Nada en este mundo sostiene su bella juventud
tan intacta e incansable como esta fotografía.

En ella, la entera fisonomía de la eternidad
está untada en su piel, sus ojos y su mortalidad.

Ni las memorias le sirven a veces
para recordar con exactitud
ese corte de cabello
que llevaba su ya difunta inocencia.

Madre,

recuerda que es la foto que llega hasta ti,
que es la foto que te recuerda.

Tú solo le sirves de sueño,
de libro inexplorado y voz sin uso.

Quiero que me disculpes
por haber cooperado en tu evolución.

Yo ahora también piso el suelo
de los siete días, y comprendo tu añoranza.

Sé que es inútil tratar de disecar
las redes del tiempo,
imposible de fiar el vuelo del halcón
para perforar los vientos
y escapar la velocidad de esta vida,

pero madre,

hay una fotografía en espera,
con cuello de montaña
y corazón de melancolía inhabitada.

Será plataforma lo más alto,
y tu sonrisa madre, ya sin boca,
volverá a ser eternizada
en el álbum mas digno y mas abrasador,

ya sin ayuda del reloj...