CONOCIMIENTOS MÁGICOS
Sebastián tiene siete años, viene cansado de un largo viaje de ida y vuelta al colegio; sus rodillas tienen la huella verde de su caída intentando perseguir a Sofía, su cabello color miel esta despeinado y sucio, tiene el contorno de la boca pintado de azul, en su mano derecha sostiene su lonchera de la correa y la agita al vaivén de su caminar. Luz la empleada, sostiene su maleta y su carpeta de trabajos, ésta se encuentra con Rosa la vecina, quien la detiene por un momento; Sebastián despreocupado no se fija en esto y sigue caminando, Luz habla con Rosa sin perderlo de vista, Sebastián alza la mirada y distingue un centelleo en medio de un arbusto, como magnetizado por esto camina con precaución pero rápidamente; su pequeña manita de una forma muy tímida roza aquel centelleo, siente una fría y agradable textura, intenta halar aquel objeto para sacarlo del arbusto pero ofrece algo de resistencia, finalmente suelta la lonchera al piso y lo hala con juntas manos, cae al piso sobre su espalda. Enfadado, Sebastián se levanta y revisa que es lo que sostiene en sus manos, éste, es un objeto pesado, sus esquinas son de un metal dorado suavemente redondeado y forjado, la parte central es de una especie de cartón muy fino forrado en piel. En letras gruesas ceñidas una con otra y muy adornadas, se lee: “CONOCIMIENTOS MÁGICOS”, Sebastián admira con orgullo su descubrimiento y sin pensarlo dos veces, lo guarda en su lonchera.
Mariana, tiene 14 años de edad, vive con su madre y con un hermano. Lo que más ama en la vida, su pequeño gran tesoro, es aquella herencia; “Residencia en la Tierra” ésta, la escribió el escritor favorito de su abuela Teresa, Pablo Neruda. Mariana, suele siempre, antes de entregarse al hermano menor de la muerte, el sueño, palpar con sus manos el borde dorado y compacto de las hojas que genera una textura única, luego revisa esa textura intentando ver sus labios reflejados en ella, concentra su intención y abre aquel tesoro, lee detenidamente el párrafo que primero encuentra, esboza una altisonante sonrisa, cierra los ojos e intenta meditar. Finalmente apaga la luz de su habitación y acerca a la tersa piel de su rostro la portada, siente la textura de tela y lo deposita debajo de su almohada, finalmente se acomoda y se queda dormida.
Mateo tiene 18 años y es estudiante de Economía. Se dirige a la librería más cercana del sector, repite constante en su mente, Editorial, Gibraltar, Mc NewMan, Ed. Gibraltar, Mc NewMan, Ed, Gibraltar, Mc New Man…. Entra a la librería mundo, percibe una atmósfera densa pero agradable y acogedora, mira hacia el fondo de la tienda y observa un letrero en acrílico que dice; Economía. Camina con diligencia en esa dirección no sin antes fijarse en los maravillosos muslos de la vendedora uniformada de rojo, que le explica a un señor de unos 76 años que esa edición ya no se consigue.
En el mostrador de esta sección, se encuentra un joven de aproximadamente 23 años, su corbata esta impecablemente atada. Buenos días, bienvenido a la librería Mundo. Gracias, tiene Principios de Economía de hmmm Mc Gregor, ehh no ¿Cómo es?. Sabe que editorial es, dice el vendedor, Hhhm, Bering, creo. Desea esperar un segundo, el vendedor camina hacia el fondo del local con las manos en los bolsillos, se revisa el nudo de su corbata y rápidamente extiende su brazo hacia la esquina superior derecha del estante frontal, hala con su dedo índice el grueso tratado y le pega una factura en el frente, ya sabia exactamente que era lo que estaba buscando Mateo, habían venido tres o cuatro muchachos de iguales características; los tres se habían fijado en el cuerpo de su compañera. Entrega tan valioso objeto y le dice, cancele en la caja por favor. Mateo, desliza la yema de sus dedos por el plástico, lo toma en su mano derecha y paga con un billete de alta denominación.
