Él la quiso con el alma con todo el ser y con todo el corazón. Solía soñar todas las noches en ella pues se le había anclado en el espíritu su traviesa mirada bohemia.
Habían iniciado una grata relación bailando, sintiéndose uno parte del otro en la pista de baile ante las demás parejas que se juraban amor bebiendo sangría y cerveza.

Él siempre la encontraría allí, con su uniforme sensual de azafata y su deslumbrante coquetería nocturna tan alegre, tan risueña y tan amorosa que las miradas de los concurrentes la acosaron todas las veladas enviándole cartas y regalos de cortejo a los que ella fue siempre insensible y altiva.

Él la quiso a primera vista pese a las advertencias del mundo y de sus mejores amigos, le pidió un baile por primera ves con un nerviosismo y una torpeza tal que evidenciaron sus sentimientos, perdió la noción del mundo por ella, la amó en cartas y canciones que compuso fuera de si envuelto en fiebre y desmayos, dejándose llevar por una conducta desconocida producida por los enigmas del corazón y de la luna; en resumidas cuentas la conquisto declarándosele argumentada y alocadamente meses después de conocerla, con la vida dependiendo de ello. Los hechos fueron confusos esa noche, él solo recordaría que fue la mejor de su vida pues fue ella quien lo invitó a bailar a la azotea.

Fueron las épocas memorables de su vida como una luz en un desierto de vanos recuerdos, ella y su extrovertida naturaleza, sus arranques de graciosa locura en los lugares públicos de una ciudad muda y parsimoniosa pues solían hacer el amor en sus días de descanso, ella la insaciable mas adorable y él atrapado en sus labios de mujer amante y artista, no existió otro pensamiento en su mente que el de su sonrisa y su mirada, su aroma y su alegría, abrazándose desnudos por las tardes de amor en los antiguos cuartos de alquiler con vista al mar, durante aquellos deslumbrantes ocasos de sol de aquel magnífico verano.

Pero cierta noche la encontró amando con desmesurada excitación a un alegre marinero trotamundos que llego una noche de bohemia a arrebatársela a la primera mirada y a la primera palabra.

Aquel invierno trajo consigo lagrimas y un dolor tan desmesurado como el llanto nocturno en sus noches en vela, mirando las estrellas, deseando amanecer entre los muertos y soñando alegrías frente al ocaso del sol en pesadillas, la quiso tanto que el mundo se le hizo una lágrima y el alma pura tristeza de la impresión, la abrazo en pensamientos bajo la lluvia, le susurro amor ante la estampida de las gaviotas en sueños, en resumidas cuentas prefirió amarla a odiarla aunque el dolor de aquel amargo recuerdo le estuviera desgarrando el corazón. Esa misma tarde abandonó todo y partió deseando que el olvido se apiadase de él. Nunca mas la volvio a ver.