Sola en una apartada vereda, con altas montañas al lado derecho y una gran llanura al izquierdo y en la mitad la desgastada carrilera del tren, se encontraba aquella adolescente razón a un encargo que tenía que llevar a sus padres. Caminaba de prisa pues la noche se acercaba demasiado rápido y la famosa tienda pareciere estar en el infinito. Dejos de sudor recorrían su cuerpo, los latidos de su corazón eran perfectamente perceptibles, era obvió!!, Ella temía por su integridad, pues las desventuras causadas por aquel grupo de maleantes tan temidos como sádicos no eran imaginación.
Estaba en estos pensamientos cuando de repente una voz masculina que provenía de la montaña la saludó; el terror entonces paralizo su cuerpo, miró de reojo y agudizó el oído, pero era inútil ya que la pesada oscuridad lo absorbía todo; la voz continuo diciendo:
- Tranquila no te haré daño!. Yo soy quien te ama.
Aún absorta sin saber que hacer escucho otra voz, pero esta vez femenina, tan dulce y celestial que le permitió recuperar la cordura desde el primer instante que la percibió – tal vez también era afinidad de sexo, esta decía:
- Yo te acompañare siempre. Mi hijo y yo guiaremos tus pasos y no volverás a estar sola.
Ya valiente se atrevió a preguntar:
- Quienes son ustedes?
- No sabes?, respondió ella. - Igual no importa son muchos quienes no lo saben y no será necesario que te lo confirme.
- Porqué? curioseo la chica, ya relajada.
- Simple y llanamente porque cuando quieras encontraras la respuesta en tu interior. Por ahora solo avanza y olvida tus temores.
Sin comprender racionalmente el porque la chica avanzó feliz y hasta tarareó una canción, más al llegar a su destino no encontró la tienda. En lugar de ella había un gran salón; sienes de personan danzaban alegres al son de una maravillosa orquesta, cantidad de aromas inundaban el ambiente, una luz esplendorosa atravesaba el techo, y la comida ni decir - toda se mostraba exquisita. Cuando la joven llego todos callaron y acto seguido un camino de rosas se abrió delante suyo. Ella extasiada recorrió el lugar, pese a lo cual no encontró a nadie quien le fuera familiar. No obstante no se preocupó y disfrutó la fiesta.
Al otro día despertó con la alarma del reloj y comprendió que todo había sido sólo un hermoso sueño, pero lo suficiente como para vislumbrar las diversas formas que tienen los de arriba para comunicarse con los malagradecidos de abajo.
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