Cada recoveco de esta ciudad tiene su historia, cada esquina es un mudo testigo de orinadas clandestinas, amantes fogosos, asaltos que no se mencionan en la prensa, pero que más de alguna vez vimos en vivo y en directo.
Santiago, a mi parecer, es la unión de cuatro ciudades hecha una a la fuerza, cada cual con su lenguaje propio, su modo de vivir y sus leyes tácitas. Esas cuatro ciudades serían el Sector Oriente, el mundo del egoísmo y de la envidia, el reino del silencio donde todo se calla por miedo a que te señalen; la Zona Sur Oriente (desde Ñuñoa hasta Puente Alto y de Macul a Peñalolén) donde la sobrepoblación hace estragos en la confianza de sus habitantes con cada vez más frustración juvenil; la Zona Sur (Santiago hasta San Bernardo y desde San Joaquín a Cerrillos) donde la marginalidad de todo tipo llega a casi el Far West, en algunos casos, una ciudad que no esta siendo consumida por las drogas, sino que ya fue aceptada y dominada, llegando a considerarla parte del entorno; finalmente el Norte (excluyendo a Maipú, donde a mi parecer esa comuna le dio la espalda a una ciudad que la acogió y que más encima le sobreexige; como le digo yo el Estados Unidos de Santiago), donde las realidades chocan al punto de desplazar una a otra, los ricos se apropian de zonas antes despreciadas por no haber nada allí y ahora compran como si fuera una venta de papas en la feria.
Es este enorme y poderoso contraste el que hace de Santiago la ciudad más oscura y excitante, un ser vivo que muestra dos caras, de día nos da lo que uno necesita, y de noche lo que tú quieras. Santiago de noche es realmente poderoso, su oscuridad es mas profunda que la del campo, donde sólo te asustan historias del diablo a caballo, aquí son prostitutas, asesinos, taxistas esquizofrénicos, pandillas de todo tipo que sólo las ves de día si es que tu quieres ver...
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