Arfazel entró en coma tras la redacción de la primera crónica de Néuron, por lo que yo Iwan-al-Tarsh tuve que remitir, vía sinapsis, la primera de la Ciudad Sin Límites. Si algún Día Arfazel “resucita” continuará, o continuaremos, si ello sucediera o sucediese. En este Mundo extraño nada puede anticiparse.
CRÓNICAS NÉURONICAS
LA ERA DE GLUTAMIO (I)
Por Iwan-al-Tarsh
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Los seres humanos nos manejamos dentro de sistemas lógicos en los que las coordenadas espacio-temporales se constituyen en referencias contextuales imprescindibles.
Todo –en nuestra percepción- debe suceder en algún lugar y en algún tiempo.
Tal vez sea esa la razón que explique por qué los pocos exploradores que se embarcaron en la aventura de desentrañar los secretos de Néuron hayan terminado (todos) en la locura o en el suicidio.
Y, sin duda alguna, es el motivo por el cual eligieron unánimemente a Glutamio como el faro de cuya luz aferrarse para avanzar por aguas tan procelosas.
Los integrantes de esta expedición podemos o no estar alcanzados por la primera de las reglas, ya que si bien no nos hemos suicidado, tampoco podemos descartar que estemos locos, lo digo anticipándome a algún comentario que pudiera estar naciendo en vuestras mentes…
En cambio sí, decididamente, lo estamos por la segunda, ya que el líder del mayoritario credo sináptico fue, también en nuestro caso, la espada con que intentamos cortar el nudo gordiano de la incomprensión ante la visión de un mundo para nosotros ectoplásmico.
Es que los “Circuitos Glutámicos” son, traducidos a códigos afines con nuestra mentalidad, lo que más se aproxima a la idea de un calendario, como para nosotros lo fue el juliano, o lo es el gregoriano.
Glutamio, alternativamente jefe espiritual y declarado apóstata de los Sinápticos, vivió, según la nomenclatura inventada por él mismo, en el Circuito Cero, vale decir, en lo que para nosotros coincidiría (de manera aproximada) con algún tiempo ubicado entre los años 1.000.000 a.c. y 500.000 d.c., respectivamente y, para ellos, referencia para ubicar los hechos en sus propias dimensiones (las dimensiones de ellos, quiero decir), operando en tal sentido de manera idéntica al nacimiento de Jesucristo (¡para nosotros, coño!)
Habréis advertido que el hombre (“hombre” es una forma de decir) se ubicó a sí mismo en el centro. Decirlo ahora, y deducir que entonces en Néuron también existe la vanidad, parece juego de niños, pero en su momento nos costó tanto comprenderlo que ese día nos embriagamos con un corte de vinos de Rioja (España) y Mendoza (Argentina), experiencia que por cierto recomendamos a todo aquel que quiera pasar un buen momento.
Y precisamente por eso esta crónica termina aquí. ¡No pretenderéis que siga escribiendo con semejante borrachera!
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