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[C:192020]

Esa mañana, temprano, partieron en el carruaje y al llegar a la estación, subieron al tren que las llevaría a su destino. Hermosos paisajes se viven por las ventanas, y aunque sus ojos estuvieran dirigidos hacia allí, ninguna de las dos los observaban, Flora se concentraba en su ensimismamiento, mientras que la Sra. Grose estaba muy consternada por los hechos pasados como para percibirlos.

- Estamos yendo a Londres – rompió el silencio la Sra. Grose- allí viviremos en una acogedora casa, aunque no será tan grande como la anterior, nos bastará para las dos. Frente a ella hay una plaza; así, en cualquier momento que desees, podemos dar un paseo… Podrás, también ir al colegio, como al que asistía tu hermano ¿sabes?, conocerás a más niños y seguro que tendrás muchos amigos.– Sonó, entonces, una campana y el tren fue disminuyendo la velocidad hasta parar justo enfrente de la estación. Ninguna volvió a hablar otra vez.
La Sra. Grose tenía razón, la casa era pequeña, pero muy acogedora. Flora estaba muy seria, pero eso ya era común desde hacía unos días, y con esa expresión empezó a explorar toda la casa, no solo por el simple hecho de explorar…la estaba buscando a ella. Buscó por todas partes: en las habitaciones de la planta baja, en el ático, detrás de los muebles, en las escaleras, escondida tras las cortinas, en fin… por todos lados y … nada, ni una sola señal de… bueno, de ella.
Se sintió tan furiosa que esa misma noche, a las doce en punto, saltó de su cama y salió desesperada de la casa, cruzó la calle empedrada y se dirigió a la plaza, un lúgubre paisaje nocturno para una niña. Allí también, buscó e investigó hasta la última piedra de la tierra y la última hoja de cada árbol. Sin embargo, no consiguió verla. Fue entonces cuando dejaba atrás un añejo árbol vio algo que la impactó, era una pequeña iglesia, solo eso… pero a ella le pareció diferente, como si tuviera una aureola de luz en la entrada. Defraudada pero, sobre todo, asustada… corrió a su cama, se refugió bajo sus suaves y blancas sábanas y así se durmió.
A la tarde del otro día, la Sra. Grose llevó a Flora a la plaza y, luego de hamacarse un rato, la mujer le enseñó la pequeña iglesia que ella ya conocía. Pero en ese momento fue diferente, el aura de la noche anterior había desaparecido, ahora era un edificio común y corriente, no tenía la misma impresión escalofriante de antes. Flora no salió de nuevo de su cuarto y todo intento de hablarle fracasaba.
Esa noche, a las doce, salió de su habitación muy silenciosamente y bajó las escaleras en puntas de pies, pero, al intentar abrir la puerta, la encontró cerrada con llave. La niña, sumamente enojada, frunció el ceño y subió a su cuarto nuevamente.
Durante el desayuno de la mañana siguiente y frente a una deliciosa comida, la Sra. Grose le propuso a Flora ir a conocer su nueva escuela y charlar con su director y ella, con la misma expresión fría de siempre, asintió sin sacar la mirada de su vaso.
Tiempo después ambas se encontraban en el amplio hall del colegio Greenschool, una vieja institución con renombre internacional, donde luego de una breve espera fueron recibidos por Mr. Peters, titular de esta institución.
- Este colegio es mixto, para niños y niñas y espero, Flora, que ello no te incomode.
-Para nada, para nada- se apresuró a decir la Sra. Grose, mientras la niña observaba sin decir palabra.
La conversación burocrática de los adultos aburría a Flora quien investigaba con la mirada los detalles de la oficina. Luego, salieron al corredor y en ese momento vio, en medio del lugar a unos metros de ellos una ventana, corrió hacia ella y pegó la nariz al vidrio. Podía ver montones de niños y niñas jugando, saltando, corriendo, riendo… y se sintió más sola que nunca. En Bly por lo menos los tenía a ellos y a Miles para jugar, pero en Londres no había nadie que la acompañara.
