- "¿Pedile disculpas a mi novia por haberla puteado!", me dijo con un tono demandante.
-“¿Su novia?”, pensé, mientras mis ojos se rebosaban de lagrimas.
Como me exigía pedirle perdón a una mujer, que resultaba ser su novia, después de haber pasado la semana más maravillosa que había tenido en años.
-“Pedirle perdón yo a ella?”,le pregunte con voz alterada. Tranquila pero con coraje le dije: “Yo a ella no tengo porque pedirle perdón, pues veras no le he dicho nada, por lo tanto Jairo, vete al infierno!”.
Fue el grito más lleno de odio que pudo haber salido de mi, que mujer tan elegante y tan exquisita. “Que elegancia, ni que exquisitez” pensé pues que me iban a importar en ese momento mis modales, después de tan desagradable e inoportuno hecho.
Pero con esa misma elegancia mi corazón y mi mente se llenaron de tanto odio, que lo primero que pude hacer fue agarrar lo primero que vi a mi alcance. Para su desgracia no fue un jarrón ni un vaso lo que agarre, sino un cuchillo. Que peligro poner tan mortal arma en manos de una mujer engañada. No fue mas, salte encima de el y sin pensarlo dos veces, clave el cuchillo en su abdomen.
- “Maldita seas mujer!”, me grito empujándome fuertemente hacia la pared de la cocina. Aun mas llena de furia me levante y corrí directo hacia él, apuntando mi afilado y mortífero cuchillo a su corazón.
- "L, l .l….Lucia” murmuro, antes de caer velozmente muerto en el piso. Mire hacia todos lados y había sangre por doquier. Rápidamente, agarre el cuchillo y lo limpie para no dejar una sola huella que pudiera implicarme de tan atroz acto.
Así mismo, agarro mi bolso y de rodillas suelto el cuchillo en su pecho diciendo:
“Nunca subestimes el poder de una mujer enamorada…”
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