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A la memoria (la ida) de mi abuela….
Si le gusto este cuento recomiéndelo, si no, también…para que vean lo malo que es.
De esta forma sus recuerdos no se habrán marchado en vano…

Dedicado a l@s Barreras Torres

Introspectiva en un reflejo


En la familia nadie recordaba muy bien cuando ni en que lugar comenzó a suceder, pero lo cierto es que lenta e irreversiblemente mi abuela estaba perdiendo su memoria.

Después de hacerle varios exámenes y de comprar un arsenal interminable de pastillas, cápsulas y hasta un par de hierbas para infusiones medicinales, debíamos asumir que la genética es innegable y que mi abuela se nos iba. La viejita dulce de manos suaves y arrugas hurtadas a Picasso, la de los ojos verdes o amarillos o ambos (la verdad que es una mezcla particular de colores), la del horno de barro con sus empanadas chirriantes y sus panes plomos de cenizas, la de la risa bulliciosa y contagiosa…se nos iba en las sombras, nos la quitaba el mal de Alzhaimer.

Poco a poco comenzó a sumergirse en el lago del olvido, y con ella sus recuerdos, sus designios, sus huellas y sueños. Iba paulatinamente olvidando nombres, rostros, fechas y lugares, pero extrañamente había un lugar que no se le borraba de la cabeza, era su casa de infancia y el recuerdo de su madre persiguiéndola por las calles para castigarla por una travesura. O cuando juntas debían ir en busca de su padre, que entre copas y vientos de popa no alcanzaba a llegar a la casa, y se quedaba dormido en la calle, cual herido en combate… combate con Dionisio por supuesto.

De este modo cada vez que la iba a visitar a su casa me sorprendía con algo diferente. Tocaba el timbre y ella me abría la puerta y me decía con su siempre jovial voz… "hola mijito, tanto tiempo sin verlo…" y me daba un abrazo grande y fuerte, para luego pasar a la cocina a conversar.


-¿Quiere una tasita de té? – me ofrecía mientras me miraba fijamente a los ojos.

-No, muchas gracias no tengo ganas – le respondía

-Estoy esperando que sea la hora de irme, es que ya extraño mi casa – seguía conversando mientras miraba la tetera puesta en la cocina.


Yo le seguía la corriente como si nada pasara, ella había vivido 30 años en esa casa pero no la reconocía como suya, y lo único que deseaba era volver a su antiguo barrio, que quizás ya ni existía.

-¿Quiere una tasita de té? – me volvía a ofrecer como la primera vez, mientras preparaba las tazas.

-No muchas gracias no tengo ganas-le decía nuevamente

-Bueno, si quiere me pide no mas – proseguía con su dulce voz.

Después de ofrecerme té y yo rechazarlo por al menos 15 veces me paré, le di un beso en la frente y le dije que iba al baño, ella asintió con la cabeza. Cuando volví a la cocina me miró con sus ojos bien abiertos y me dijo “…hola mijito, tanto tiempo sin verlo…” y me volvió a dar un abrazo grande y fuerte.

Y así cada día que la iba a visitar. Yo aprendí a escuchar sus historias sin memoria y ella aprendió que aquel desconocido la hacia reír, y quien sabe si también pensó en una de esas que yo la podía ayudar a volver a su casa, cosa que cada vez se hacia mas latente en ella. Incluso contaré que una vez a uno de mis tíos se le olvido dejar la puerta con llave y cual peregrina en procesión de fe partió en busca de sus recuerdos, de su madre fallecida y de aquellas antiguas calles donde ella solía jugar descalza. De esta forma camino y camino. Nosotros por otro lado desesperados la buscábamos. Ya llevaba varias horas sin aparecer y la angustia nos hacia perder esperanzas. Ya bien entrada la tarde y cuando volvíamos tristes y preocupados a casa, la vimos cruzando la calle justo por delante del auto en el que andábamos, era el paradero 11, dato no menor si consideramos que la casa está en el paradero 30. La subimos al auto y regresamos cansados pero contentos.

Día a día regalaba algún datito al olvido, yo la miraba a sus ojos de colores tratando de entrar en su mundo y develar sus secretos, entonces una sonrisa de ella me hacía entender que no podía penetrar su intima armonía. Incluso en una ocasión se acerco a mí para decirme que estaba preocupada, le pregunté el porqué, y tragicómicamente me respondió que se le había perdido algo importante y no podía hallarlo…que no sabia donde encontrar sus manos.

