. Fue al baño tropezándose dos veces antes de llegar, se lavó la cara y enjuagándose la boca varias veces para quitarse el sabor a cerveza. Al salir miró la sala, se veía tan diferente de día, además el desorden no ayudaba mucho. Fue a buscar algo de comer en la cocina y se tomó un yogurt que encontró en ña refrigeradora, al volver a la sala, vió a Leo deambulando por el baño.
-¿Dromiste con Chabela?
-Sí, ¿cómo sabes?
-Todo el mundo sabe -le dice Samuelito como si fuera verdad- ¿Ella ya se despertó?
-No todavía no. Oye ¿sabes dónde durmió Sebas?
-No sé, por qué lo preguntas.
-Durmió con Lala.
-¿Qué? ¿Cómo sabes?
-De verdad, fue antes que yo vaya a dormir. Chabela también escuchó.
-Vamos a ver.
Los dos caminan hacia el cuarto y Leo abre la puerta rápidamente y ve a Lala durmiendo tapada con la cobija. Samuelito cierra la puerta lentamente sin hacer ruido.
-¿Dónde está Sebas?
-Acá estaba te lo juro.
-¿Cómo sabes, lo viste?
-Los escuchamos ya te dije.
-Anda imbécil seguro que tú y Chabela estaban tan arrechos que imaginaron tonterías.
-Calla loco, en serio estaban acá.
-¿Dónde está Sebastián entonces?
-Seguro que está en el cuarto de sus viejos.
-Vamos a revisar entonces- dice Samuelito, al llegar abre la puerta como queriendo encontrar algo y ve a Sebastián durmiendo con la boca abierta.
-¡Imbécil!- dice Leo casi gritando.
-Cállate, hay que tirarle agua mejor, si gritas vas a despertar a las chicas. Apúrate- dice Samuelito sentándose en un silloncito circula que había en el cuarto. Leo rápidamente sale del cuarto y va hacia el baño a traer el agua. Luego de un rato viene con un vaso lleno.
-¿Le tiro todo o de a poquitos?
-¿Cómo te tomas la cerveza: de a poquitos como mujer o seco volteado?- le dice Samuelito en un tono burlón y Leo se ríe avergonzado, luego le avienta el agua a Sebastián que reacciona rápidamente y se sienta en la cama, tosiendo y tratándose de secar la cara con las manos.
-¡Idiotas qué les pasa! -dice al verlos, completamente chino y despeinado.
-Qué feo te ves en las mañanas compadre, te tomaría una foto para dársela a Ale, vas a ver que ahí nomás te termina por feo- le dice Leo.
-¿Qué hora es?
-Casi las nueve.
-¿Las chicas? Diles que se vayan despertando porque ahorita llega mi hermana.
-¿Qué, y el desayuno? -pregunta Samuelito.
-El desayuno en tu casa, porque ahorita llega mi hermana- dice Sebastián levantándose rápidamente.
-Yo voy a llamar a las chicas -dice Leo saliendo del cuarto y va al cuarto donde está Lala, abre la puerta y la ve aún durmiendo boca abajo, luego de acercarse un poco comienza a susurrar y luego a llamarla por su nombre.
-Hey Leo, ¿ya se despertaron todos?
-No, pero Sebas quiere que nos levantemos antes que venga su hermana.
-¿Sabes si hay alguien en el baño?
-No, creo que no. Oye, estoy con Chabela.
-¿En serio?- dice ella fingiendo sorpresa.
-Sí, ahorita la voy a ir a levantar.
-Con un beso supongo.
-¿Estás loca?, debe tener un sabor bien pendejo en la boca, le voy a decir que se levante nomás.
Lala sonríe y se despereza en la cama mientras él sale del cuarto. Ella piensa en lo que había pasado y sonríe dando un ligero suspiro, luego camina hasta el baño que estaba ocupado.
-¿Lala? -dice Paloma desde adentro.
-Sí, soy yo, ábreme loquita.
-Mi pelo estaba horrible -dice Paloma al abrirle con una toalla en la cabeza y solamente con brassier.
-¿Ya supiste lo de Leo? -pregunta Lala ignorando lo anterior-. Está con Chabela.
-¿Cómo sabes?
-Me acaba de decir, además los vi durmiendo juntos.
-¿Crees qué...? -dice Paloma pero no termina la frase, las dos se miran y hacen una mueca de asco.
Al salir del baño, encuentran a los tres chicos en la sala, tomando unas cervezas que encontraron del día anterior.
-Ustedes se pasan.
-¿Por qué? -dice Sebastián-, es pecado desperdiciar la chela.
-Pero no que ya no quedaba.
-Siempre se guardan tres para cortarla.
-¿Y ya se despertó tu novia?
-No aún no, vayan a despertarla ustedes por favor.
-No molestes, anda tu.
-Que vaya cualquiera pero al toque, ya es tarde -dice Sebastián.
Media hora después estaban todos listos para volver a sus casas, habían ordenado un poco la casa y los cuartos, compraron galletas en la tienda y ya estaban en el paradero: Leo abrazaba a Isabel, y Sebastián de rato en rato miraba de reojo a Lala que le sonreía maliciosamente.
-Hubiera venido Ximena ¿no? -dice Samuelito al resto.
-Sí, faltó Ximena, Viviana, el loco...
-Ese salón era el mejor, aunque este tampoco no es nada malo.
-Claro, oigan ¿se acuerdan del último día de clases que Lala se tiró un pedo?
-Te maleaste Lala, olía a mierda por todo el salón -dice Leo riéndose.
-¡Yo no fuí ya! -dice ella riéndo-. Fue Samuelito todo el mundo sabe eso.
-Qué cochina eres amiga.
-Sebas, diles que es mentira o empiezo a decir que fue Ale la que de verdad se lo tiró.
-Pero Lala, por qué te picas, te tiraste un pedo, no mataste a nadie... aunque ese día con el olor, creo que habías comido desmonte.
-¡Ya pues no molesten!
-Ya no la molesten pues -dice como rogando Isabel con su cara de angelito.
-Pensándolo bien, creo que fue Chabela pero se hace la loca -dice Samuelito y todos se ríen.
-Calla loco -dice Leo haciéndose el serio, porque por dentro se moría de risa.
Un momento después todos suben a un taxi y se alejan despidiéndose de Sebastián. Él se queda pensando como siempre, misterioso como ocultando algo. Seguramente pensaba en Alessia y en lo que había pasado en la noche con Lala; mete las manos en los bolsillos y vuelve lentamente hasta su casa.

SEGUNDA PARTE
"La Carta"
-¿Está Ximena? –dice sebastian mirando un carro con varias chicas cuando responden por el intercomunicador, luego ella se asoma por la ventana y se emociona de verlo nuevamente.
-¡Sebas! Espera que te abro la puerta.
En menos de un minuto se estaban abrazando y no paraban de sonreír y de decirse que estaban super guapos y un poquito más flaca tú. Se dijeron que eran unos ingratos mutuamente, se reclamaron las llamadas de teléfono que se habían prometido y luego se sentaron, un poco más tranquilos, a conversar.
-¿Qué es de toda la gente?
-Nada, no sé nada de ellos hace tiempazo.
-¿Y Alessia?
-A ella sí, pero me llega porque es una cojuda.
-¿Por qué dices eso?
-Creo que voy a terminar con ella -dijo pensando en María José.
-¿Por qué?
-Escucha -dice poniendo cara más seria, pero no la miraba, parecía algo nervioso, como siempre misterioso-, ¿qué haces si tu enamorado te dice que te gusta otra chica, pero que sólo es un gustito?
-Bueno no sé.
-Pues eso es lo que me dijo tu amiga. Por mi parte creo que ya terminé, pero ella aún no lo sabe.
-¿Estás seguro de lo que vas a hacer Sebas?
-Estamos distanciados, no sé si aún la quiero como antes.
-Si la quieres, porque si no, no la celarías con nadie.
-Los dos sabemos como es ella de voluble, un día puede decir una cosa y al día siguiente otra. Me llega no poder estar cerca de ella, ¿sabías que Leo y Chabela están? Ellos se ven todo el día y todo eso -decía él aún sin mirarla y pensando en María José, algo dentro de él le decía que le cuente, pero por otro lado sabía que le contaría de todas formas a Alessia y se preocupaba porque María José no quede mal parada.
-Sebas ella te quiere, yo lo sé.
-¿Entonces por qué le vacila otro pata? -dijo tomándose en serio lo de Alessia.
-Puede que sea solo un gusto.
-Entonces mejor que este con ese chico que le gusta y yo normal.
-La vas a fregar para su examen. Eres un celoso por las puras, sabes que ella te quiere.
-Eso es lo que me jode que no se si me quiere -trataba de hacerla entender de alguna manera, buscaba que alguien la apoye en su decisión de terminar con Alessia.
-Bueno, es tu problema.
-Mejor hablame te tí, que tal la universidad, los chicos y todo -dijo echándose en sus piernas, ella le acaricio el pelo y mientras jugaba a hacerle rulos le iba contando todos los pormenores, poniendo enfásis en algunas frases y sonriendo en otras.
Se la pasaron hablando horas, casi hasta las diez de la noche y vieron la novela juntos, tomaron un lonche de leche con galletas de vainilla y luego eél volvió a su casa pensando que Ximena lo apoyaría sea lo que sea lo que decida. Pensaba ir a la academia y faltar a la universidad, era lo más adecuado, además, quería conocer al chico que le gustaba a Alessia, de paso no se sentiría tan mal cuando terminen.
-¡Idiotita! -dijo Lala al verlo sentado en el murito que daba a la puerta de la academia, por alguna razón él sabía que la primera persona en ver sería ella.
-Hola Lalita -dice fingiendo que nunca se volvieron a ver, él había dejado de ir con el pretexto de que Alessia pueda estudiar, se abrazan como amigos nada que demuestre lo que sienten en el fondo-. ¿Los demás?
-Seguro que ya están bajando -le dice ella volteando a ver si venían, luego bajando la voz y acercándose demasiado a él le dice- ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?, mejor deberías esperar un poco, aún no quiero, la loca es mi amiga y no sé si estoy preparada.
-No te preocupes, todo va a salir bien.
-Mejor no Sebas, la vas a cagar para su examen y eso me puede afectar a mí también, mejor cuando las dos ya hayamos ingresado hace todo lo que quieras.
-Lala, no quiero estar con ella ya, no me hagas esto a mí tampoco.
-Pero con una condición.
-Dime.
-Que de acá no nos vemos hasta el examen, por favor, no quiero sentirme presionada.
-Pero...
-Cállate, de ahí hablamos eso, te quiero un montón.
Sebastián se queda sentado mirando como ella se aleja, le gustaría irse con ella, acompañarla y caminar de la mano con ella, la quiere más que nunca porque sabe todo lo que ella hace para que se puedan ver, sabe que se arriesga demasiado y eso le demuestra que lo quiere. Al ver a Alessia siente que no puede seguir más con el juego, siente que se han borrado su sonrisa y mirada maliciosa de siempre. Ella baja seria, no le gustaba para nada verlo con Lala, pero nunca lo dijo para que no la crea una celosa.
-Hola -dice ella cuando esta frente a él y le da un beso en la boca, Samuelito que está con ella le da la mano y se le nota muy risueño, como si supiera algo que va a pasar.
-¿Por qué esa cara? -pregunta Sebastián y Samuelito sonríe.
-¿Por qué no venías? -le responde él aún sonriendo.
-Para que puedan estudiar -responde Sebastián aún con cara de extrañeza-. ¿Qué pasa?
-Mejor que te cuente Ale- yo voy a estar por acá.
-¿Qué pasa? -pregunta Sebastián a Alessia luego que él se aleja.
