VANIDAD ESPECULAR

Me encanta mirarlos, pues los aborrezco.
Mi deleite es buscarme entre ustedes y no encontrarme, pues me repelen.
Mi disfrute es saber que están ahí, del otro lado, en ese territorio insípido, mientras yo floto por estos desiertos de arenas y nieves, solo. Vanidoso. Vanidad.

Yo soy de sangre y de carne, y esa sangre y esa carne es innegable. Los míos no son ustedes, los míos soy yo mismo, mi protoser, lo que estaba antes cuando aun esperaba amarme, mi historia escrita en huesos. Los míos me enseñaron el orgullo y la vanidad, la mirada dura y los ojos como duras líneas que enjuician. Me repelen. Los míos soy yo mismo y son mis propias facetas, en los míos de mi carne me descubro disperso. Me regocijo descubriendo mis fragmentos en ellos, tan diversos. Pero solo yo soy el integrador de mis carnes y mis sangres. Yo soy yo.

Ustedes se sientan mirando en la dirección del tiempo y del movimiento: quieren soñar que avanzan, quieren ver que avanzan. Preguntan si lloverá. Yo me siento y los observo a ustedes porque me repelen, y le doy la espalda al avance y al tiempo porque sé que me muevo en el devenir arrollador y no necesito mis ojos para ver su avance perfecto. Aun sin verlos los desprecio. Soy la lluvia y quiero caer sobre el mundo y empaparlos.

Los que he elegido como míos soy yo mismo, soy mi espíritu, mis pensamientos y mi dios, mis dioses. Me adoro en ellos y me rindo culto en su añoranza. Los míos del espíritu son mi disgregación en un crisol roto lleno de fuegos, en torrentes que se reúnen, son el diálogo con mi yo. Se mantienen como planetas y satélites en su órbita, sin ser completamente yo lo son. Carecen de mi vanidad y me acusan, como espejo bruñido a suaves y lentos golpes. El espejo es de acero y no puede ser roto por mi perecedera mano. Yo los he elegido por eso y mi reflejo soy yo mismo.

Ustedes hurgan sus bolsillos y buscan sus moneditas de cobre, sus papeles gastados e insignificantes, sus firmas borrosas. Se afanan y sufren porque un personaje ficticio sufre básicamente en una pantallita multicolor. Necesitan vivir esas vidas proyectadas y falsas porque necesitan que vivan sus vidas por ustedes. Buscan superficies que proyecten sus días en arriendo con una nitidez filosa y en colores tan reales que se vuelven una farsa. Yo me vivo a mi mismo, vivo a los míos y si mi tedio vanidoso se encapricha puedo vivirlos también a ustedes. No busco ni el cobre ni el oro porque se que esta vida es más que un tiempo y un lugar, mi carne, mi sangre. Y porque sé que el dinero los envilece y mi vanidad es lo único que debe envilecerme. Y mi orgullo. El orgullo de mi vanidad.

Los míos del amor están fuera de mí y son mi hedonismo. Los amo porque soy yo mismo y porque me proyectan más lejos y me dibujan una sonrisa en la cara aunque la negase. Los amo porque mi sangre se alborota y quiere perpetuarse en ellos, y mi espíritu y mis dioses quieren derramarse en el tiempo a través de ellos. Los elegí de entre ustedes y de entre la carne, pero ahora soy yo y son más. Los dejo crecer porque en ellos crezco. Soy vil y ellos me aman. Me amo. Los acepté porque me eligieron y supe que debía dejarme escoger. No me dejarán partir y no los dejaré escapar porque son los más míos. Y me pertenezco en ellos. Por ellos seré sangre y hueso de otro y me amaré por siempre en su fuerza y su victoria. El me amará. Mi recuerdo se perpetuará y en él mi vanidad. Me amaré por la eternidad en los míos del amor hecho carne.

Ustedes mirarán el suelo y yo miraré sus nucas. La vanidad me consumirá.
Me giraré y descubriré a otro observándome.
El tendrá a los suyos y me mirará como a la nada.
Yo seré el polvo.
Yo seré ustedes en él.
Me encuentro en ustedes.
Me aborrezco.