Un Cuento Surreal


Suena un ruido muy fuerte.. y al abrir los ojos veo a unas walkirias bailando tap sobre el capó de mi auto estrellado contra un muro amarillo, hecho de cajas de botellas de tequila, mientras un ciego está parado en la esquina y se ríe a carcajadas, como burlándose de mi desgracia y en el fondo se escuchan sirenas de ambulancias, calaveras negras con ojos de fuego me miran fijamente y el río de autos, buses y camiones no se detiene.

¿qué hora es? –pregunto-
no se- dice una vos robotizada que sale del objeto que tengo atado a mi muñeca izquierda y que antes solía ser un reloj.

Las walkirias continúan bailando, solo que ahora me parecen que estuvieran en un trance hipnótico. Miro el cielo y tiene raros tonos de rojos, naranjas y verdes.

De nuevo trato de saber la hora, pero no veo ningún reloj, tampoco a nadie que tenga uno y el mío se niega a dármela.

Un hombre con una pantalla de televisión por cabeza muestra a un dictador bigotudo y barrigón sonriendo mientras presenta un desfile de hormigas armadas y suena música rock por todas partes.

Trato de hablar con alguien pero la gente que pasa por allí solo me mira y se ríe, nadie habla solo hay risas burlonas, la situación me comienza a desesperar, parece que no puedo comunicarme con nadie y las walkirias siguen con su danza, solo que ahora me parece un ritual satánico.

Intento gritar, pero no sale sonido alguno de mi boca, trato de salir corriendo pero una barrera invisible me lo impide, me siento atrapado y estoy a punto de volverme loco de la desesperación, cuando frente a mi pasa una pareja, la chica tiene por cabeza una vídeo cámara y el chico una pantalla de televisión, voltean hacia donde me encuentro y en ese instante veo lo que me ha pasado, y es algo muy triste, desolador, algo que no le desearía a nadie... algo por demás deprimente.

Me he convertido en una estatua de Ronal McDonall.