La misma pesadilla lo atormentaba cada noche y aunque ya se había acostumbrado a dicha visita, el miedo y la angustia lo consumían cada vez que se enfrentaba a ella. El tiempo parecía detenerse, el espacio se tornaba denso, el aire se desvanecía, y el no podía respirar. La muerte le era cercana, sentía que su vida se apagaba entre grandes agitaciones. Miles de imágenes pasaban por su cabeza, su cuerpo temblaba y aunque quisiese gritar su voz no obedecía. No obstante al fin el oxigeno regresaba y ganaba la batalla, entonces no sabía si llorar o reír, de todas formas una vez más, paso seguido podría consumarse en un profundo sueño.

Sin embargo esa maldita noche todo fue distinto, el oxigeno nunca llego y su ser se apago lentamente entre el absurdo desespero de quien todavía se apega a esta vida infame. Pocas lagrimas rodaron por sus mejillas denotando con su rastro lo que ya no volvería a manifestar. Y esa imagen!!!, era aquella imagen lo que precisamente lo atormentaba, todo hubiese sido distinto si aquel ser a quien tanto amaba no existiera ya, o por lo menos tuviese la certeza de dejarla en buenas manos. Pero no!!!, eran el uno para el otro, almas gemelas que se difundían en el perenne universo del amor; amor puro, grande y verdadero, ahora desgarrado por el fatídico destino.

Qué sería de la pobre infeliz, cuando a la mañana siguiente con candor y ternura fuese a despertar al ser de sus entrañas, y se encontrase con un cuerpo rígido y frío, cuyos puños cerrados y los ojos salvajemente abiertos para captar el último vestigio de luz, señalasen la última angustia brutal por la supervivencia?.

Para ella la respuesta se hacia evidente, si ya había entregado su vida una vez no dudaría en entregarla una segunda, total en esta oportunidad la unión sería eterna. Así con la ternura propia de una madre se poso a su lado, lo abrazo, deposito un beso sobre su frente y hundió en su corazón la daga que los uniría para siempre.