A todo ese vaivén. inspirado en él. gracias Mario
Me gusta tu ombligo, que siento que es el mío. Un ombligo perfecto y redondo, fino. Cuando lo miro, adivino que es tu vientre fiel, esa coraza sin remedio, el fin de mi sepulcro. Algo que algún día tendrá dentro mi mundo, tu mundo, la mirada callada de los dos, tu ojo derecho y mi iris izquierdo, tu semblanza posiblemente, tus remedios. Me gusta tu ombligo, perla de mi perdición, entrada de mis abismos. Me gusta tu ombligo que acaricio, beso y muerdo, lanzando al aire tus gemidos, que al igual que tu ombligo, ya los siento míos, como toda tú, como todo yo. Como aquella vez en que la Biblia narraban lo del fruto prohibido. Así sos para mí, un sortilegio. Mi magia, mi hechizo, mi salvación. Le doy gracias en todo momento al señor por haberte creado a mi medida, a mi altura. Estás hecha para mí.
No estoy hecha para ti, ni mi ombligo, ni mi codo, ni mis muslos, ni mi carne se han creado para que tu la goces. Mi padre tuvo puntería. Por eso me tienes aquí a tu altura, a tu medida, aun cuando esa medida sea un simple hueso, aun cuando esa medida sea un centímetro o diez millas. Quién sabe, nunca he sido buena para las aproximaciones ni para los conjuros, quizás sí para derribar los muros que te impedían estar aquí. Si me tienes como tu sortilegio, es que nunca has vivido, más bien has nacido en un mundo miserable en donde encuentras mis carencias afables.
Eso es lo que vos piensas. Sin más ni más, te das ideas y te planteas indiferencias. Pero sé muy bien que en fondo, estás tan atada a ti como yo estoy atado a tu ombligo tu cordón umbilical. Es raro que me digas eso cuando yo sé que tus muslos, tus codos, tus rodillas sólo yo las siento y palpo. Y cuando miro al vacío, y me doy cuenta de ello, pienso en que hay vida en otros planetas, y si no la hay no me importa, yo estoy con vos, con tu cuerpo, tus hechizos que recuerdo y la mirada que nos conjuga como dos simples masas humanas. Cuando estás conmigo no te niego ni persigo simplemente dejo de soñarte despierto.
¿De qué mundo me hablas? Si en este mundo, como tú dices, sólo existen el tuyo y el mío.
Una soledad sin testigos en que me amas a ciegas y aún así creo que más que mi cuerpo te conformas con mi ombligo. Te amo tanto que no resisto tu presencia en la mía. Que te encuentres a mi lado mientras yo estoy dormida. Me besas cuando no vivo. Y cuando de ello me doy cuenta me lleno de rabia por no haberlo sentido. Si me vez culpable en estos momentos es sólo por ello, es porque deliro. Me gusta mi delirio, me has vuelto tan rara que no sé si cuando no te tengo te extraño a ti o a mí. La antigua yo. La que existía como siempre de un lado a otro, de aquí para allá. Ahora me has vuelto una inútil desde que estamos juntos te molesta hasta el aire que respiro, mi exhalación, mis suspiros.
Tus suspiros son mi alivio, no los odio ni detesto, no los olvido. Representan todo un monumento a todo mi tiempo de estancia con vos. Soy brillante en tu momento, en tu recuerdo en donde quiera que yo pueda existir y tu pienses en que existo. Así me siento más tranquilo pensando en que no nos vendemos falsedades ni cosas de ese tipo. Así sabemos que somos nosotros y no unos impostores.
Eso es lo que pienso, tú lo has dicho, no hace falta que te recuerde que tu cabeza es la mía, y que coincidimos en pensamientos y sentimientos, en constantes enfrentamientos residimos en nuestro encuentro pero no me gusta que hables mal de mí. Pues el día en que yo no esté, más, esas palabras serán cenizas y las cenizas silencios. Abrásame.
Te abrazo ahora y no te suelto, regreso a mi instante y me alejo muy lento. No me pierdas de vista que soy un simple reflejo que se esfumará algún día. Yo sé que ese futuro no es lo que cuenta, que es, más que nada, la presencia que al estar aquí nos deja aquel castigo, nuestra penitencia. ¿Te he confesado mis penurias, mentiras y caprichos? Vos perteneces a los últimos. Me encapricho si no te veo y cuando te tengo inverosímil te ojeo.
Yo en cambio, cuando estás a mi lado y te presentas tal cual vos, no te miro, sólo te siento. Antes de que se aproxime el futuro y nos deje muy lejos de aquí, de allá, de todo lugar en el que te recuerdo. No me puedo reír del pasado y el presente es tan incierto como es incierto lo que creo, mis creencias, mis ideas, no sé si estoy en lo correcto, amándote a ciegas, con mi cielo nublado. Y tu voz que estalla, tus músculos durísimos, ese sexo oculto. Te amo o te necesito, te quiero o te deseo. Es difícil comprenderlo. Cuando te miro
Y te acaricio, como vos haces con mi ombligo. No es a ti a quien toco cuando es tu espalda. En el caso de ella es tu trabajo con el que me topo. Es a él al que añoro y pienso en lo pesado de la jornada, en lo duro del día y sobre todo en lo que haces por mí. Por que nada falte ni sobre, estemos bien. Estemos sanos, estemos así.
Yo también pienso en otras cosas, me agradan tus silencios y tus pechos pequeños como de adolescente castigada por la pubertad. Son ternura en su más pura expresión, son aguas dulces, carisma, soporte, vida, pasión. Son mi tesoro y más que eso. Tu pezón tan en el centro, tu pezón tan sensible, cuando lo toco es como tocar otro ojo, con el que me observas hacer calamidades, ternuras y un sin fin de cosas, que te agradan. Lo toco y siento su extrema suavidad y palpo una piel muy lisa y sé que te conozco centímetro a centímetro. Luego mi lengua te calla, te baña en saliva. Dame un beso
Yo te doy un beso, tu dame otra vez esas caricias, dame tus manos para que yo las manipule a placer. Dame de nuevo todo tu cuerpo. – dijo ella
Dame de nuevo tu cuerpo – le contestó.
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