Carta a una mujer hipócrita
(Máscara):
Es usted un estado de ánimo. Digo su nombre y una puerta se abre en alguna parte, silenciosamente. Tengo la penosa certeza de que una puerta se abre y de que, curiosamente, usted no se encuentra en la habitación a la que conduce.
Mi Catalina es diferente a usted. Mi Catalina es imperfecta, usted no; por eso no le tuteo, busco ser respetuoso. Mi Catalina está llena de carencias; le falta pasado, le falta materia, sustancia, polvo; es demasiado gaseosa, casi como una mentira. También por eso escribo en computador lo que lee ahora, mantengo la distancia que usted misma ha creado, no puedo permitir la tibieza del lápiz y la hoja, podría escapárseme el gesto fatal, la impertinente verdad. Sólo sigo su juego, no me culpe.
Le advierto que la Catalina que usted ha encontrado conveniente enseñarme, se me ha metido muy adentro, rozando el hueso. En ocasiones me duele tenerla ahí, tan mía, tan mentirosamente propia, tan bonita. Le advierto también que - como puede deducirse de estas letras - me he enterado de su farsa.
A veces, cuando Catalina se enmudece, o en el casi imperceptible momento que sigue a una fuerte carcajada, junto con el pequeño vestigio de la lágrima y la cara roja, aparece usted.
No se asuste, no es que me haya sido fácil adivinar su presencia; el secreto está bien escondido, puede creerme. Sucede que un par de veces he presenciado la extraña combinación de luz perezosa, calle todavía húmeda y olor a tierra llovida - elementos constituyentes de su sinceridad - y, en un punto no muy definible del rostro de Catalina, ha aparecido su cara, inefable como un beso o la muerte de algo lindo; así tan sólo, por suerte, nada que ver con una eventual falta de cuidado en el maquillaje, en la constitución del personaje, en la planeadísima puesta en escena. Seguro que no tiene que replantearse las estrategias.
No quisiera que con esta carta fuera usted a enojarse, sinceramente es lo que menos busco, de verdad que le he tomado un poco de cariño (si hasta he llegado a extrañarla cuando la ausencia se prolonga mucho, incluso a quererla con todo y máscara encima) sólo espero que se entere de que ya lo sé todo y que, como lo he hecho hasta ahora cuando todo era sólo un juego de mi imaginación o una sospecha, puedo vivir con esto. Sólo resta una cosa, que espero no suene a amenaza y que tengo la esperanza de que usted se la haga saber a Catalina: la facultad de ser doble, la milenaria hipocresía, no es un atributo que sólo a usted le pertenece; algunas veces también yo…
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