Se dio vuelta con unos vestigios de lágrimas en sus ojos y fue cuando lo vio. Era un niño pelirrojo, con sus ojos pardos viéndola detrás del grueso vidrio de sus anteojos. Él estaba parado a unos pocos metros de ella en un iluminado ventanal y sintió algo raro dentro de ella y creyó que si le hablaba a ese niño podría descubrir qué era…
- Hola ¿cómo te llamas?- preguntó Flora
- Soy Karl, tu eres nueva ¿verdad? seguro te aceptarán, no te preocupes, nunca dicen que no - le respondió
- ¿Por qué no estás jugando con los demás?, parece que se divierten mucho allí abajo
- Lo sé, pero a mí no me gustan las multitudes, incluso en el aula me siento incómodo, y, además, ellos piensan que soy “raro” porque no me junto con los otros niños, de todos modos nunca me ha importado eso…
- Si no sales a jugar ¿qué haces durante los recesos?
- Vengo aquí, y los veo jugar. Me siento bien así. Si quieres acompañarme algún día, solo ven aquí.
- ¡¡¡Grandioso!!!- Flora respondió con una sonrisa, porque se sentía, por primera vez desde que llegó a Londres, parte de algo
- ¡¡¡Floraaaaaa!!! Ven tenemos que marcharnos…-la Sra. Grose le gritaba desde el otro lado del corredor. La pequeña se despidió de su nuevo amigo y fue corriendo con una gran sonrisa a los brazos de la Sra. Grose y, sin saberlo, calmando los temores de la mujer.
- Luego puedes volver a charlar con tu amiguito, ¡¡¡te acaban de aceptar!!!
- Ya lo sé…-dijo ella con un tono alegre, y mientras caminaban por el hall hacia la entrada, ella se volvió para saludar a su amigo con la mano, pero él simplemente había desaparecido.
Ese lunes, Flora llegó nuevamente al hall de su nuevo colegio y escoltada por el sonriente Mr. Peters, entró a su clase. Todos los demás alumnos estaban charlando entre ellos o tirando avioncitos de papel, pero, cuando el director llamó su atención, solo tardaron unos pocos minutos en callarse.
- Niños, ella es una nueva alumna, Flora… espero que todos la hagan sentir bienvenida- En ese momento, la pequeña sintió montones de pares de ojos sobre ella, investigándola, pero ninguno se veía muy amigable. Vio un banco vació en la segunda fila y se dirigió hacia él, se sentó, siempre sintiendo los ojos de sus compañeros sobre ella.
Tiempo después, la campana sonó marcando el inicio del receso, todos salieron corriendo y gritando. Pero ella, en cambio, salió última y con tranquilidad del aula.
Fue entonces cuando recordó la invitación del día anterior, su carita se iluminó y caminó más rápido hacia el lugar donde había conocido a su único amigo, y ciertamente allí estaba él, mirando por el ventanal iluminado por los rayos del sol.
- Hola
- Hola, ¡te dije que te aceptarían!
- Hermosa vista…
- Lo sé, por eso vengo aquí…jajaja
- Jajajaja
Charlaron y rieron todo el recreo. Pronto se volvieron muy buenos amigos, pero Flora seguía sintiendo todavía un poco de soledad.
- Oye, podríamos encontrarnos en la iglesia frente a tu casa el próximo domingo. Quiero contarte algo muy importante para mí.- dijo el niño
- Está bien, si es tan importante para ti, el domingo nos encontremos.
Esa tarde, la Sra. Grose se llevó una gran sorpresa al escuchar a la niña insistirle durante todo la cena su deseo de ir a la iglesia cercana. Ese domingo, con sus mejores ropas, ambas atravesaron el parque y caminaron directo al santo edificio. Después del sermón común de todos los días, los dos amigos se reunieron en un banco iluminado por el sol en diferentes colores por el Vitro de la ventana, Karl habló entonces:
- Éste es mi lugar favorito, y ¿sabes por qué? Porque aquí vienen mis amigos, bueno, en realidad son visiones.- Viendo la cara de incomprensión de Flora él agregó- quiero decir que esas imágenes hermosas de los vitros bajan y juegan conmigo…¿entiendes?
- Sí, yo solía tener amigos así también
- Vamos a visitarlos entonces…
El niño se sentó y enseguida cerró los ojos y los volvió a abrir, y en solo cuestión de minutos empezó a sonreír y luego a reír.
