UN HIJO, UN LIBRO Y NINGÚN ÁRBOL

No plantaré un árbol
mi madre sembró en el viento
mil aromas que se vienen a ratos
nombrándose recuerdos.

No recogeré amapolas
ella me dio violetas un día
cuando éramos tristeza y niña
allá en el tiempo lejos.

Grabé la tierra de hijos
morenos cargando sueños,
ellos la voz mejor,
el cielo no ha de ser amargo.

En los hijos tengo raíces
soy árbol como mi madre
cuando el verso y el sueño
se abrazan por los tiempos.

Será que se agolpa y amarra
este ahora con el abismo,
quizá con el ritmo que sangra
cuando asoma la palabra
ésa que se llama verso.

No quiero plantar un árbol
me gusta impresa la palabra
a la hora de la siesta,
cuando paso frente a las hojas
y saluda fúnebre el adiós
que nos embarga
y se me agolpa la ausencia.

No aparto esta nostalgia
de un domingo sin zapatos
cuando un naranjo te nombra
y viajo sin fronteras a tu nido.

Madre, te lo dije, qué creías,
fue a través del cristal amargo,
me gustan sólo los hijos, la palabra...

Te miro desde estas hojas
que plantaste allá en el patio
en mis manos, en mis libros...

FATAMORGANA
Patricia Lara Arriagada