-Te tengo que dar algo.
-Vamos a otro lado, acá hay mucha gente y yo también tengo que decirte algo a solas.
Los dos se paran del murito se toman de la mano y se van a un lugar mas alejado, un jardincito que está atrás de la academia, ahí solían verse antes de ser enamorados. Se sientan uno al lado del otro, él aún muy serio y ella demasiado nerviosa y juguetona.
-Toma -le dice entregándole un sobre.
-¿Qué es esto?
-Una carta.
-¿Y de qué es?
-Léela, es algo que no te puedo decir hablando porque me da vergüenza, así que mejor lo escribí.
-Antes de leerla tengo que decirte algo sobre nosotros, sobre tí más que nada.
-Dime, ¿vas a terminar conmigo? -le pregunta ella como siempre solía hacerlo cuando él estaba serio. Él la miró, pensó un momento en lo que iba a decirle, miró el sobre y por último tomó bastante aire como armándose de valor.
-Ale, creo que es mejor porque así podrás estar con el chico que te gusta, pero es mejor, si te sientes atraída por él es mejor que pruebes, yo te dejo hacer lo que quieres.
Hubo un momento de silencio, los dos miraban al pasto, parecía que el corazón de Alessia se hubiese apagado con cada palabra que él había dicho; trató de ocultar sus lágrimas, pero sus ojos caprichosos dejaron escapar algunas que recorrieron sus mejillas lentamente. Sebastián trataba de no mirarla porque sabía que si no lo hacía ahora nunca podría estar con Lala.
-Sigues pensando que otro chico me gusta.
-Tú misma me lo dijiste, prefiero no hablar más de ese tema.
-Pero si por ese tema estamos así.
-Ale, dejémosla ahí hasta el examen, así yo no sufro para mis finales ni tu para que puedas estudiar.
-Sebas yo te quiero.
-Yo también, pero a mí no me gusta otra chica- dijo cuando en realidad quiso decir que no de la misma manera en la que ella lo quería.
Con esas palabras parecía que Alessia no tenía nada más que decir, se quedó sentada sin poder decir nada, su orgullo no se lo permitía y renegaba no poder decirle que lo sentía.
-Vamos ya, Samuelito nos debe estar esperando -dice él levantándose y guardando la carta en su bolsillo. Caminaron rápidamente, si darse la mano, y él saludaba a toda la gente que estaba aún afuera de la academia. Samuelito estaba sentado frente al kiosco y Sebastián le hizo una seña para que se acerque.
-¿Ya? -pregunta muy alegre al verlos juntos nuevamente, pero Sebastián hizo un gesto negativo, y Samuelito vió que Alessia lloraba y cambió de cara rapidamente. En el camino al paradero ninguno habló, solo habían miradas preocupadas, impacientes por ir cada uno a su casa y pensar que nada de esto había sucedido, Alessia deseaba hablar con Milagros, ser consolada. Subió sin despedirse a un ómnibus, no quería mirar a nadie, y lloró suavemente intentándose tapar con sus pequeñas manos, un señor le cedió el asiento, no le dijo nada, pero Alessia entendió lo que le quiso decir con su mirada, y sonrió un momento. Sebastián se despide de Samuelito un rato después, se camina una cuadra más de lo acostumbrado y ve a Lala sentada esperándolo.
-Era lo mejor, para los tres.
-No sé si estoy muy contenta con esto Sebas. ¿En realidad te sientes mejor? Terminaste con ella ¿y qué? ¿Acaso ya no lo quieres?
-Me dolió, me dolió un montón.
Sebastian la abraza y llora en su hombro, Lala se sorprende por dos motivos: nunca había visto llorar a un chico y no sabía si lloraba por que aún la quería; pero trata de consolarlo acariciándole el pelo y dándole besos.
-Ya va a pasar, ahora todo va a estar bien.
-Sentí que le rompía el corazón, fue horrible...
Cuando Samuelito llegó a su casa, trató de llamar a Sebastián primero, y luego a Alessia. No encontró a ninguno y tampoco quiso llamar a sus demás amigos para no alarmarlos. En la noche volvió a llamar a Alessia y habló con ella, un poco más tranquila.
-¿Le entregaste? -pregunta medio temeroso y preocupado.
-Sí, pero fue por gusto, todo salió mal.
-¿La leyó?
-No, solo la guardó y empezó a hablar.
-¿Qué te dijo?
-Terminó conmigo, ni si quiera me dejó decir algo.
-¿Por qué te terminó?
-Llegó y dijo que la dejemos ahí, que era mejor para que yo pueda estar con el chico que me gusta, no sé que más me decía yo no podía creerlo.
-¿Y por qué no le dijiste?
-No podía hablar, no podía moverme ni nada, no sabes como se siente Samuelito, yo la cagué ¿no?
-En verdad sí, pero piensa que cuando lea la carta se va a dar cuenta, vas a ver van a regresar, y ya no estés mal pues loca, ustedes están hecho el uno para el otro, es imposible que todo termine aquí.
-Gracias.
-¿Quieres que hable con él?
-No, mejor no, si se va a dar cuenta que lo haga solo.
-¿Y si no lee la carta?
-Significará que no le importé y que he sido una tonta. Correré ese riesgo.

*****
-¿Qué harías si me muero mañana?
-Ya empezaste a preguntar tonterías... bésame y cállate.
-Qué agresiva ...
-Hoy puede ser el día- dice ella guiñándole el ojo.
-¿Si? -dice sorprendido-. Estoy listo por si acaso, o sea... que sea lo que tú digas.
-¿Me quieres?
-Sabes que sí, ¿hago algo para que dudes?
-Entonces puede ser...
-Tengo condón por si acaso.
-Ay cállate mañoso -dice ella sonriendo.
-¡Pero tú estás diciendo!
-¿De verdad eso es lo que quieres?
-Mi amor, yo no quiero hacer nada de lo que tú no quieras hacer, te respeto y te quiero un montón, más que a nadie gatita, y quiero que seas siempre feliz y que no te pase nada.
-Yo también te quiero Leo... si no fuera porque voy a llegar virgen al matrimonio me entregaría en este momento.
-¿De verdad?
-De verdad.
-No te creo.
-¿Por qué?
-Poque estamos en un taxi gatita -dice susurrándole.
-Lo haríamos al llegar a mi casa -dice ella casi besándole la oreja.
-Mejor dejémoslo ahí si al final no va a pasar nada.
Isabel lo besa y lentamente se va recostando en el asiento hasta quedar casi echada, él está sobre ella, se siguen besando y de rato en rato Leo levanta la cabeza y de nuevo la vuelve a besar.
-Ya vamos a llegar -dice ella. Él se asoma a mirar y luego se acomodan, el taxi dobla y entra a la calle de Isabel. Los dos bajan pero solo ella da las gracias, se dan la mano y caminan hasta la puerta.
-Es mejor que te vayas, puede salir mi mamá y me mata.
-Entonces te veo mañana -dice besándola, luego le sonríe. Cuando se aleja un poco ella corre trás él.
-¡No!, mejor no te vayas, te voy a extrañar un montón.
-No me voy a ir para siempre gatita, pero hoy no puedo quedarme. Te quiero mucho.
-Esta bien, anda. Yo también te quiero mucho.
Leo se aleja de ahí lentamente, volteando de rato en rato para despedirse de Isabel, que le manda besitos volados desde su puerta, hasta que entra. Él saca un cigarro y camina hasta la avenida, pensando en lo bien que la había pasado con su enamorada.
-¿Sebastian?
-Sí, soy yo, dime.
-¿Sabes quién habla no?
-Samuelito pues, eres Samuelito ¿no?
-Sí, oye dime ¿qué pasó con Ale?
-Nada, terminamos, no puedo estar con ella.
-¿Por qué?
-Tú sabes por qué. Es por ese tal no sé cómo se llama pero es por él. Ella también sabe eso, es algo que no puede ser Samuelito.
-Ella estaba mal, no sé si te interesa, pero ahora está un poco mejor. ¿Crees que haz hecho lo correcto?
-La verdad no sé que es lo correcto, creo que era lo mejor y punto, es algo que no entenderías.
-Es porque eres un orgulloso. No me jodas con lo de tu orgullo en serio, porque por una huevada así nadie termina. Sebas, trata de arreglar las cosas con ella porque sé que tú la quieres.
-Claro que la quiero, pero ella la malogró toda, me parece tonto estar con una persona que no te quiere.
-¿Sigues con eso? No te puedo decir algo, pero si hablas con ella tal vez todo se aclare.
-La llamaré por teléfono.
-¿Por qué no vas a la academia?
-Ya no tengo razón para ir. Es mejor para todos, quiero que ingresen y no esten pensando en los problemas que pueda o no tener con ella.
-Ah bueno, es tu decisión. Ya se va a cortar, después hablamos.
-Bueno, chau y gracias de todas formas.
-¿Era Samuelito? -dice Lala desde la cama.
-Sí, quiere que hable con Alessia.
-Sebas... estamos haciendo todo mal. Ya estamos juntos, nadie nos va a separar... Pero siento que debes terminar bien con Alessia para poder estar bien.
-No quiero volver a verla, sé que va a ser peor, no me obligues a hacer eso Lala.
-Entiende que nada volverá a ser igual si no arreglas las cosas, todos nos mirarán mal y pensarán que yo soy una perra cualquiera que ando en busca de los enamorados de mis amigas.
-Nadie va a pensar eso de tí -dice él acercándose y con el rostro muy serio.
-Te quiero Sebas, y si por tí tengo que soportar insultos no importa.
Cuando Samuelito colgó el teléfono, se quedó muy decepcionado de las respuestas de Sebastián, incluso pensaba que ya no sentía lo mismo por Alessia. Caminó hasta su casa pensando que tal vez él no debería meterse en asuntos de pareja y además que había desobedecido lo que le pidió ella.
-¡Samuel! ¡Samuel acá arriba!
Samuelito desde media pista mira hasta el segundo piso de la casa de Mary, su vecina, ella le hace hola con la mano y él la saluda sonriendo a medias.
-Ahorita te abro, espérame -dice ella desapareciendo de la ventana. Samuelito duda un momento, como si no quisiera ir con ella, pero luego se acerca lentamente. Ella le abre la puerta y prende la luz, Samuelito pensó al verla en polo y short, que seguramente trataba de coquetearlo.
-¿No quieres pasar?
-Bueno, solo si me invitas un café.
-Siempre tienes que pedir algo ¿no?. Pasa, solo esta Gema en su cuarto, sube al mío y te llevo el café.
Samuelito entró por enésima vez a esa casa, se la sabía de memoria y cuando se tiró a la cama, sintió como si hubiera sido ayer cuando lo hizo por última vez estando con Marisol. Se quedó pensando en que si lo que estaba haciendo era bueno o malo, de todas formas necesitaba hablar con alguien y Marisol era la que más lo comprendía y además siempre podía contar con ella.
-Mirenlo pues, ya se tiró a mi cama.
-Por favor ¿ya?, por favor...
-Ahí está tu café, no le he echado azúcar para irritarte -dice ella sonriendo -. ¿Y cómo van tus clases? Vas a ingresar de todas formas ¿no?
-Tú serás la primera en saber si ingresé o no. Todo va muy bien, las clases serían aburridas si no fuera por mis amigos, aunque ahora último Alessia tiene problemas con Sebastián.
-¿Su enamorado?
-No, Sebastián el zapatero -le dice con ese tono burlón que usaba siempre, ella se rió exageradamente.
-Samuel, te extraño bastante.
-Sí, yo también –piensa que de un momento a otro dejará de ser tan orgulloso y se perdonarán pero suspira sin mirarla y continua como si nada hubeira pasado- ¿Vas a querer que te cuente lo de Ale o no?
