Con la luz de una sola vela basta para mirar mejor. Es necesario romper con la oscuridad infinita que envuelve y confunde; muchas veces uno se auto convence que es lo mejor para los aprendizajes y las experiencias pero, ¡por dios!, ¡qué feo es manotear el vacío!
A veces la sonrisa puede ser una luz, un abrazo o un beso, una invitación, un gesto, una referencia, saber que algo me trae en el recuerdo de alguien. Todo vale la pena para mostrarle al espacio las bondades indiscutibles de la iluminación: la pureza, la calidez.
Además la oscuridad siempre viene asociada con la soledad y la tristeza; abriendo un poco las cortinas, la monotonía y la monocromía del ambiente en verdad se transforma. El detalle es poético, esencial y terriblemente poderoso.
Es cierto que a veces la soledad parece tener mayor poder, cuando ésta se alce en pose invencible sobre nuestra alma, hay que gritar “¡hágase la luz!”…y el amor, chorree los escritorios también.