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EL JARDÍN
Pancho López
I
Han podado las acacias
El sol penetra
hasta el ínfimo rincón
En esa cópula bárbara
perecerán las azucenas
II
Aquí en Huetzotzinco
el jardín
del príncipe tlazcalteca
Más allá florece
en corazones la batalla
Aquí los atabales
no convocan a la sangre
nutricia de los dioses
Aquí demarcan el círculo
evocador de la palabra
Allá se debaten los hombres
atenazados por la amenaza
vengativa de la Deidad
Aquí resuena el reproche
de Nezahualcoyotl
por su orfandad
Allá el reiterado sacrificio
en territorios de obsidiana
Aquí el interrogante
la búsqueda en el lugar
de la cala y el colibrí
III
En el jardín
mis palabras
no descifran
los enigmas
IV
Si un árabe llegó hasta allí
si es que alguna vez
hasta allí llegara un árabe
se habría sacudido la arena
y olvidado el tambor del viento
azotando la jaima solitaria
el Edén de su Libro seria
ese verde rincón del cuidador
de la Alhambra
V
En noches invernales
la escarcha suele
cobijarse en mi jardín
VI
Es unos barrotes
hincados en los huesos
y una sombra sórdida
del inframundo
Detrás del muro
se amotinan aromas
de hierba segada
y una rosa nueva
VII
Del surtidor una gota
rítmica y leve
las margaritas en hilera
y el banco en aquella
esquina húmeda
como tu beso
VIII
Un hotel de Estación
suelo que cruje
cama rehecha
armario que guarda
anécdotas olvidadas
habitación de espacio
suficiente
Caen sus prendas
como hojas otoñales
y se encienden las yemas
al tacto angustioso
de las primeras caricias
Las nervaduras buscan
el musgo lúbrico
en las cavidades
y la puja violenta estalla
en brotes que atraviesan
todas las paredes
El tren pita
y la pareja se eterniza
entrelazada
en su soledad perfecta
El tren reclama
desandan la escalera
arriba quedan
humores indelebles
ya no habrá retorno
no vuelven la mirada
El tren se aleja
Eva le ha dejado
un beso de lágrimas
en la palma de la mano
IX
Desde el Jardín
cuando escampa
se divisan las estrellas
X
Mármol bronce
responsos epitafios
flores naturales
y de las otras
Pusieron tanto ahínco
en perdurar
que por el camino
se les anduvo
muriendo la vida
XI
Cuando lloras
en mi jardín
las achiras se embeben
en tus lágrimas
XII
Gentes de peluca talco
y lunar provocador
empeñadas en perpetuo
juego de gallina ciega
Gentes con sombrillas y sirvientes
por las sinuosidades sin fin
simulando perderse desearse
permanecer en algún recodo
seguir pendiendo
de una flor inexistente
Gentes sin percibir
el rumor crecido
de esas otras gentes
ni la plaza empedrada
ni el acero afilado
más allá del laberinto
XIII
En mi jardín
han anidado
las calandrias
XIV
Caín traza el surco
en línea recta
y va sumando paralelas
hasta lograr un cuadro
de límites precisos
La caída del agua requiere
pendiente de ángulo mezquino
para que no arrastre la simiente
Carpe los bordos
con perfil de triángulo
equilátero
De a poco va labrando
su huerto poliédrico
lo sueña como un círculo
y en el mero centro
la mano del hombre
Es ahí cuando irrumpe
John Wayne
pisotea los surcos
desbarata el almácigo
y lo asesina por la espalda
de un tiro certero
pues no podrá jamás
comprender la geometría
XV
La rosa de los vientos
desde del jardín
susurra utopías
a los caminantes
XVI
Entonces Epicuro
planta un jardín
en el acá de su destierro
aire fuego tierra agua
sus elementos esenciales
No es seguro que pase
un arroyo
pero puede escucharse
el rumoroso silencio
del cosmos
El maestro camina al ocaso
y recoge los inicios perdidos
en cada llegada
Sobre la grama descansa
la dueña de todos los arcanos
Epicuro la penetra viril
y se disuelve en sueños
El jardín padece
una sed insaciable
Yo acerco al viejo maestro
un puñado de agua
para acaso ayudarle
XVII
No te abandones
en mi jardín
o también
pues aquí está
todo permitido.
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Texto agregado el 05-12-2003, y leído por 259
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