Flora se sentó también y, aunque sintió un sacudón de energía, no vio nada. Frustrada cerró los ojos y los volvió a abrir como su amigo había hecho, pero nada. Celosa y furiosa, probó la última vez, cerró bruscamente los ojos, los abrió repentinamente y nada… Miró a su costado y lo único que vio fue a su amigo sonriendo de oreja a oreja. De los celos se incorporó de un salto y le gritó:
- ¡Eres un mentiroso, no hay nadie aquí!!!!!
Luego corrió a la puerta y la cerró bruscamente, mientras que adentro se escuchó una voz…
- No, no sé que le pasa…
Luego de reflexionar unos días, Flora analizó que las vitros de la iglesia eran hermosas mientras que ellos eran horribles y tenebrosos. Se disculpó con su amigo tras de un tiempo de indeferencia.
La Sra. Grose, mientras tanto, había notado el disgusto de la niña y fue a la iglesia a ver a Paúl, el cura a cargo del templo para que la ayudara en su dura tarea, y se desahogó contándole toda la historia y cambios de la niña empezando por lo ocurrido en Bly.
- Esto es impresionante, supera mis conocimientos, pero sé de alguien que la podrá ayudar, no se preocupe.
- Ojalá pueda ayudarla padre, en realidad es una niña adorable, no hay ninguna duda de ello
-Le creo, querida, le creo, no se desespere. Pronto esa niña estará curada.-
El siguiente domingo y al realizarse la tradicional misa, los concurrentes observaron junto al eclesiástico que ya conocían, un anciano de gastadas ropas clericales, gestos calmos y una serena mirada. Ayudó a Paúl en el acto cristiano y luego se mezcló con los feligreses interesándose por cada uno de ellos.
Era, sin lugar a dudas, una persona especial.
Cuando se acercó a la Sra. Grose, la saludó afablemente y de inmediato, entabló un mínimo diálogo con Flora.
Para la dama, alguna conexión pareciera haberse establecido porque la niña no sólo aceptó la charla, sino que demostró encontrarse muy cómoda.
Durante los días siguientes, el viejo Abad Francis – que así se llamaba – mantuvo con Flora y su amigo numerosos encuentros matizados por paseos en la plaza o largas veladas sentados en un banco.
La Sra. Grose no era ajena a que este nuevo personaje tenía virtudes especiales que hacían a desentrañar los misterios de Flora y, poco a poco, reflotaba sus naturales condiciones humanas.
Las semanas pasan y nuestra niña se volvió más adorable y más dulce que nunca. La Sra. Grose estaba completamente complacida con los curas, y con las largas charlas que ellos habían mantenido con la pequeña. Por ello, un día, cuando pensó que estaba totalmente curada, organizó una reunión con todos los amigos de Flora, sus profesores preferidos y ambos curas, el más anciano y el joven.
Era una fiesta hermosa, los adultos tomaban té, los niños jugaban y todos escuchaban hermosa música clásica. En un momento determinado, la Sra. Grose aparta a los curas para felicitarlos por su trabajo.
- Esta transformación de Flora alegra mi corazón, les dijo. Si hasta ese brillo satánico de sus ojos ya no existe.-
- No fue nada, solo era nuestro trabajo- dijo el anciano con tono cansado, pero muy jovial.
En ese momento suena una hermosa música de piano y unos halagos impresionantes hacia la niña. La Sra. Grose se sobresalta al sentir regresar los recuerdos de Bly, pero los hombres la tranquilizan recordándole el comportamiento perfecto de la pequeña durante todas estas semanas, y que podía ser simplemente su amor por la música.
- Es verdad, que tonta soy…vamos, hay que ir a escuchar.
Luego de la hermosa interpretación los invitados se fueron yendo, admirados por la capacidad artística de la niña y la casa fue quedando callada.
- Estoy algo cansada, Flora, mejor iré a dormir.-
- No se preocupe, Sra. Grose, yo cerraré todo y apagaré las luces.-
Así lo hizo la niña, mientras desde la parte superior de la escalera la dama la observaba satisfecha.
Flora mantuvo su mano sobre la llave de luz de la sala – único lugar iluminado de la planta baja – y elevó la vista hacia lo alto…
Un instante antes de llegar la oscuridad total, la Sra. Grose pareció ver la sonrisa, una larga e inescrutable mirada de la niña y un conocido reflejo violeta danzando en sus ojos…
Se tapó la boca con la mano para no gritar y luego …todo fue silencio…

Texto agregado el 26-03-2006, y leído por 95 visitantes. (0 votos)


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