-Cuéntame -dice ella desilusionada.
-Lo que pasó fue que el imbécil de Sebas cree que a Ale, le gusta otro chico, pero en realidad ella le dijo eso para sacarle celos, porque el había dejado de ir a la academia bastante tiempo –dice apurado y toma un sorbo de su café, ella pone cara de confundida y agrega -. Él ya está en la universidad.
-¿Y por qué no le dijo antes que terminen?
-Porque se quedó como una idiota cuando hablaron, aparte es una orgullosa de mierda, igual él.
-Igual que tú.
-Marisol...
-¿De verdad ya no te gusto? –dice dejando de lado su taza y mirándolo fijo.
-Claro que me gustas mucho, lo sabes, pero ahora es como amigos.
-¡Ni como eso!, cuando te llamo nunca vienes... Yo aún te quiero Samuel, dime en qué la malogré para no hacer lo mismo con otro chico, dime, no seas malo.
-No fue tu culpa. Ha sido hace mucho tiempo Mary.
-Pero te sigo queriendo igual.
-Mary no la caguemos, me estás poniendo incómodo.
-Ya Samuel, estás templado de otra, dime la verdad.
-Cambiemos de tema. ¿Qué tal la universidad?
-Tú sabes que me quieres, no sé que te pasa.
-Mary mejor me voy –dice triste.
-Vete pues, pero no la cagues como tu amigo Sebastián.
-Hasta mañana Mary -dice dándole un beso en el cachete.
Samuelito salió del cuarto. Conocía el camino hasta la puerta, en realidad era como su segunda casa: había entrado en ella por primera vez cuando tenía dos años, cuando aún no hablaba bien y solo caminaba cuando quería coger algo. Ahí conoció a su amigo Brunito, de su misma edad aunque con unos meses menos, también conoció a una niña de tres años y medio, hermana de Brunito. Él y Brunito se hicieron los mejores amigos, durante toda su infancia iban de arriba a abajo juntos, nunca se les veía separados y siempre sonriendo o tramando alguna travesura. Con Marisol el trato era diferente, ella tenía sus amigas y había cierta rivalidad contra ellos: en los carnavales esto se notaba aún más. Para Marisol Samuelito era un hermano más con quien pelear, paraba todo el día en su casa jugando con los juguetes de Brunito, porque tenía toda la plata del mundo y se compraba de todo. Fue por tener toda la plata del mundo, que a los quince años, dejó el colegio San Agustín para irse a Argentina a estudiar y de paso probar suerte en el futbol. Para Samuelito fue como perder un brazo o una pierna. Durante un mes no salió de su casa, recordando a su mejor amigo, tal vez el primer amigo con el que habló, recordando sus juegos de niños, el árbol donde cazaban abejas para hacerlas pelear con chanchitos, su primer beso en el carro del papá de Brunito con una amiga de Marisol a los once años. Luego de su auto-encierro, salió de su casa a ver las calles, pero al salir lo sorprendió un globazo en la espalda, era Marisol, que aún sonreía. Él trato entre ellos mejoró en la adolescencia, desde que él la consoló en su quinceañero, lloraba porque su papá no podía estar con ella. Esa fue la primera vez que hablaron como amigos y no como el amigo de su hermano. Todo ese verano lo pasaron juntos, se hicieron más amigos y se contaban todo lo que hacían en el colegio, y algunas veces ella le ayudaba con las tareas. El fue a su fiesta de promoción y decidió olvidarse de la advertencia que Brunito le había dado antes de jugar a la botella: "La hermana de un amigo es hombre". Aunque Samuelito sabía que Marisol salía con un chico universitario, le dijo que sentía cosas por ella y que le gustaría que fueran enamorados. Inesperadamente ella aceptó. Al comienzo los padres de Samuelito no estuvieron de acuerdo con ese amorío, con el tiempo lo aceptaron. Duraron un año y tres meses, exactamente la edad que los separaba. Luego se enteró que ella salía con un chico de su universidad y aunque sintió muchos celos, decidió no ir a buscarla ni llamarla nunca más, se dio cuenta que Marisol le gustaba mucho más de lo que pensaba e incluso se arrepintió por haber terminado.
- Sebas ¿le dijiste?
-Sí -dice él desde su cama. Su hermana entra al cuarto y lo mira con tristeza- ¿Crees que la cagué?
-Eres el único que puede saber eso. No has dicho que no sientes nada por ella y que sientes algo por otra chica, es lo mejor, así le hayas roto el corazón, mejor que lo hagas ahora antes que siga engañada por más tiempo.
-Sí, la verdad creo que hice lo mejor.
-¿Qué es esto? -dice ella al ver un sobre encima de la mesa de noche.
-Es una carta que me dió antes que terminemos.
-¿No deberías leerla?
-Prefiero dejarla ahí.
-Yo la puedo leer entonces.
-Si quieres, en realidad también me da un poco de curiosidad, pero conociendo a Alessia, debe haber escrito cosas bien cursis y que en realidad me causan un poco de gracia. A veces siento que hablo mal de las mujeres, exceptuando a ti hermanita.
-Lo que pasa es que tienes pensamiento de chibolo -dijo ella en un tono sarcástico, quería vengarse por lo que había dicho-, pero no te preocupes, asi son todos los hombres.
-Bueno, ¿vas a leer o me vas a seguir atacando?
-Leeré -dice ella echándose a su cama, en la misma posición en la que estuvo con Lala cuando conversaba con Samuelito-. "Querido Sebastiancito...", mira que ridícula: "De una loquita para otro loquito", se nota que la chica estaba enamorada de ti... ¿qué más...? bla, bla, bla... bla, bla, bla... mmm -de un momento a otro deja de hacer el zumbido y pone cara de misteriosa y Sebastián trata de quitarle la carta pero ella no lo deja-. Así que la flaca te iba a engañar...
-¿Qué dice?
-Lo leo en voz alta -dice acomodándose y guiándose de su dedo-: "De que existe un chico, es verdad, pero de ahí a que sienta algo por él... por favor Sebas, eres el único que quiero en mi vida, solo te quiero a tí... Sé que no debí sacarte celos de esa manera, pero trataba de llamar tu atención... pensaba que ya no me querías y eso me volvió loca, se me salió lo poco de italiano que llevo en las venas y traté de sacarte celos...".
-De todas formas no me sacó celos.
-¿Y por qué la terminaste? A mí no me engañas, te conozco y eres recontra celoso, los dos lo sabemos.
-Soy celoso, pero en serio no sentí celos de lo que ella me dijo.
-¿Te gusta otra chica no? Ay Sebas, no me imagino cómo estará esta pobre chica.
-Eso es lo que no sé.
-Vamos Sebas, a uno le gusta o no le gusta una persona. Si tu crees que con Alessia ya no es, mejor dejalo ahí.
-Eso es lo que trato de hacer pero siento presión de grupo ahora, todos me miran como si yo tuviera la culpa.
-Pero Sebas –dice Carolina parándose-, las cosas se dan y uno no las puede controlar a veces.
-Lo sé –dice dejándose besar en la frente-, hasta mañana.
Esa noche Sebastián no pudo dormir. Pensaba en Alessia, en María José, pero más que nada en todos los problemas que estaba ocasionándoles, pensaba que era mejor alejarse de las dos en todo caso, no tenía ganas de salir, de ver a sus amigos, tenía vergüenza del que dirán, que seguramente Samuelito le iba a preguntar mil cosas, Leo le iba a decir que la estaba cagando huevón, y de Paloma no sabía que esperar, pues, ella era una loca como él, que solía decir las cosas tal como son.
A las once de la mañana recibió la llamada de una amiga de Alessia, le dijo que por favor tenía que verlo, seguramente para mandarlo a la mierda, pensó. Decidió ir y afrontar lo que le iba a decir, y si, tal vez le diría que le gustaba Lala, que ahora ya no podía hacer nada, incluso pensó en cómo iba a pedir disculpas públicas a los demás.
-Me siento culpable de lo que ha pasado... no miren a Lala porque ella no ha tenido la culpa –dijo mirándose al espejo antes de salir.
Se encontraron cerca del parque el Olivar, caminaron un poco y Sebastián le invitó unos helados para poder conversar mejor.
-Sebas, yo sé que nosotros no somos tan amigos, es más, casi nunca nos hemos hablado, sé que piensas que Ale me ha mandado a hablar contigo y todo eso, pero la verdad es que yo estoy preocupada por ella. No te imaginas, está mal, ayer vino llorando a mi casa, estuvo como dos horas triste, yo no sabía que hacer, ella solo lloraba y lloraba como loca.
-Pero las cosas se han dado así Mili, yo en realidad necesito un tiempo solo, si ahora vuelvo con ella, estaría dando mi brazo a torcer y por más que sea lo de la carta, ella no debió hacer ninguna de esas cosas que me parecen bastante infantiles –dijo con una seriedad que ni el mismo se creyó, a cada palabra que le salía, se sentía más seguro e incluso él mismo empezó a creer que ese era el motivo, se olvidó por completo lo que había estado practicando frente a su espejo.
-¿Todavía la quieres?
-No sé, la verdad ahora no pienso en ella de esa manera.
-¿Y esa chica María José?
-¿Lala? –respondió tratando de ponerse nervioso- Lala es simplemente mi amiga, nada más.
-Pucha, si vieras a Ale cada vez que me habla de ella, dice que siempre la abrazas, que son muy cariñosos, hasta pensó que en la fiesta esa ustedes se habían besado.
-No, nada que ver...
Se quedaron un momento callados, Milagros bajó la cabeza pensando en que le había brillado los ojos y se había formado una pequeña sonrisa en él cuando dijo lo del beso; él pensaba en María José, quería ir a verla a la academia y decirle que no iba aguantar hasta el examen para poder verla, pero luego pensó que ella era bastante inteligente pese a lo que los demás decían, pues había pensado no sólo en ella, si no que también en él y los exámenes de la universidad. Sonrío nuevamente y luego se dio cuenta que aun seguía sentado frente a Milagros.
-En que piensas Sebas.
-En las cosas que he pasado con Ale. Después de todo siempre es un bonito recuerdo todo, la academia, las tonterías que hacíamos juntos...
-¿Les? –dice Samuelito luego de reírse no muy escandalosamente, Alessia estaba como ayer-. Cambiando de tema a algo más serio, hay algo que no te he contado, te lo digo en el descanso.
-Dime, me vas a dejar con las ganas... ¿Es sobre Sebas?
-No es sobre mí.
-Okay, me cuentas luego –no había nombrado a Sebastián en todo el día, por un momento cambió su mirada y volvió a quedarse callada sin decir nada, como si se hubiera muerto algún familiar, esa expresión volvió a aparecer y Samuelito se había dado cuenta.
-No te pongas así, todo va a ser como antes vas a ver.
-Sin Sebastián no creo amiguito.
-¿Qué pasa? –pregunta Leo en voz baja, luego mira el rostro de Alessia y le pregunta- ¿Qué pasa loca?
-¿Qué no sabes? Sebas y yo terminamos.
-¿En serio? –preguntó esta vez mirando a Samuelito.
-Después hablamos mejor.
Al acabar las clases, bajan todos a la cafetería, Lala, Samuelito, Paloma, Leo e Isabel se sientan en una mesa. En el ambiente se notaba que pasaba algo, pero nadie se atrevía a preguntar, menos aún Lala, que se esmeraba en que el tiempo pase rápido, en estar en la universidad, en decirles a todos que lo sentía, que no era su culpa.
-Antes que todos pregunten, ayer.... Sebas y yo terminamos. Ustedes son mis patas y no quisiera que nadie se entere, en realidad quisiera que quede como si no paso nada y concentrarnos en el examen.
