SIMPLEMENTE ABUELO.


Hoy amanecí renovado. Ayer mi nieta me llamó abuelo. Sí, simplemente abuelo. Con eso me dijo que a partir de ayer, formo parte de su vida, que tengo un lugar en su lista. Sus cortos años recién comienzan a distinguir quienes somos y como nos ubicamos en su entorno. Por mi parte fue como recibir el mejor regalo que me han dado, como cumplir con una meta inalcanzable. Para ella, el conocer a las personas que la rodean marca el inicio del lento caminar por la vida. La confianza que ella depositara en cada uno de nosotros, le hará su andar más seguro y espero estar siempre a su lado, ya sea aquí o allá.
Abuelo, esa es la misma palabra que nunca pude pronunciar, ellos partieron antes de poder llamarlos así. Recién ayer me di cuenta que eso le faltó a mi vida y para mi desgracia, eso es imposible. En honor a esa falencia quiero estar siempre al lado de mi nieta; comérmela a besos y decirle que la quiero, darle todo lo que tengo, incluso mi vida si fuera necesario. Abuelo, ese mismo que velará tu sueño, que te protegerá de los embates de la vida. Sí, ese mismo anciano que si bien no podrá correr a tu lado, te alcanzará al fin, con el largo brazo de su experiencia y te abrirá las puertas de su sabiduría, para que trajines por sus recónditos lugares.
Todavía resuena en mis oídos aquella tierna palabra “abuelo”; Pero su verdadero significado ella lo comprenderá muchos años después. Su inocencia angelical no le permitió darse cuenta que a partir de las palabras de ayer tenía un abuelo y que su familia había aumentado por obra de su deseo. Será este abuelo que recién quiso tener, el que la malcríe, el que la mime, el que soporte su mal genio, el que se desviva por atenderla, el que acepte sus caprichos y el que siempre estará de su lado.
Abuelo, Sí, Abuelo. Nunca pensé seriamente en serlo. En mis planes de juventud esta parte de mi vida estaba como en una nebulosa, no había formas de nada, solo una bruma cubría todo ese horizonte. En cambio hoy, con solo pronunciar mi nieta las palabras mágicas, esa bruma que siempre cubrió mi norte se disipó, dejando en claro cuál es el camino y quiénes forman parte de ese precioso mundo.
Seguramente estas palabras llegaran a sus oídos después de mucho caminar. Espero que el día que las lea sienta la misma emoción con que las escribí. Esa misma emoción de los sentimientos cuando son sinceros, cuando nacen del alma, cuando no tienen ninguna interferencia. No quiero ser un abuelo sentimental o melancólico. Por el contrario, quiero ser alegre, condescendiente, paleteado, un abuelo cómplice y a pesar de ser un anciano, escuchar los secretos que la vida te va entregar.
Todas estas palabras fueron inspiradas por ti, mi querida nieta, tú me llamaste abuelo y sin saber, provocaste esta seguidilla de sentimientos que amenazaron con desbocarse. Nada más reconfortante que los retoños de mis retoños, sepan que pueden contar con su abuelo en todas y cada uno de los momentos de su vida.


JUAN CARLOS MORAN PEREZ

Martes, 11 de mayo de 2004.