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LA MUJER CASI CALVA
Versión propia de una fábula de tradición oral.

Había hace muchos años una pobre vieja que era casi calva, tenía en total en su cabeza a penas tres cabellos, uno a la izquierda, el otro a la derecha, y uno en el centro. Ella muy apenada caminaba por el pueblo escondiéndose de la mirada de los venicos, se enfadaba cuando el peluquero le cobraba la mitad, y por dentro se sentía mejor cuando se decía a sí misma que si el cabello fuese importante estaría por dentro de la cabeza y no por fuera.

De lunes a viernes se hacía un moño, los sábados y domingos una hermosa trenza para salir a las fiestas del fin de semana. Frente al espejo cada mañana se peinaba, y se peinaba por horas.

Un día se peinó tanto que uno de los cabellos se desprendió cayendo al suelo, una ráfaga de viento se lo llevó, y saliendo por la ventana corrió y corrió junto al viento, y hasta muy lejos donde el viento ya no sopla y donde el viento ya no es viento.

Lamentó en lo profundo de su alma su desgracia, y con sus dos cabellos continuó si vida casi normal, escondiéndose de los vecinos cada vez que entraba y salía de su casa.

Un domingo asoleado decidió ir a lavar sus ropas en el río de la montaña, en el agua veía su cara reflejada, y su cabeza casi calva. De repente vio en aquel reflejo como uno de los cabellos cayó al agua, corrió sobre ella como escapándose de la mujer, giraba entre los remolinos del río, como un delfín, bajo hacia el mar, y allá se fue entre las olas, hasta donde las olas ya no se mueven, y ya no son olas.

Con su único cabello siguió su vida, casi normal, aún se peinaba y se peinaba sin parar, se escondía de las miradas ajenas, y de lunes a viernes se hacía un moño retorciéndolo sobre su cabeza, sábado y domingo ya no se podía hacer una trenza, así que se hacía un nudo y se ponía un llamativo lazo rojo. Por la noche se sentó en la sala de su casa, al lado de la chimenea y se preguntó:
¿Pero qué es ese olor insoportable que huele tan mal?
Al darse vuelta vio en el medio del fuego su último cabello en llamas. Con su cabeza liza como bola de billar se repetía tratando de convencerse a sí misma:

Si el cabello fuera importante estaría dentro de la cabeza y no por fuera.

Salió de su pueblo a escondidas, con un sombrero de lana para evitar el frío sobre su desnuda calvicie, dejó de peinarse, puesto que ya no se despeinaba más. Caminó hasta la orilla del mundo sintiéndose tan sola como la isla desierta, desde ahí se elevó en el aire como por arte de magia o por un simple acto de piedad por parte de la fantasía. Encontró al fin un lugar en el mundo donde vive con una felicidad plena, aún siendo calva, ahora, sin esconderse de la miradas de la gente.

Nosotros que vivimos aquí abajo, la llamamos la luna.


Texto agregado el 26-03-2006, y leído por 196 visitantes. (0 votos)


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