-¿Cómo que terminaron? –preguntó Isabel en voz baja.
-¿No escuchaste? –le dice Paloma medio amaraga. Ninguna de las dos creía lo que había dicho Alessia, pero aunque Paloma estaba más calmada, tenía las mismas ganas de saber que Isabel y todos los demás. El más preocupado con todo el tema era Leo, que pensaba en cómo podía afectar esto Alessia para su examen, pensó que debía llamar a Sebastián apenas acaben las clases.
-Si quieren también podemos hablar de otras cosas, no es el fin del mundo.
-Ya bueno, como nadie va a hablar quiero contarles algo –dice Samuelito moviendo con un lapicero el jugo de Lala -, es algo muy personal, no se lo había contado a nadie, pero ustedes son mis amigos y espero que puedan ayudarme. Se trata de una chica, que se llama Marisol; yo estuve con ella hasta hace poco, unos meses antes de entrar a la academia, sé que tal vez no sea el mejor momento, pero igual como nadie habla... –miró a todos y notó que estaba atentos a lo que decía -. La cosa es que me dio a entender que yo le gustaba, y la verdad es que a mi también me gusta, pero no sé que pasa.
-Samuelito, si te gusta que vas a hacer pues, tienes que aunque sea intentarlo –dice Lala pensando en ella y Sebastián -, si te gusta y tu le gustas, no importa que o quien este en el camino, tu no escoges de quien te enamoras ni a quien le vas a gustar.
-Tienes razón –dice Paloma pese a la cara de extrañeza de los demás -, pero primero debemos saber qué pasó para que terminaran.
-Fue solo un momento en que sentimos que nuestra relación no iba a ningún camino y decidí que debíamos terminar.
-O sea que terminaste por huevón –le dice Leo moviendo la cabeza.
-Igual que no sé quién.
-Ay Les por favor, ¿no que no quieres hablar del tema y que no se qué?
-Además son cosas diferentes Les, no vamos a comparar.
-O sea que Samuelito te la tenías guardadaza... nosotras queríamos acomodarte con Karen –dice Isabel haciendo pucheros.
-Bueno creo que no, ahora si en serio, ¿qué es lo que debo hacer?
-Agárrate a la chica y punto.
-Ay no seas asi –dice Isabel también parándose tras de Leo.
-Al final que pase lo que tiene que pasar.
-Sí, creo que Lala lo resumió mejor que todos.
Todos se pararon en ese momento, pero Lala tomo a Alessia de la mano y la jalo un momento.
-Ahorita vamos –les dijo a los demás que se habían quedado mirando.
-¿Qué pasa?
-Mira Les, tu eres mi amiga y sé que lo de Sebas te puede afectar en el examen. Yo estoy dispuesta a hablar con él, pero creo que lo mejor en su caso es que lo solucionen juntos. No se porque pero creo que se va a arrepentir de lo que hizo, lo conozco, y se que te quiere, solo que está inseguro.
-La verdad es que no quiero hablar del tema Lala, y menos ahora. Preferiría que dejes ese rol que te has propuesto hacer, porque prefiero estar enfocada en el examen, y si tú y Sebastián van a estar en el mismo plan una y otra vez,
-Discúlpame, solo pensaba que te podía ayudar.
-Si bueno, para eso tengo a mis amigas, pero gracias de todas formas.

* * * * *

alessia había llegado temprano, esta vez no quería que sean como los examenes pasados. Buscó a Samuelito pero el todavía estaba en su casa pensando en algunas formulas que no debía olvidar. Leo desde lejos vio la vio caminar como perdida entre el tumulto y se le acercó.
-¡Loca!
-Hola, ¿a qué hora llegaste?
-Hace un ratito, ayer no dormí nada.
-Yo tampoco.
-¿Estás nerviosa?
-Algo, pero supongo que ya me pasará. ¿Tú?
-Me llega, que pase lo que pase pues. Tu sabes que tampoco era el chico modelo en la academia. Tu sí de hecho que la haces.
-Ay ni digas ... si yo ingreso tu también porque por ahí estamos.
-¿Qué vas a hacer después del examen?
-Olvidarme de todo.
-Vamos a tomar algo con todos los del salón entonces.
-¡Claro!, a lo que venga.
-Ahí viene Samuelito –dice mirando hacia el tumulto, ellos se habían acomodado cerca de un kiosco donde vendían lápices y borradores -. Está con Paloma y con Sebas. ¿Quieres quedarte o vamos allá?
-Vamos no seas tonto –dice ella dándole la mano para no perderse entre la multitud. Sebastián mira de un lado a otro buscando a María José, de pronto mira que Alessia se acerca levantando la mano. Ella piensa que ahora si está más tranquila, él piensa en que le va a decir para quitársela de encima.
-¡Después de tiempo te dejas ver!
-Hola Les, yo también te he extrañado.
-¡Sebas! –dice Leo abrazándolo.
-¿Y Chabela?
-Todavía no llega.
-¿Y por qué viniste? –pregunta Alessia, todos la miran un poco sorprendidos, Sebastián no supo que decir, pero luego sonrió.
-Porque acá está mis amigos y quiero darles mi apoyo. Además...
-¿Cuánto tiempo falta? –interrumpe Paloma, parece saber lo que va a pasar y por eso corta el tema, piensa que para dar el examen, uno tiene que estar lo más sereno posible, aunque ella por dentro está súper nerviosa.
-Falta media hora –responde Samuelito.
Samuelito estaba preocupado por Alessia, creía que se iba a desconcentrar en el examen, al igual que Isabel desde el carro con su papá, pensaban que lo mejor no hubiera sido ver a Sebastián antes del examen. Sebastián no sabía que hacer en realidad, se sentía incómodo con Alessia frente a él, y sentía que era la unica que no se daba cuenta que el ambiente no era el propicio, ni para ella ni para él.
-Ya vuelvo en un rato –dice mientras los demás hablaban de historia del Perú, Paloma lo miró fijamente, tratando de obligarlo a quedarse, –es que acabo de ver a Victoria y quiero saludarla.
-Te vas a quedar después del examen ¿no?
-No creo, voy a comer a mi casa y vendré acá como a las siete para ver los resultados. Suerte a todos, de hecho que la hacen carajo, para qué decirles más si sé que en la noche vamos a celebrar como locos –esta ultima frase la dijo casi sin convicción, se notaba muy disforzado el pobre. Samuelito miró a Alessia que se había quedado admirada.
-No digas nada Les, hay que pensar solo en el examen.
-No iba a decir nada, vamos con la gente del salón allá deben estar los demás.
Todos se callaron y avanzaron entre la gente, saludaban a algunos chicos de otros salones de la academia, algunos amigos del colegio y a profesores que antes les habían enseñado.
Media hora después todos caminaron hasta la universidad dejando las veredas y las pistas vacías. Sebastián se junto con un grupo de chicos y chicas que habían ingresado junto con él, fueron a comer cebiche y por que no, unas cervezas.
Nunca encontró a María José y eso lo había preocupado más que el examen de sus amigos. Había pensado en ella no sólo al momento de dar sus finales, si no a cada instante, pensaba más y más en ella, y se imaginaba entrando al salón de la academia y que ella se alegraba de verlo y que se abrazaban y se daban un beso frente a todos, pero ninguno los miraba mal, todos sonreían, Samuelito los molestaba y Leo y Isabel se alegraban de tener con quien salir en pareja.
Se preguntaba que sentía María José por él, tal vez ella ya no quería nada y por eso se había alejado, pero cada vez que le venía ese pensamiento a la mente movía la cabeza de un lado a otro y se repetía que no en voz muy baja, cuidando que los demás no lo vean. En eso llego Ximena, los dos se abrazaron y se alegró aun mas cuando vio a Mauricio y Alejandra de la mano, los demás chicos los saludaban y empezaron a recordar cosas de la antigua academia, de cuando ellos estuvieron y sacaron dos cervezas más, y todos estaban más alegres, pero Sebastián estaba más tranquilo.
Luego de un rato llamó a Mauricio y le contó lo que pasaba, se rieron juntos puesto que ellos solian molestar a María José y también a Viviana.
-¿Qué será de Viviana no?
-Ya pues Mauricio, estoy preocupado.
-¿De que cosa? –pregunta Alenjandra y se sienta al lado de Mauricio.
-Es algo que no te podemos contar mi amor.
-¿Por qué? Ay ya pues cuentame no seas malo babosito.
-Lo que pasa es que me gusta una chica.
-Ay eso ya sabía picaron, Les es bien simpática ah, tienes que cuidarla.
-Pero no es ella quien le gusta pues mi amor –dice Mauricio tomando un poco de cerveza y luego sonríe ironicamente –. Le gusta Lala.
-¿Lala? ¿María José?
-Sí.
-¿Pero ella no tiene enamorado?
-No hace tiempo que no, desde que empezó el ciclo.
-Cholo pero tu has estado con Alessia ¿no? Al menos así llegó el chisme.
-Si estuvimos un tiempo, casi nada en realidad.
-Y ahora que le gusta Lala no sabe como decirle a los demás. Tu sabes pues mi amor, esa cosa de presión de grupo.
-Ay pero no les hagas caso cholo, tranquilo nomás, uno no escoge de quien se enamora a fin de cuentas ¿no?
-Salud por eso.
-Salud por eso Ale.
Cuando los chicos salieron del examen quedaron en encontrarse en la puerta principal, algunos irían a reconstruir el examen en la academia, otros solo iban a estar por ahí, porque en sus casas se iban a sentir demasiado presionados. María José estaba nerviosa, se sentía perdida entre los salones de la universidad sin saber que hacer ni donde ir, tal vez ese fue el primer momento en que deseo estar al lado de Sebastián desde que se vieron la ultima vez. En realidad pensaba que no importaba lo que digan los demás, era su historia, en donde ninguna Alessia ni otras personas eran los protagonistas. Salió decidida buscando a Sebastián, tenía listo lo que quería decirle, no quería hablar más del examen, no tenía tiempo para perderlo hablando de algo que ella ya no podía cambiar, pues el examen ya lo había dado y seguramente en estos momentos los estaban metiendo en las computadoras (o eso fue lo que les dijeron), y estarían siendo corregidos uno por uno. Por un rato estuvo en la vereda parada entre muchos chicos que la miraban y ella sabía que la miraban y se sentía intimidada y muy sola.
-Lala –le dijo Sebastián tomándola de la mano.
-¡Sebas! –dijo ella abrazándolo y trepándose en él.
-¿Cómo lo diste? –le preguntó inocentemente Sebastián, no solo porque no tenía nada mas que preguntarle, si no porque sentía vergüenza de sentir cosas tan fuertes cuando sintió que ella lo abrazaba con tanta fuerza.
-No quiero hablar de eso Sebas, de verdad quiero librarme de toda esta huevada de examen. Vámonos.
-Hola Lala –dice Alejandra sonriéndoles, ni ella misma supo porque sintió por un momento que vivía nuevamente el día en que ella ingresó y Mauricio estaba afuera para apoyarla, fue el día en que también ingresaron con ella dos chicos más de la antigua academia, entre ellos Sebastián.
-Hola chicos –dice ella sorprendida –¿cómo han estado? Qué bueno que hayan venido.
-Sí, es bueno volver a verlos. Falta Viviana nomás para estar todos completos, Ximena está buscando a los demás.
-Ojalá que no comenten nada del examen, porque ya tengo hasta aca con cuales fueron las respuestas y todo eso, prefiero saber si ingresé o no en la noche o cuando salgan los resultados.
-Yo estaba igualita, no quería que nadie me diga nada. Pero no te preocupes, creo que vamos a ir a otro lado.
