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El asiento estaba húmedo, pero poco me importó. Me interesaba estar lejos de las viejas chismosas de adelante o fuera de la mirada lujuriosa del viejo sentado en el medio. El asiento de atrás era perfecto para mí, no había nadie que pudiera entorpecer el éter solitario y casi melancólico en el que deseaba estar, en los páramos de pensamientos perdidos que alguna vez encontré dentro de mi cabeza. Allí atrás poco escuchaba lo que hablaban los vendedores ambulantes que subían a la micro intentando atraer la compasión de los pasajeros con despreciables y trágicas historias. Allí la soledad me permitía escuchar el exquisito sonido que regala la lluvia cuando visita la ciudad, y mirar hacia fuera aunque no veía nada, mi mente estaba en otras cosas, tratando tal vez de pensar aunque no sé si lo estaba logrando; las nubes del cielo oscurecían también mi cordura y en mi ambiguo razonamiento llovía más fuerte que sobre las calles grises. La micro se detuvo un momento y las nubes tormentosas de mi cabeza se detuvieron con él, vi cuando un hombre alto subía con la vista abstraída en pensamientos latentes y aunque los asientos de atrás estaban mojados se sentó cerca mío sin notar que lo observaba. Sus ojos eran negros, más que el cielo y que el abrigo que lo envolvía, su cara estaba mojada y las gotas de lluvia rodaban por las sienes sin que pareciera importarle. Las nubes de mi cabeza se habían evaporado, los pensamientos parecían reales y la nostalgia que intencionalmente había construido se desvanecía de a poco, me abandonaba sin avisarme, como si ese hombre pudiera absorberla, pudiera robar mis impresiones, y hasta sensaciones. No podía dejar de mirarlo, el misterio de sus formas y su mirada perdida entre calles mojadas devolvían el interés que perdí sin saber cuando, llenando los vacíos de mi cabeza con la fascinación de mirarlo, deseaba entenderlo, tocar sus ideas, entrar en sus enigmáticos ojos, en sus extraviados pensamientos.
Las calles se perdían tras nosotros, el cielo seguía cayendo a pedazos sobre el cemento y yo le rogaba que detuviera el tiempo, que nunca llegara el destino, que el viaje no acabara más, que el momento se hiciera eterno, que mi vida transcurrida por inercia se detuviera en esos minutos y se alargaran hasta dejar de pensar. Su rostro me hipnotizaba y me ensañaba el estado que jamás había tocado, el deleite de lo inalcanzable, el placer de un ente intangible que desordenaba mi cabeza hasta entonces moribunda. Él sólo miraba hacia la ventana, recorría con sus ojos las gotas que resbalaban por el cristal mientras la desolación parecía tragarlo, mientras los ojos se le perdían entre el monótono paisaje de una ciudad devastada y yo lo deseaba cada vez más. Olvidé entonces la necesidad de estar sola y mantener las paredes invencibles de mis introvertidos anhelos, sabía que pronto todo acabaría y que las tinieblas ensuciarían otra vez las paredes de mi cráneo, sabía que él no era más que un trozo de esa odiada ciudad y que desaparecería con ella en algún minuto. Y así de un momento a otro se puso de pié y tocó el timbre, parado delante de mis ojos delirantes que le suplicaban quedarse un segundo más, que no me abandonara en esa ciudad hostil, que no dejara perderme otra vez en la desolación; la micro paró en breve y bajó los escalones dirigiéndome una detenida y única mirada, que prolongó bajo la lluvia parado en la calle mientras la micro partía otra vez, mientras se alejaba y la mirada mutua se cortaba por la distancia, se perdía entre las gotas de lluvia.
Viajo todos los días en micro, y aunque sé que la ciudad se lo tragó entre el ruido y la basura aun no pierdo toda añoranza. Me pregunto muchas veces por qué dejé ir lo único en colores que vi aquel invierno infinito, el único atisbo en el abismo inconmensurable, pero nunca me respondo.


(marzo 2002)

Texto agregado el 23-03-2006, y leído por 121 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
24-06-2007 Me gustó, muy buen relato. marielavit
23-03-2006 Evoca momentos inolvidables en nuestra memoria que a pesar de ser sólo segundos, se ransforman en nuestra abición. Muy bien matizada la intriga seguida por una búsqueda interminable de pasajes de memoria que sólo revive el viento que anuncia un mañana mejor. Me gustó el texto. Te felicito. el_rey
 
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