La responsabilidad del hecho era innegable, mis manos cubiertas de sangre seca me lo recordaban.
- No te asustes, solo quiero conversar.-
Saca un encendedor de plata sin ningún diseño, salvo una leve marca al lado posterior. Enciendo un cigarrillo y lo coloca en mi boca, un sabor ácido se queda en mis labios, mientras el humo logra confundir levemente las ideas engañosas que hablan de soluciones inverosímiles.
- Me pregunto si ese dolor y pena que tanto te embargan podría encontrarlas en su rostro, de seguro que no.-
Coloca la mano frente a su cara y con el dedo índice se golpea suavemente entre sus ojos, mientras su silueta forma un cuadro perfecto de la imagen que te tengo del lugar.
- He visto tu forma de caminar, he observado tu manera de hablar, te he visto pasar por la avenida mirando con asco este sombrío y húmedo callejón, sin embargo, cuan cómodo para ti es ahora.-
Podría golpearlo, podría herirlo, hasta podría matarlo, y aún así no habría catarsis. De haber estado cualquiera sí. Un farol rojo que parecía hace tiempo apagado se enciende de forma intermitente, mientras él limpia la dentadura con su lengua y estira su mano…
- Buenas noches.-
- Hola.-