-Chicos, yo quiero hablar un rato a solas con Lala si no les importa –dijo Sebastián, que estaba sorprendido porque aun seguía agarrado de la mano con María José.
-Por supuesto compadre –dijo Mauricio sonriéndole.
Sebastián sonrió a María José que ahora estaba más tranquila, ya no pensaba en besarlo frente a todos porque los chicos de la antigua academia la habían ubicado en la realidad. Los dos caminaron de la mano sin decirse nada solo que él a veces le daba pequeños apretones a los que ella sonreía y se le quedaba mirando pensando que definitivamente ahora nada les importaba, las tardes serían suyas por mucho tiempo y si ingresaba o no se había vuelto un tema realmente olvidado.
Isabel fue la primera al verlos caminando con rumbo desconocido, cuando Leo se dio cuenta le hizo un gesto para que no diga nada. Era un día tan agitado para todos que lo ultimo que quería es que se peleen o pase alguna otra tontería. Abrazó a Isabel y le dijo en el oido que no importaba, que era mejor que los chicos hagan las cosas por otro lado, y mas bien defendió a Sebastián cuando ella le dijo que era un descarado por hacer cosas asi sabiendo como podría estar Alessia, es que en verdad Leo era mucho mas amigo de él que de ella, pero no quería discutir con su enamorada, hacía tan poco que habían empezado y no se había peleado y pensó que era mejor no hacerlo por algo tan inane (como le había venido el sinónimo en el examen), como lo que pueda o no hacer Sebastián. Él ya tenía planeado todo para ese día, como era Julio, lo mejor sería ir a comer algo primero, había pensado en pizzas tal vez, porque si le decía a Isabel que se moría por comer pachamanca o alguna comida de la sierra, ella pondría cara de asco y le diría que era un cholo, que eso era comida para cholos. Definitivamente no sería siempre así: con el tiempo impondría su masculinidad y virilidad y la obligaría a comer lo que él quisiera, tampoco iba a dejar de hacer algo por el hecho de estar enamorado, pero por ahora si podía soportarlo. Entonces primero sería la pizza, con un vinito para ir calentando, ahí si no había ninguna excusa que ella pudiera poner, el trago no se lo iba a quitar a si ella diga que era mala suerte tomar antes de ver las notas, así ponga la cara que más lo podía excitar, no cedería a dejar de tomar su buen vino. Para la tarde irían al cine, como quien se despeja del examen y de los resultados. Isabel sonreía mientras él iba diciendo el itinerario y se alegraba tanto que pensaba que si tuviera diez años más sin duda se casaría con él, pero por ahora podía conformarse con que ya estaban teniendo relaciones y además era el primer chico con el que lo había hecho: qué más quería.
Justamente Leo le iba diciendo que después del cine si aún tenían tiempo, podían ir a cualquier hostalito de la avenida La Marina, con eso definitivamente estarían súper relajados. Claro que para eso Isabel también tendría que aportar, porque la idea surgió repentinamente mientras ella le decía que lo amaba y que sería capaz de hacerlo ahí nomás. Los dos sonrieron pensando tal vez en las mismas cosas pero en diferentes posiciones.
Después de despedirse de todo el grupo, donde Samuelito no sabía cómo hacer para calmar a Alessia, los dos se alegraron de tenerse el uno al otro pero no se lo dijeron porque él sentía que debía mantener su masculinidad y ella simplemente no sabía por qué no lo dijo. Aunque no dijo nada al respecto, Alessia había visto toda la escena de Sebastián y María José. Pensó que lo mejor sería ver hasta dónde llegaba lo que ella pensaba que era una treta para sacarle celos. Sus ojos le ardieron al comienzo y sintió que dos o tres lágrimas se le escapaban y que en cualquier momento explotaría el llanto, pero se dijo a sí misma que sería una ridiculez ir a decirle algo porque por más que lo quería, ahora ya no importaba tanto como antes. Era verdad, sin darse cuenta en los días que no se habían visto había pensado muy poco en Sebastián e incluso solo extrañaba algunas cosas de él, pero que las colocó como parte de la rutina de su día cualquiera. Decidió ir con Samuelito y todos a la casa de Ximena, tal vez ahí él le de algunas explicaciones aunque solo quería verlo para que cuando le diga para volver, ella se reiría y le diría olímpicamente que no. Además ahora solo pensaba el examen, en las cosas que vendrían, en los regalos de sus papás, en el orgullo de ella misma al ver que ingresó entre los primeros puestos, porque la vez pasada le faltó tan poquito, que ahora había aprendido a ser cautelosa en cuanto a responder las preguntas. Cautelosa: sinónimo de prudente, precavida y cuidadosa y era justo lo que estaba haciendo en cuanto a Sebastián, aunque se daba cuenta que ya no podía pensar en otra cosa que no sea la maldita imagen de María José abrazándolo y luego que se alejaban Dios sabe dónde de la mano.
-¿Por qué de la mano? –se preguntó angustiada. Se dio cuenta que todos la miraban asombrados y esperaban alguna explicación a pregunta, puesto que Ximena estaba contando que las clases en la San Martín era demasiado relajadas en comparación a la academia.
-¿A qué te refirieres Les? –le pregunta Samuelito.
-A nada, pensaba en un problema de aritmética.
Siguieron conversando un momento hasta que por fin a alguien le dio hambre y pararon dos taxis para ir a la casa de Ximena, donde prepararían alguna cosa rápida y tomarían algunas cervezas para no estar nerviosos, aprovechando que Isabel no estaba para decirles que era de mala suerte. Alessia siguió pensando en el camino que Sebastián y María José estaban en el taxi que los seguía, pero se desconcertó al ver que no estaba ninguno de los dos al llegar a la casa, y esperó la primera media hora preparando lo que le iría a decir, segura de sí misma, incluso sonreía al imaginar la cara de él cuando ella le decía que no había pensado nadita en su relación. Pero para ese momento Sebastián y María José se habían encontrado en el cine con Isabel y Leo. Cuando compraron los boletos, María José sugirió sentarse en la parte de atrás para que nadie los reconociera, mientras que Leo e Isabel estaban atrás porque querían besarse escondidos en la oscuridad, mientras los otros espectadores estarían atentos a una película española que no le llamaba la atención. Leo fue el primero en darse cuenta que Sebastián tomaba de la mano a María José y no resistió la tentación de molestarlos, pese a que Isabel lo amenazó con no ir a ningún lado después.
-Perdón joven –dijo Leo acercándose poniendo voz ronca, por atrás de Sebastián –me permite su boleto por favor.
-Si claro –dijo Sebastián maquinalmente y le extendió el boleto.
-Perdón joven, pero está usted en la sala equivocada.
María José intentó mirar el número de la sala pero la oscuridad no le permitía leer nada de lo que decía, porque en ese momento la película estaba por empezar.
-Lo sentimos mucho señor –dijo ella parándose y saliendo de la sala. Leo trató de decirles que era una broma pero se quedó callado porque al ver a Sebastián amargo saliendo de la sala, recién se dio cuenta de la estupidez. Volvió a su sitio y le dijo al oído a Isabel que tal vez lo habían reconocido y que por eso se habían ido por la vergüenza, “sí, eso debe ser,”. Pero definitivamente no fue la vergüenza: María José se había quedado en el pasadizo entre todas las salas, se tapaba la cara con las dos manos y al verla así Sebastián la abrazó y se miraron un buen rato sin decirse nada.
-¿Qué pasa?
-Es por todo, ¡míranos!, ¿qué estamos haciendo Sebastián?
-Estamos siendo lo que debemos ser. No te entiendo, ¿es por el examen?
-Soy yo, eres tú, somos todos –dijo María José llorando. En realidad ella se había dado cuenta que fue Leo el que los había visto, no dijo nada porque pensaba que Sebastián también se había dado cuenta. Pensaba que la idea de ser la princesa de alguien solo se daba en las novelas, nunca entraría al salón mientras todos estaban haciendo la tarea de álgebra, y abrazaría a Sebastián delante de todos, incluso sabía con que ropa debería estar ese día, ella con un jean sin bolsillos y un polo pegado con varios rostros de personas que fue con el que por primera vez hablaron, y él estaría con un polo rojo con cuello pero no había pensado en el pantalón, cualquiera podía ser en este caso, pero es sí, peinado raya al costado porque le favorecía.
-Ya estamos bien Lala, nadie va a oponerse entre nosotros.
Se abrazaron y ella seguía pensando que pese a que él lo pintaba tan bonito se sentía en una prisión, quería salir por un instante de ella misma y sentir que los problemas no existían. Sebastián empezó a tener miedo, tal vez no había sido buena idea terminar con Alessia después de todo, pero definitivamente no se arrepentía, estaba seguro que pese a todos los problemas había sido lo mejor arriesgarse, porque siempre había pensado en María José desde que llegó por primera vez a la academia, cuando entró por primera vez al salón del segundo piso y la vio: estaba sentada en el recreo hablando con una chica de los aretes que traía puestos y cuando él se acercó, ella le sonrió de una manera tan peculiar que sintió que ya se conocían de antes y comenzaron a parar juntos y contarse todas sus cosas a ser confidentes mutuos. La primera vez que sintieron que se gustaban fue antes de que ella termine con Félix y él con Alessia, estaban estudiando, mucho antes de la fiesta, mucho antes que den el primer examen. Ella sintió que confundía el amor con la amistad, pero él pensaba que se trataba de un gusto físico porque sin duda alguna ella era la más simpática de todas las chicas del salón y lo mejor era que no tenía esos pensamientos tontos de que ser bonita estaba relacionado con ser creída.
Por ese tiempo Sebastián no entendía nada sobre el amor, había terminado su relación poco tiempo atrás y seguía pensando mucho en Victoria, se seguían viendo seguido y de vez en cuando se volvían a besar y se decían que se extrañaban, pero cuando veía nuevamente a Alessia se sentía como con un enamoramiento a primera vista tan repetitivo que pensaba que ni loco podría dejar de mirar a esa chica y dejar de quererla. Por otro lado y como para terminar de complicar las cosas, estuvo lo de María José, pero felizmente no llegó a mayores hasta el día de la fiesta, cuando ella ya había terminado con su enamorado pero él aún no lo hacía con Alessia.
Samuelito nunca había juzgado a nadie y no quería empezar por uno de sus mejores amigos, cuando vio que María José y Sebastián se abrazaron cuando acabó el examen, comprendió que pese a que no llevaba separado más de un mes con Alessia, nunca era demasiado rápido para empezar otra relación. No lo pensó imaginando a María José y a Sebastián juntos, lo hizo pensando en Marisol y el chico de su universidad, que se empezaban a besar y a reírse juntos de él, de que era un chiquillo para ella y que ingenuamente la seguía queriendo como el primer día de carnavales cuando lo mojó por la espalda.
-No seas tonto Samuelito –le dijo Paloma cuando terminó de contarle- lo que pasa es que te haces ideas de algo que tal vez no fue, lo mismo que hizo Sebastián .
-¿Crees que debería hablar con ella?
-Mira, yo no soy la doctora corazón, pero definitivamente deberías hablar con ella.
-Gracias Palomeca, yo voy a mi casa entonces, nos vemos a las siete en la puerta principal.
-Los resultados salen más temprano –le dijo tomándolo de la mano –sé que todo te saldrá bien Samuelito.
