Como si las bestias rogaran
te vi mordiendo paredes
cansada de no sentir más.
Los ojos de los despistados
brillaron como centinelas
temiendo perderte en la bruma
cazadora moribunda
que escapaste a los insultos
tirando las garras al mar.
Y llegaste a los peñascos
con las uñas destrozadas
simulando una porfía
con la piel desencajada,
con el corazón abierto
y en los dientes un puñal.
Al final de la jornada
leíste en tus entrañas
que no ganaste como monstruo
sino como tempestad.
Texto agregado el 27-03-2006, y leído por 237
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