Un domingo en la playa. El veterano
Cuando llegas al paseo, ves con satisfacción que no hay casi nadie aun en la arena. Antes de encaminarte hacia ella, te acercas a uno de los restaurantes, desayunas y al mismo tiempo reservas mesa para comer.
Te diriges hacia la orilla, buscando con la vista un lugar apropiado para estacionar. Al encontrarlo pones una sombrilla, y un poco mas separada pones la otra, ubicando la toalla en medio de las dos, y dejando una separación aceptable para ser molestado lo menos posible
Como es temprano no hay casi nadie en el agua, aprovechas para darte un baño disfrutando como un niño.
Tienes la precaución de llenar un pequeño cubo de agua, que después da mucha rabia tener siempre las manos pringadas de arena. Te embadurnas bien con la crema, limpias las manos en el cubo y a dar un paseo por la orilla para coger bronceado por todo el cuerpo.
De vuelta al “campamento”, ya se nota que la gente ha ido llenando los huecos. Te sienta en la toalla y observas, si mira hacia atrás casi da miedo ver tanto humano por todos partes.
Te pones música y te entretienes mirando las proezas de las personar que van acercándose a la orilla. Te hace gracia lo que les cuesta llegar hasta el agua, parece que a todos les gusta el mismo baile. Sacas unas piezas de fruta que comes con apetito y placer, mientras el vecino te mira no sin cierta envidia. Un ratito tumbadito por delante, otro ratito por detrás y… a comer. Vas a una hora temprana para no coger aglomeraciones.
Sobre la una del medio día, te dirige al restaurante a saborear unas tapas y un plato de paella, típico por aquí los domingos, no hay que olvidar que nos encontramos en la Costa Valenciana. Tienes una buena mesa en la terraza, a la sombra y en un lugar donde corre una brisa muy agradable. Ves como el restaurante se va llenando de gente, al tiempo que tomas tranquilamente un café despidiendo la comida. Hay muchas personas que al igual que entran salen; no hay mesas libres.
Al finalizar, Te encamina de nuevo a la playa, aprovechas para darte otro baño relajante, esta casi vacía, pues es la hora donde los estómagos rugen y hay que acudir a llenarlos.
Vuelves de nuevo a untarte de crema, a pasear otro ratito por la orilla, y de nuevo a la toalla. Te gusta observar la gente que hay, eso te entretiene. Ahora ves un pobre que se come un bocata rebozadito de arena, y por un momento sientes hasta la desagradable sensación de ser tu boca la que cruje al masticar. Llega la hora de despedirse hasta el próximo domingo. Como es temprano, te sientas en la terracita del bar a degustar un helado, de esos refrescantes, que te dejan tan agustito y… para casa, sin atascos por supuesto, para eso te marchas una hora antes.
Ya en casa una ducha. Uuunnn que bien, que color mas morenito se ha instalado en el cuerpo, pues nada, a salir un poco y lucir moreno.
|