Ella se quedó parada pensando en lo que había dicho, porque siempre había sido la indicada para dar consejos, incluso Nicole prefería que ella sea la que tenga que ayudar a los chicos del salón por la simple razón que ella hacía siempre lo correcto. ¿Entonces porque estaba sola casi dos años sin encontrar a nadie que le diga que la quiere y que la bese con amor? No era que se haya creado un escudo que intentaba ocultar sus encantos a los chicos, pero el destino le estaba jugando tan mal que ella incluso rezaba y pedía dos deseos: ingresar y encontrar al amor nuevamente. Cuando estaba sola en su casa se sentía tan sola al ver que nadie la llamaba ni se interesaba por ella como lo hacía Isabel con Leo, detestaba haber perdido tanto tiempo y no haberlo usado estudiando los valles del Perú o las estúpidas guerras Púnicas.
Alessia estaba un poco perdida entre la conversación de Ximena y dos chicas de la antigua academia, sobre el nuevo tinte que quería para el verano, recordó que una vez ella se había teñido el cabello de un color horrible, pero no se lo cortó ni se lo volvió a pintar, siempre pensó que el cabello era un accesorio más.
-En eso te equivocas hermana –le replicó Ximena-, el peinado dice mucho de las personas
Era cierto, aunque ella no lo sabía, Sebastián se enamoró de ella cuando tenía el pelo largo y ondulado, y se desilusionó la vez en que llegó con el pelo corto, casi a la altura del cuello y no solo la hacía ver un poco más cachetona, sino que le había quitado la magia de los rulos. Pero aún así, él le dijo que se le veía hermosa y todos se alegraron entonces del nuevo corte y ella siguió pensando que el cabello era solamente un accesorio. Finalmente entendió que lo que trataban de hacer las chicas era relajarse y relajar a la vez la tensión por el examen y el problema de las canicas dentro de la canasta. Se preguntó qué hubiera pasado si no la ponían en esa academia al salir del colegio, o si hubiera ingresado la primera vez o en el mejor de los casos que Sebastián tampoco haya ingresado. Porque la academia decayó bastante cuando se fueron muchos de los compañeros del salón, y nada volvió a ser lo mismo ni se tuvo la misma mística que con el antiguo profesor. Todo había cambiado por acontecimientos tan irrelevantes, pensó que todo lo que quedaba de la vida eran fechas que se estudiarían después, las guerras y sin darse cuenta entendió mucho antes que los teóricos de la comunicación que la historia era un cuentagotas de los sucesos que querían que se dieran a conocer.
-Ahora sí hermana. Me doy cuenta que el examen te ha afectado bastante.
Eran ya casi las cinco de la tarde cuando Leo se dio cuenta que no tenía condón y no sabía como engañar a Isabel que sí, puesto que ella se negaba rotundamente a hacerlo sin cualquier tipo de protección, pese a que en reiteradas oportunidades su propia madre le había aconsejado usar pastillas anticonceptivas porque como ella misma pensaba, los dieciocho años es la edad más peligrosa, puesto que por esa epoca, cuando ella tenía dieciocho había quedado embarazada de Isabel. Pero Leo se dio cuenta que tenía más apuro en que las dos horas que habían pedido en el hostal se acaben a que ella se termine de desnudar; estaba tan preocupado con el examen que solo pensaba en cómo decirle a su mamá que no había ingresado y de las excusas que le pondria a su padrastro. Isabel en cambio, no pensaba en sí usarian o no un condon, puesto que le hubiera dado igual hacerlo de cualquier forma y definitivamente tendria que fingir, porque su mente estaba en qué ropa se pondria para la celebracion, porque pensaba que al momento de leer los resultados todos los chicos la bañarian de huevos y cerveza, cosa que le parecía repugnante pero era parte de una tradicion que por más que quisiera no podría romper. Las malas noticias que le dio en ese momento Leo le parecieron una ridiculez y simplemente se tendió a esperar que él haga todo, esperando que no la vuelva interrumpir mientras planea su noche.
María José había tomado toda la lata de cerveza en menos de lo que Sebastián se había demorado en pagarlas. No se sorprendió porque muchas veces antes habían ido a tomar, cuando aún él estaba en la academia, y ella siempre había sido una de las primeras retadoras cuando uno de los chicos sugería un seco y volteado. Tan parsimonioso como siempre, abrió otra lata y se la alcanzó, mientras ella pensaba que si se tomaba otra así tendría que ir al baño porque la cerveza siempre le daba ganas de orinar. Ciertamente tomaba esas precauciones desde la vez en que se orinó en los pantalones, cuando aún iba al colegio, en quinto de secundaria, en una de las tantas reuniones con sus amigas. Pensó que ahora no solo la cerveza la estaba obligando ir al baño, sino que la incertidumbre de saber si había o no ingresado. Sebastián que se había percatado del estado de ánimo de María José, la besó sin darle ninguna explicación. Los dos se rieron, ella sin entender nada y él pensando que había hecho algo tan lindo por alguien que estaba comenzando a cambiar. Pro primera vez se tomaron las manos oficialmente como enamorados, porque con el tiempo dirían que ese fue el beso que comenzó todo, para obviar el tema de Alessia y quedar como unas malas personas. Sin darse cuenta habían estado caminando con dirección a la universidad y precisamente en ese momento había un gran tumulto frente a la puerta principal, donde estaba colocando los resultados en unos paneles que le recordaban a Sebastián el día que ingresó pero que a María José le daban miedo.
Samuelito ya estaba sentado en la vereda del frente porque luego de sentirse humillado por la conversación que sostuvo tenido dos horas antes con Marisol lo había terminado por desanimar. No entendía como en tan poco tiempo ella había cambiado su forma de pensar, incluso pensó que todo lo de su nueva vida, de lo que le había hablado ella, era una simple coartada que él mismo había ayudado a concebir desde el día que no le dijo nada y ni si quiera tomó su café. Lo del examen había pasado a segundo plano para él, solo tenía cabeza para pensar en qué le diría a Marisol para convencerla que en realidad se había dado cuenta que quería pasar más tiempo con ella. Le aterraba tener que verla en esas dos semanas que quedaban antes de empezar la universidad y/u otro ciclo en la academia y estar tan distanciados que sentía que ya estaba sufriendo lo que aún ni siquiera pasaba. Era la primera vez que sentía una cosa así con alguien, aunque viéndolo de esa manera, Samuelito no tenía con quien comparar la relación que tuvo con Marisol, porque ella había sido la única enamorada que había tenido y no se sentía avergonzado de seguir siendo casto a los diecisiete porque creía ciegamente que ella también seguía siendo virgen a sus diecinueve años.
Pero recién cuando vio a Sebastián y María José de la mano, se dio cuenta que los resultados estaban saliendo y solo en ese momento fue a su encuentro, para no sentirse tan solo y sintiéndose parte de un triste lamento que increíblemente, él mismo había compuesto.
-Hola chicos –dijo a espaldas de ellos.
-¡Samuelito! –dijo ella tan emocionada que Sebastián dudó de los sentimientos que le tenía.
-¿Lista para recibir la noticia?
-Asi no lo esté cholo, tengo que aceptar lo que venga. Pero si no ingreso no sé que voy a hacer.
-Yo tampoco, un mes más en la academia y me vuelvo loco o idiota.
-¿Bueno, quién quiere ser el primero en saber si ingresó o no?
-Ay Sebas no seas mal agüero –dijo ella dándole una palmada.
-Antes de saber los resultados –dijo Samuelito poniéndose un poco serio -¿Ustedes están saliendo o son enamorados o qué cosa?
La pregunta cayó como un chorro de cerveza, que fue justo lo que ensucio parte del polo de Sebastián, porque uno de los muchachos que revisaban los resultados había ingresado y los demás lo festejaban. Solo por eso la pregunta quedó en nada y se apresuraron en ir un poco más alejados de la pequeña celebración. Pero en el fondo, Sebastián quería responder que eran enamorados desde hace un momento, desde que se dieron ese beso que fue totalmente incomprensible desde el punto de vista de María José porque ella ya suponía desde antes de dar el examen que eran enamorados.
-Voy a ver si ingresé –dijo ella tan decidida que ninguno de los dos le creyó, pero al ver que caminaba hacia los paneles Sebastián se le adelantó.
-Déjame ver por favor –le dijo dándole la mano, también como para que Samuelito entienda que sí, eran enamorados.
Buscaron el nombre, pero no lo encontraron porque se había amontonado tanta gente que no podían leer nada más que las marcas de las gorras y los polos de los chicos que estaban delante de ellos. Sebastián se abrió a empujones y jaladas de pelo hasta delante del panel, rápidamente buscó el numero quinientos cincuenta y dos, el nombre de María José Yábar del Pozo y justo cuando iba a ver el resultado al lado derecho de la hoja, esuchó el grito de emoción de ella y de Samuelito, que sin quererlo habían llegado más rápido a leer que decía en mayusculas: INGRESO.
Los tres se abrazaron y se hicieron un pequeño campo entre las demás miradas atonitas y algunas de envidia y porque no otras de deseo hacia ella de las cuales no se percató Sebastián y tampoco se percató de los huevos que llovian de todos lados pero de ninguno a la vez, y se preguntaba de donde caía la cerveza porque no veía a nadie con latas o botellas, solo sentía el chorro helado que de paso estaba malogrando su casaca con capucha.
Los huevos los lanzaba Leo desde la vereda, unos metros más atrás. Isabel le había dicho que de todas maneras era mejor comprar un kilo de huevos y si no ingresaban de todas formas podrian venderlos a dos por un sol y la cerveza siempre hacía falta así que decidieron comprar una docena de latas. Se alegraron tanto de ver a Samuelito saltando de emoción junto a María José que decidieron bombardearlos y luego embadurnarse ellos mismos con la masa que había formado los huevos, revueltos entre el pelo y la ropa, con la cerveza y la espuma. Todos estaban tan alegres, que Leo estaba ya celebrando su ingreso aún sin ver los resultados y se volvió a emocionar igual cuando comprobó que había ingresado. Las cosas pasaron tan rápido y la emoción era tal que nadie preguntó nada cuando vieron a Sebastián besarse con María José y peor aun cuando la cargó por los aires, ella en una posición angelical, puesto que tenía los brazos extendidos y la pierna izquierda levantada hacia atrás.
El taxi en el que venían todos los demás en ese momento recién entraba a la avenida universitaria, todos estaban nerviosos pero empezaron a darse cuenta de la proximidad de un final trágico cuando vieron el gigantesco mar de gente desde la Pre hasta la puerta principal.
-¿Saben qué? –dijo Alessia sacando una de las tantas botellas de vino que habían comprado –me importa un pepino eso de la suerte. Que me cache un burro si no ingreso.
Ximena le hizo un gesto a Viviana que trató de detenerla, y todas miraron con asombro como poco a poco la botella se iba quedando completamente vacía. Nadie más quiso tomar, sin saber si era por los nervios o porque en realidad creían en la mala suerte de la que tanto había hablado Isabel. Unos minutos después estaban todas internándose en ese bosque de gente tratando de llegar hasta los paneles cuando pasó Victoria y las saludó bañada en huevos y tan contenta que parecía mantener la sonrisa incluso cuando hablaba. Luego sin que las demás se dieran le dijo a Paloma en voz baja, casi haciendo solo la mímica pero sin perder la sonrisa y señalando a Alessia: “no- in-gre-so”. En ese momento Paloma sintió que la noticia la desbastaría pero tuvo un momento de fuerza y con la misma mímica le preguntó si ella había ingresado, y Victoria le dijo que sí pero no la pudo abrazar porque pasaba una gran ola humana que solo les permitió sonreírse mutuamente. Inútilmente trató de convencer a las demás chicas que era mejor no ver los resultados todavía, que tal vez sería mejor buscar a Leo y Samuelito, que tampoco tenían cerveza para bañarse y que ella no estaba dispuesta a que le echen vino porque se iba a sentir demasiado pegajoza por el dulce y además no le gustaba la idea de que parezca manchada de sangre.
