Penúltimo habitante

...hasta que el sueño nos cubrió de adelfas.
MARTÍNEZ SARRIÓN

En la acertada hombría
nudosa de sarmientos y olivo que soy hoy de repente,
ya es tiempo de pensar matas de espliego
y urbanizar con nidos la madera.

Desatadas las manos se venga en aluvión
por cada una color miel de romero, que quiero
amulatarme del tono de tus ojos.
El cuerpo abierto a marzo, que lo lave
sin pena (cómo usaba mi madre del jabón
y la esponja en las rodillas, cuánta costra)
una nevisca de tanta telaraña
que se crece, si vas dejando aposta
basura en los rincones.
Como me resistía
a dar zancadas, he quebrado las piernas
hacia arriba, que algo de sol
me bañe por tandas las raíces.

Recortado en el aire, abonado al relente
de la aurora, se pudre el esperado poema
del tiempo compartido, el único que importa.
Voy a seguir soñando asonancias y veleros.
Cadencia de los versos y ritmo inalcanzable, perfecta
conjunción (música y tempo), casi siempre a deshora
he buscado sinónimos marchitos
que me ayuden a ver
mi propio espacio. Poesía
es el remedio, jarabe,
la medicina dulce del enfermo
que teje su antibiótico a base de adjetivos.
Ayúdame a entender los celos, la mentira,
el tímido alejarse del herido
de amor y la palabra
que cura tantos males.