Al día siguiente en la universidad entra el señor Rodríguez, da los buenos días, y le pide el favor a Mateo que lea el prefacio de la obra nombrada en la bibliografía. Mateo muy afanado, saca “Principios de Economía” aún con su envoltura de plástico, prosigue a rasgarla y abriendo el papel se dispone a leer, Esta obra nace de la preocupación del investigador, de……
Carolina tiene 27 años, se dirige en su carro sedán a la revista, su cabello rojizo resplandece con los rayos del sol de la media mañana, sus lentes oscuros la protegen y le otorgan una visión más clara del entorno, se detenie intempestivamente, ve unos vendedores que sostienen carátulas borrosas de las lecturas de moda, y en la esquina opuesta, un infante que alegremente desprende hojas arrojándolas al viento. Carolina se quita los lentes y mira hacia el horizonte, un represamiento de carros corta su ritmo y a la vez su rutina, en su cabeza circula la idea fija de transcribir la entrevista que le hizo al embajador de Holanda en su país, con motivo, de indagar los lineamientos de los fondos donados para desarrollar las nuevas políticas culturales de promoción a la lectura. Prende la radio y esta sonando una canción que le recuerda a su ex novio, que precisamente la había llamado ayer para decirle que la odiaba, cambia la estación y su colega ex compañera de universidad, lee los indicativos económicos en un magazín, pierde su concentración y apaga la radio, espera. Finalmente abre la guantera de su carro y saca aquello, “Los inmigrantes”, es la novela que leía en ese momento, en momentos como éste lo mejor es relajarse y dejar volar la imaginación, piensa, es un espacio creado entre aquel objeto y ella, la agradable sensación de la fibrosidad del papel en contacto con sus finas manos, es una especie de conexión desconectándose del mundo a su alrededor. Con su dedo pulgar frota las hojas una por una, recibiendo el viento en su rostro, se deshace de la solapa, y retoma su lectura: Andrés salta del barco en ayuda de aquel Irlandés que se había dejado caer….
Sebastián fue uno de los grandes antropólogos, ahora tiene 66 años. Su investigación acerca de las costumbre del culto mitológico de los pueblos germánicos y muchas otras, le valieron importantes reconocimientos en su país y en todos los más grandes círculos académicos del mundo. Cuando tenía siete años, su libro le cambio la vida. Todavía se acuerda cuando ocurrió aquel apagón en la manzana del barrio y no tuvo más que hacer que leer aquel libro que había depositado en su lonchera como un tesoro. Ahora se encuentra sentado en su cómodo sillón de cuero. Al lado derecho en la mesita de cedro que le regalo su padre, deposita su copa de coñac junto a su valiosa pipa y una torre de objetos mágicos “libros”. Su pelo color miel ha perdido su tono intenso y se mezcla con el color plata de la experiencia. Son eso de las nueve y treinta de la noche, rompiendo con su rutina de ver la última emisión del noticiero, se encuentra sentando en su sillón de cuero en medio de una luz tenue, con sus gafas colgando de su boca y con aquel preciado amigo entre sus manos, aquel gran maestro que tanta sabiduría le ha transmitido, lo sostiene cansadamente y mientras su pulgar roza la textura metálica de las esquinas, le viene a su mente aquel destello en medio del arbusto, su dedo índice esta entre las hojas, separando el final de la eterna lectura a eso de unas tres cuartillas.
Mi amor ya estoy aquí, dice con una muy serena voz Magdalena, la amada y comprensiva esposa de Sebastián, le extraña no escuchar las voces de los presentadores del noticiero, le extraña aún más ver la silueta de Sebastián con el sillón dirigido hacia la ventana que da a la montaña, sin embargo, intenta ser un poco juguetona y se acerca sigilosamente por sus espaldas, le tapa con ambas manos los ojos a su marido y sin saber por qué, le vienen a su mente aquellas palabras que pronunció Sebastián en la noche de bodas, sólo podrás leer mi libro, sólo podrás tener acceso a él cuando yo este muerto, es mi único espacio, es lo único que queda solo para mi, ahora te lo he entregado todo, mi cuerpo y mi alma, tendrás que esperar. Un pánico intensamente frío se apoderó de ella, volteó el sillón y observó el rígido cuerpo de Sebastián, sus ojos descansaban dulcemente en el vació, Magdalena los cerró con su calurosa mano, se aferró con locura a él y por último lo besó larga y profundamente, primero en la frente y luego en la boca, una lagrima densa y espesa, se deslizo por su mejilla, le quito el libro de sus manos cuidando de guardar la página que leía, leyó el título con desesperación; “CONOCIMIENTOS MÄGICOS”, abrió el libro sigilosamente, con una convulsión de recelo, rabia, tristeza y miedo al mismo tiempo, finalmente, aún de pie, leyó; La sociedad que viene, será a su vez presa y libre en el conocimiento, estará atada al saber e imbuida en el poder……, perpleja dejó caer el libro en la alfombra y salió del apartamento ahogada en un mar de incertidumbre e ignorancia.
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