-No, ya estamos acá y no pienso irme sin saber si ingresé o no –dijo Alessia secundada por Ximena, Viviana y las otras dos chicas que nunca supo su nombre.
-Está bien, pero yo veo tus resultados –dijo Paloma en su ultimo intento por retrasar algo inevitable.
-¿No ingrese no?
-Mejor es que lo veas tu Les, tienes razón –respondió Paloma dándose cuenta que ya todo estaba consumado.
-No ingrese carajo –dijo Alessia tirándose al pasto a llorar, no solo por el ingreso, sino también por sentirse sola, sin Sebastián, tan lejos de todo el mundo que ella tenía tan solo dos meses antes.
-No seas tonta Les, si quieres yo voy a ver los resultados –le dijo Ximena dándole ánimos mientras las demás trataban de consolarla.
Ximena avanzó y en el camino se encontró por lo menos con tres personas que conocía y le preguntaban si ella estaba postulando y algunos la felicitaban sin saber por qué y ella sonreía y pensaba que alguna vez cuando terminé Ciencias de la Comunicación en la San Martín, postularía por primera vez a la Católica.
Todos estaban celebrando en un local que había alquilado la academia, el mismo de la primera fiesta donde Sebastián y Alessia se habían besado por primera vez. Todos estaban tristes, incluso las luces parecían ténues en la mesa donde estaba sentada Alessia, los vasos a medio llenar, como esperando algo, que alguien entre gritando que se habían equivocado y ella también había ingresado entre los primeros puestos. La verdad ella fue tan fuerte que no lloró, los llantos se los encargó a Ximena y Viviana que se abrazaban y le decían que no importaba que no era momento de estar tristes, y todos los chicos, que no podían ocultar su alegría por haber ingresado, trababan de darle ánimos y ella se sentía aún más sola porque no estaría con ellos en la academia y ya nada sería lo mismo y pensaba por ultimo, que Sebastián definitivamente se olvidaría de ella. Pero aún así decidió estar en la fiesta, era momento de celebrar y además tenía motivos de sobra para estar contenta, sus amigos estaban felices, bailaban y ella sonreía y esperaba el momento de ver entrar a Sebastián y poder decirle que la perdonara, que ella había cometido los errores y que estaba sufriendo desde que estaban separados, que no habría nadie más en este mundo que lo ame como ella lo amaba, que nunca más se volverían a separar.
-Sebas, si quieres no entramos, en serio entendería si no quieres ir.
-Es tu ingreso Lala, como no vamos a ir a celebrar con todos nuestros amigos. Sé que lo de Les es reciente pero tampoco tenemos que escondernos toda la vida.
-Entonces entramos. Te quiero un mucho.
Cuando se dieron la mano para entrar, Sebastián pensaba que era algo que ya había hecho antes, le pareció tan familiar que volteó a mirar a María José para saber si era ella o Alessia. Se dieron un beso y entraron por la puerta que estaba adornada con globos y un cartel que decía “felicitaciones cachimbo”. María José no estaba nerviosa, se sentía preocupada por cómo reaccionaría Alessia, porque Leo, Isabel y Samuelito habían hecho lo imposible para que no se crucen desde que Victoria, con la sonrisa y la clara de huevo, les aviso que había visto a las chicas viniendo exactamente al panel donde estaban ellos celebrando. Pensó en ese momento que era algo extraño que en menos de un dos años Sebastián había estado con dos chicas más, y lo peor de todo era que las había dejado una por la otra y la otra por ella.
-¿No me piensas dejar cuando te aburras?
-¿Qué dices?
-Si me dejas, te juro que me muero Sebas –dijo ella mirandolo con miedo en los ojos y pensando en lo que él le respondería. Luego de un momento él le acomodo el pelo con ternura, pensando en que realmente era linda, que no necesitaba pensarlo dos veces para estar con ella para siempre.
-No te prometo que estaremos para siempre, pero te prometo al menos, que nunca te voy a dejar Lalita.
Se besaron y buscaron entre la gente a alguien conocido y aunque ninguno se sentía culpable por estar enamorado, trataban de evitar que Alessia los vea, pero cada cual tratando que ninguno se de cuenta. Estaban confundidos entre tantas personas alegres, borrachas y chicos que iban en busca de las chicas de sus sueños para decirles que estaban completamente enamorados y ellas estaban esperando que ellos se los digan y el baile era como un revoloteo de amor que se olía pero no se dejaba ver.
Samuelito los había visto desde lejos, en realidad miraba la puerta cada treinta segundos contados, con la esperanza de ver entrar a Marisol con el vestido de promoción, en realidad en esos momentos ya ni le importaba que venga con cualquier cosa porque lo único que quería era verla. Trató de no hacer notar su emoción al verlos, y tomó un gran sorbo de su tequila que no tuvo en el efecto que deseaba. Estaba decidido a emborracharse por tres razones: Haber ingresado, seguir con la esperanza de volver con Marisol y el solo hecho de estar con sus amigos una vez más. La última de las razones no lo convencía del todo, pero siempre que hacía algo le buscaba tres razones, así que tenía que encajar con algo. Cuando se enamoró de Marisol trató inútilmente de negárselo pero luego de comprender que era algo inevitable se convenció a sí mismo que sin duda había pasado por algo y comenzó a concebir una excusa tan tonta para Bruno, que desde hacía varios años estaba en otro país, pero él siempre tenía la esperanza de alguna día darle las razones exactas por las que había decidido enamorarse de su hermana y de paso para que éste no se moleste: se conocían más de diez años, como amigos se llevaban demasiado bien así que tarde o temprano iba a suceder y por último que era lo mejor que esté con el mejor amigo del hermano como quien no quiere crear suspicacias. Para terminar con Marisol, también hubieron tres motivos, aunque solo uno en realidad, pero se inventó dos más de regalo, que a la postre serían los que en realidad determinaron la separación. Pero cuando trataba de buscar las razones por las cuales ella no estaba segura de volver con él, no encontraba ninguna, simplemente por el hecho que ella, también le estaba buscando tres razones para creerle, porque pensaba que él solo quería volver con ella para sentirse un poco más seguro si es que no ingresaba, para celebrar con alguien y no sentirse tan solo y porque estaba segura que no quería romper su promesa de decirle primero a ella que había ingresado.
Paloma bailaba con David en ese momento, él estaba contento por haber ingresado, pero sintió un chorro de verdadera alegría cuando vio a Sebastián de la mano de María José, que después cuando recordaba el día del ingreso solo recordaba esa alegría tan extraña de estar enamorado. Paloma al comienzo solo pensaba divertirse sin meterse en los problemas de los demás, era en realidad una de esas noches en las que sentía que no debía ayudar a nadie y preocuparse de una vez en tratar de aconsejarse ella misma por alguna vez y ver si podía volver a enamorarse y olvidarse de estar soltera más de dos años y pensando en el mismo chico. En realidad solo se había besado esporádicamente con un chico de la academia pero nadie lo sabía e incluso a veces ella misma no se lo creía, pero seguía pensando que no estaba a la altura de ella.
-Carajo –dijo al ver pasar a Sebastián con María José unos segundos antes que el chorro bañara a David –si se cruzan con Alessia se va armar el chongo de año.
Entonces todo el plan que había creado en su mente se desmoronó para empezar a idear uno para llevar literalmente la fiesta en paz. Tenía que idear un buen plan para eso, puesto que la pareja se paseaba tan campante entre los desconocidos que se habían olvidado de estar pendientes de Alessia y se besaban en los lugares menos pensados, incluso formaron parte de un trencito al cual no habían sido invitados pero estaban ahí besándose sin darse cuenta de que daban vueltas en circulo al compás de la música. Alessia los vio. Todas las chicas trataron de calmarla, de decirle inútilmente que se había equivocado de persona mientras Ximena juraba haber visto a Sebastián con una ropa diferente en la entrada de la fiesta. Pero Alessia no estaba dispuesta a llorar esa noche, no lo había hecho por no haber ingresado, no lo había hecho cuando sus padres, aunque se aguantaron el llanto y la desilusión, le dijeron que seguía teniendo todo su apoyo y tampoco estaba dispuesta a llorar cuando se vino abajo el discurso que había planeado para cuando baile con Sebastián su canción preferida.
-¿Qué vas a hacer? –preguntó Viviana al ver que se levantaba de la mesa.
-Felicitarla –dijo ella.
Nadie le creyó. La siguieron de una manera nada llamativa, empujando a cuanta persona se atravesara como si fueran a matar a alguien, porque en realidad pensaban que ese era el destino de María José si no le avisaban que tenía que huir de la fiesta lo más rápido posible. Por un momento las esperanzas renacieron en ellas cuando perdieron de vista a la pareja y alzando las manos dieron gracias a Dios mientras los demás que las observaban, levantaron las manos también creyendo que formaba parte de una coreografía nueva y recién inventada.
Ximena no estaba amarga con Sebastián, no lo culpaba por enamorarse de otra persona, ellos habían sido tan amigos desde mucho antes que conocer a Alessia; pero sí le molestaba que no le haya contado nada y así poder ayudarlo, pero en estas circunstancias lo único que pensaba era que tenía que haber tomado demasiada cerveza para que sienta que a cada paso que daba una gotita asomaba en su pantalón y maldecía en voz baja a los líquidos ureicos. Entonces sintió la mano de María José desde el suelo, escondidos en la oscuridad como dos niños después de haber hecho una travesura, estaban debajo de una escalera sorprendidos por la caravana que los seguía.
-¿Qué están haciendo ahí? –fue lo único que se le ocurrió preguntar.
Después de la tonta explicación de Sebastián, ella los ayudó a salir de la fiesta a escondidas, gateando entre los cientos de bailantes, tratándonse de no cruzar con los vasos y cigarros que botaban los mismos, pero casi desiste en la faena cuando volteó a ver si aún la seguían y vio que ellos disfrutaban estar escondidos, ensuciándose las rodillas y las palmas de las manos, sonreían y parecía que ya no les importaba nada más que estar juntos fuera de ese lugar, o dentro. Fue entonces que Samuelito los vio desde lejos. Había ido a pedir unas cervezas en la barra y al principio estuvo confundido de ver a Alessia seguida por una comitiva de chicas que empujaban a todos los que se cruzaban y prácticamente habían formando un pequeño circulo alrededor de ellas mientras avanzaban, pero pensó que tal vez sería parte de un juego o alguna tontería digna de Alessia. Luego, cuando observó a unos veinte metros de ese espectáculo, vio que entre las piernas de dos chicas pasaba María José con una expresión de felicidad que le hizo recordar que habían ingresado esa noche, incluso trató de hacerle un salud a la distancia, pero apareció Sebastián debajo de las mismas piernas sonriendo como borracho y Samuelito entendió que intentaban salir de la fiesta por temor a las consecuencias. Iba por su octavo tequila y se seguía sintiendo tan sano como cuando había tomado el primero, entonces decidió cambiar de trago y pidió ron porque quería bajar a ayudarlos, pero con el vaso servido ya que ver a la pareja lo iba a hacer sentir peor; ya en la mesa era suficiente con ver a Leo con Isabel repartiéndose besos cada quince segundos y lo peor de todo era que los hacían sonoros, y pese a que evitaba a toda costa mirar hacia ellos, parecía que sus lenguas estaban frente a él en todo momento.
-¿Samuelito?
