Sentada en una duna silenciosa del desierto, observo algo que se mueve, sobre la cálida arena somnolienta. La tarde va cayendo oxidándose, mis ojos afilados iluminados de estrellas fulguran excitados. Languidamente se desliza arrastrando un cuerpo diminuto y gracioso. Por entre mis ojos bailotean las pestañas. Me desperezo con sueño. La Diosa Nefertitis y Amon Ra en una atmósfera de sol, son un vago espejismo del pasado. La monumental obra faraonica abre sus tentáculos a un cielo rojo del desierto. Algo se trepa a mis piernas, susurrando debilmente. El aire caliente sube a mis espaldas desparramándose y esparciendo ocre arena y luz fragmentada. Un semejante me mira directamente a los ojos ahuyentando mi inmensa soledad. Lo llamare gato.