Al recordar a veces me río. En sus desvariares se daban anécdotas y comportamientos que perduran conmigo, comportamientos que a mí me fascinaban y me hacían observarla. Hubo un momento en que empezó a esconder cosas en su pieza. Allí fueron a dar mis pantalones, poleras, desodorantes y cuanta cosa pillaba por ahí la metía bajo su cama, quizás acumulando cosas para el invierno de sus recuerdos o para su largo viaje imaginario de regreso a casa.

Pero un día mientras leía el diario en el comedor de su casa la vi muy contenta y me acerque a preguntarle que le pasaba, me dijo que había estado recién conversando con su amiga Martita (en todo caso a todas las mujeres las llamaba por ese nombre, no quedaba otro registrado en su memoria), que su amiga la entendía y la entretenía, que eran como gotas de agua. Yo no le tome importancia al asunto pensando en que todo esto debía ser producto de su imaginación…y seguí leyendo el diario.

Al rato volvió a salir de su pieza con una gran sonrisa y entre dientes se le escuchaba hablar de Martita. Yo, que soy intruso desde chiquitito, decidí asomar la cabeza por el espacio de la puerta entre abierta

Ahí estaba mi abuela conversando con su amiga, en verdad eran como decía ella, como dos gotas de agua. Ahora comprendía por que decía que nadie la entendía como su amiga. Mi abuela se peinaba y martita se peinaba, mi abuela reía y Martita reía, mi abuela se sentaba y Matita se sentaba, mi abuela se arreglaba la ropa y Martita se arreglaba la ropa, mi abuela conversaba de su largo viaje de regreso a casa y Martita también conversaba del largo viaje de regreso a la suya. A veces se tocaban las palmas de las manos como muestra de cariño. Así pasaban horas. Me di cuenta que la amiga de mi abuela no era un producto de su imaginación, pero tampoco era real. Martita era mi abuela reflejada en el espejo que colgaba de su pared, Martita era mi abuela perdida en la mirada del reflejo de sus ojos, Martita eran todos los recuerdos de mi abuela.

Pero un día mi abuela no regreso de sus charlas con su amiga, cuándo la fui a buscar a su pieza ella no estaba, la buscamos por toda la casa y no apareció a pesar de estar la puerta de calle cerrada. La buscamos por horas, días, semanas y meses… pero nada. Pusimos anuncios en la calle, en los diarios y en las cajas de leche, hasta en Internet andaba la foto de ella dando vueltas… nada. Era como si se hubiese echo humo, como si hubiese corrido lejos, como una vez se fueron sus recuerdos.

Desde el momento que mi abuela desapareció anduve muy triste y no perdí jamás las esperanzas de volverla a ver.

Hasta que un día mientras salía de la ducha y me miraba al espejo antes de peinarme, una silueta apareció junto a mi reflejo en el espejo. Era la imagen de mi abuela, rápidamente me di vuelta para abrazarla pero nadie estaba en el baño, solo estaba yo. Volvía a mirar al espejo y ahí estaba, mirándome fijamente con sus ojos de colores y con su calida sonrisa, yo no sabia si hablar, gritar o reír, pero antes que yo pudiese decir alguna cosa toco la imagen de mi pelo en el reflejo del espejo y me dijo que no me preocupara, que ella había decidido no hacer su viaje sola y que junto a la Martita hallarían el camino a casa. Volvió a sonreír para luego besar la imagen de mi frente en el reflejo del espejo para luego partir.

Yo conté esta historia a mi familia, a los vecinos, a los amigos de mi abuela pero nadie me creyó. Incluso después de un tiempo deje de insistir en esto porque todos me estaban mirando raro, como con cara de internarme por loco.

Ahora se que mi abuela está bien, a veces me paro por largo rato frente a mi imagen y la busco en el reflejo del espejo a ver si en una de esas se me aparece. Y saben una cosa, si se toman el tiempo de observar por un buen rato a la espalda de sus reflejos en los espejos de sus casas, quizás, y solo quizás, tengan la suerte de ver a mí abuela buscando el camino a casa.

Texto agregado el 27-03-2006, y leído por 233 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
04-03-2007 una historia hermosa maravilloso escrito5* neison
22-06-2006 Una belleza de texto, conmovedor y claro que un homenaje a lo que fue esa mujer importante en tu vida. Un abrazo. peinpot
22-06-2006 Es una historia bellísima!!! Y por supuesto que te creo cuando dices que que tu abuela te habló desde el reflejo en el espejo. Es un hermoso homenaje a esa mujer que aunque ya no le quedaran recuerdos, sigue viviendo en los tuyos y en la memoria que has plasmado en este bellísimo texto. Un abrazo! loretopaz
27-03-2006 Linda historia!. Saludos, parakultural
 
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