Al escuchar su nombre entre la muchedumbre, él tuvo la oportunidad de rezar cien veces para pedir que no sea Karen y que aunque no esté con el vestido de promoción, que por cierto había sido dos años atrás y había pasado por completo de moda, sea Marisol esperando por él. Ciertamente era Marisol, no con el vestido, si no con un pantalón negro pegado, que fue el elegido después de haberse probado ocho pantalones más y una docena entre polos y blusas para que vayan con su casaca de cuero. Solo en ese ajetreo se demoró cerca de dos horas, esperanzada en que Samuelito la iba a volver a llamar luego de avisarle que había ingresado y haciendo un intento más de volver a estar con ella. Ella no se enteró nunca que Samuelito había vuelto hasta su casa solo para avisarle la noticia luego de darse tres razones a sí mismo para hacerlo y que todo lo había hecho, se lo hubiera podido decir cara a cara porque estaba llamándola del teléfono público que estaba en la tienda, a dos casas de la de Marisol. Para mala suerte suya luego de apostarse que si pasaba un auto rojo en un conteo regresivo de diez, le tocaría el timbre, pero pese a que le dio unos tres minutos agregados por si acaso, el auto jamás pasó. Marisol había decidió ir, no porque quería felicitar a Samuelito, sino porque sentía algo tan caliente dentro suyo que unos instantes antes de llegar a la fiesta, pensó quitarse la casaca de cuero y quedarse en cueros. Buscó a Samuelito con la vista pero había una mar de personas que era casi imposible avanzar sin ser toqueteada por lo menos por dos o tres manos traviesas, que no le molestaban por el hecho en si, sino porque le estaban desacomodando el calzón de una manera escandalosa, que tenía miedo que Samuelito piense otra cosa. Por fin luego de dar ocho vueltas en circulo, lo encontró solo en la barra pidiendo un ron con coca cola, pero sin mucha coca cola.
-Felicidades huevo frito –le dijo extendiéndole los brazos.
Samuelito entonces sintió una mezcla inesperada de viento con magia y escarcha que caía del cielo raso, sintió que la voz de Marisol había sido un susurro parecido al de un ronroneo de un gato pardo y por un momento perdió el equilibrio al darse cuenta que llevaba ocho vasos de tequila y el primero de ron, sin contar en la cerveza que se tomó con Isabel y Leo. Cayó disimuladamente entre la muchedumbre que pensó que jugaba a hacerse el muerto muy convincentemente. Leo, que estaba unos metros más allá dando un pequeño descanso a su lengua, vio el momento preciso en que Samuelito caía pesadamente con un gesto lleno de alegría e incredulidad, que era el rostro exacto de una persona enamorada. Corrió junto con Isabel a socorrerlo pero en ese preciso momento pasaron la primera canción que habían bailado y que él le había cantado despacito al odio, la primera vez que se besaron en la antigua academia, donde ninguno suponía que ellos tenían un romance, más aún porque ella tenía un enamorado que se llamaba Carlos, el cual nunca le contó sobre el beso, porque pensaba que había sido tan obvio y delante de todo el mundo en la casa de Ximena, que nunca lo negó ni lo afirmó. Bailaron a medio metro de Samuelito que no se había desmayado, sino que estaba borracho por la botella y media de tequila que se había embutido a pedacitos de ocho onzas y que habían hecho su efecto en el momento más inesperado para él, que lo único que tenía en mente en ese momento era poder pararse y bailar con Marisol, que estaba tan linda con el vestido de promoción y una corona de laureles y mirtos que le daban un aire románico.
Alejandra, que se había cansado de seguir sin saber porque a la comitiva presidida por Alessia, volvió al lado de su novio, pensando que después de todo ella había sido la princesa de la antigua academia y se merecía el respeto de por lo menos bailar una vez con Mauricio que se había quedado solo con David y Paloma en la mesa. En el camino vio a Ximena que volvía a entrar a la fiesta, haciéndole gestos muy raros con la mano. Pensó que estaba borracha y no se acercó porque solo había estado dos veces con Ximena cuando se emborrachaba y sabía que no era muy buena tomadora: la primera vez fue un año nuevo cuando fueron a la playa luego de haber ingresado y antes del abrazo y lanzamientos de serpentinas y tocar los pitos una y otra vez, Ximena estaba desnudándose con un chico que aparentaba tener dieciséis pero decía que tenia veintidós, para meterse al mar. La lograron detener por un momento, pero pasadas las doce, lo único que encontraron de ella fueron sus ropas en la orilla y un eco de risas salvajes. La segunda vez fue en casa de Arturo, un muchacho de la universidad al cual le decían “chango”, y había tomado pisco en cantidades monumentales, lo cual llevó esta vez a Ximena a vomitar en los sitios más cómodos que encontraba: la cocina dos veces, el baño, la sala, la mesa de la sala, la maceta de la sala, una alfombra que se había perdido dos meses atrás y en la lavadora. Alejandra la encontró abriendo la puerta del microondas con intenciones de poner en funcionamiento su tentativa de hacerlo ahí, pero felizmente la detuvo, pero con la idea extraña de haberla dejado hacerlo para ver cual era el resultado.
Pero Ximena no estaba borracha esta vez. Estaba preocupada por saber donde estaba Alessia y decirle que Sebastián acababa de irse de la fiesta y lo único que quedaba era resignarse. Se encontró con Victoria en el camino y se sorprendió por la habilidad de ella de poder vocalizar manteniendo una rara sonrisa que le hizo pensar que estaba drogada.
-La acabo de ver entrar al baño –dijo ella un poco feliz porque nunca había terminado de perdonar a Alessia, cuando unos meses antes la hizo sentir tan perra, que aunque no le dijo a nadie, la hizo llorar.
Generosamente se ofreció a darle la noticia, aunque fingió mala gana. Había preparado un pequeño discurso antes de entrar, se arregló la falda y se acomodo el polito negro que llevaba con tiras en la espalda, con el que quería llamar no solo la atención de los chicos, sino mostrar su nuevo tatuaje de un ángel que recientemente se había hecho como ofrenda a San Martín de Porras para poder ingresar; y es que en verdad, aunque nadie nunca lo notó, el pequeño ángel llevaba una escoba en la mano derecha, pero todos lo confundieron siempre con un tridente.
-Alessia –le dijo entrando al baño y viéndola maquillarse frente al espejo –Felicitaciones hermana.
-¿Ingresaste? –le preguntó ella con un tono exageradamente sarcástico.
-Si, ingresé –dijo y luego se dieron el abrazo más falso después del beso de Judas Iscariote. Luego cuando Victoria también sacaba de su cartera algunos accesorios con colores chillantes le dijo en voz suave y castigadora –Ah, Les, tienes que unirte ya a nuestro grupo de solteronas despreciadas: Sebas se acaba de ir con Lala.
-Los felicito, pero eso ya se veía venir. Mas bien, háblame del club –respondió Alessia sin resentimiento, porque pensaba que en verdad Victoria quería rescatar la amistad que tuvieron hasta antes que él la terminó por estar con ella.
Sebastián y María José estaban de la mano, caminando sin un rumbo fijo pero con la sólida idea de estar juntos y queriéndose todo lo que la noche sin estrellas les permitía, habían logrado escapar luego de salir disfrazados de envoltijos de basura y luego se despidieron de Ximena, que con un gesto robusto en las cejas, les hacia un adiós desconsolado del cual María José pensó que era fingido, porque movía la mano por pura inercia y no por convicción, fue la primera vez que pensó que Ximena era ciega. Ninguno de los dos volvió a hablar de Alessia esa noche, casi ni hablaban y recuperaban el tiempo perdido en cada segundo que pasaba. Sebastián esperaba que ella lo abrace y sentía que así debió ser siempre, pero fue apenas perceptible en las últimas semanas, desde la ultima fiesta organizada por la academia en el mismo local del cual ellos habían escapado unos momentos antes, para que las cosas que según él estaban tan obviamente expuestas que le pareció tonto mantenerlo en secreto.
-Sebas, ¿sabes dónde estamos?
Él respondió con sinceridad, definitivamente estaban deambulando por calles inóspitas y sin sentido, donde habían un par de negros bailando alrededor de un cajón y haciendo sonar sus orejas recién cepilladas una contra otra mientras una morena enorme estaba sentada en una escuálida mecedora que apenas se movía con un vaivén desconsolador, tocando una pandereta que no hacia ningún sonido. Uno de los negritos se les acercó y les invito al segundo día de fiesta consecutiva por el cumpleaños del gran Felipe Gavilán, inventor de un postre hecho a base de turrón de doña pepa y arroz con leche. Sebastián pensó que era parte de un desfile o algo así, y tomó de la mano a María José y se pusieron a bailar en medio de todos con una alegría desbordante y luego se tomaron medio ciento de fotos instantáneas que luego fueron vendidas a tres por una en la plaza y afuera de las iglesias. María José pidió una de recuerdo antes de irse a su casa porque ya eran las nueve de la mañana cuando salían de la casa de Tomás Molino, luego de tomar un desayuno con tamal y sarsa de cebolla blanca.
Cuando Leo despertó a Isabel, pensó que había sido la noche más feliz de su vida y cada cinco minutos se recordaba a sí mismo que había ingresado a la universidad después de casi un año de preparación y además estaba junto a la persona que más quería en ese momento. Isabel, tapada hasta el cuello de una impecable sabana blanca, quería seguir durmiendo y quedarse así hasta el día siguiente y así por los siglos de los siglos. Se levantó y en un juego casi premeditado, los dos fingieron ser esposos, cosa que en realidad deseaban en ese momento porque eran felices tras la puerta de ese pequeño hostalito de dos estrellas pero que era tan acogedor como su casa misma, incluso en su arranque prematrimonial ella se había puesta una cortina en forma de velo y el aparentaba una corbata de michi con su correa y frente al espejo del baño se juraron amor eterno hasta que la muerte, o cualquiera de sus derivados vengan por ellos. Él no entendió a qué se refería ella cuando decía lo de los derivados, pero no le importó ni se detuvo más tiempo en pensar en eso porque había recordado que ya era un universitario y todo había sido tan perfecto esa noche, que jamás se olvidaría.
Cerca de las cuatro de la mañana, y con un calor insoportable debido a la casaca y la euforia de la borrachera, Samuelito se dio cuenta que estaba en un taxi, siendo escoltado por Paloma y Marisol. Lo último que recordaba era la gran pista de baile y las luces que le daban directamente a la cara porque estaba tendido boca arriba en plena pista de baile. Se dio cuenta también que Marisol no llevaba el vestido de promoción pero eso no le quitaba lo linda que estaba y de que además había ido por él y de que eso significaba que lo quería y que volverían después de todo. Nadie habló en el camino, pero Paloma pensaba en matar a Sebastián que le había prometido dejarla dormir en su casa luego de la fiesta, aunque ya Marisol le había dicho que podía dormir en su casa, ella no soportaba la idea de incomodar a una desconocida. Pensaba que después de todo las cosas estaban mejor de lo que esperaba, había ingresado y ahora solo esperaba que su papá le regale el carro que le prometió para no tener que volver a tomar taxi por ultima vez, y sonrió, le dio un beso en la frente a Samuelito pese a la mirada inquisidora de Marisol y luego dijo “hay cosas que no puedes evitar a veces”. Marisol pensó que lo decía porque le gustaba Samuelito, así que sutilmente lo atrajo hasta su regazo y cambió de tema tan rápido como el chofer se había pasado la luz roja. En ese momento las dos pensaron sin que ninguna lo sepa, en que pasaría si un policía los detuviera, y luego cómplices sin saberlo, dijeron que baje la velocidad porque Samuelito estaba a punto de vomitar un liquido extraño que en realidad eran lagrimas de alegría, porque Samuelito soñaba en ese instante, que estaba durmiendo en las piernas de Marisol, borracho de amor y de pereza, mientras ella le decía en el oído muy bajito, que lo quería un montón y que por fin nuevamente estaban juntos.

Texto agregado el 28-03-2006, y leído por 170 visitantes. (0 votos)


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