Aníbal, un hombre de 40 años, vestido de traje camina relajadamente por una galería de cuadros, se acerca a uno de ellos, lo examina detalladamente por toda su extensión, y fija su mirada en un rincón de él, donde se ve sentada una anciana en un banco lejano en una plaza. Acerca el rostro, y entrecierra un ojo con un gesto de escepticismo, extrae una lupa de un bolsillo interior del saco, y enfoca a la mujer. Su respiración acelera, y una sonrisa comienza a formarse en su rostro. Saca su teléfono celular, intenta hacer un llamado pero advierte que la señal es muy baja, aceleradamente se dirige hacia fuera del establecimiento chocándose con alguna que otra persona. Llama a alguien desde su teléfono celular: “¡La encontré! Vení ya para el museo primavera, trae el maletín.” Aníbal, entra de vuelta al museo, y aguarda en un banco enfrentado al cuadro que examinó hace instantes. Liborio, otro hombre muy parecido a Aníbal llega al museo con un maletín de acero en la mano, se dirige hacia él, le da una palmada en la espalda y le pregunta ansioso que ha descubierto, Aníbal no responde, y le dice que deben apurarse a buscar al artista, que más tarde le explicará. Ambos recorren el museo aceleradamente hasta llegar a una puerta, la cual golpean repetidas veces hasta que un hombre sale de la habitación y les pregunta que los lleva por allí. Aníbal, le pide al hombre que le diga de donde extrajo la imagen del cuadro, el hombre se inquieta y se niega a concederles su favor, se violenta, revela estar buscando lo mismo hace mucho tiempo, y amenaza con llamar al personal de seguridad. Liborio y Aníbal al ver que no son ellos los únicos que participan de tal osadía se atropellan contra el hombre, Aníbal le pide a Liborio que le de el maletín, Aníbal lo abre dejando caer montones de fragmentos de hojas de revistas y libros que exhiben a la misma anciana de diferentes perspectivas y diferentes lugares, el hombre enloquece, se tira de rodillas al suelo, y ambiciosamente empieza a recoger las imágenes desperdigadas, Liborio promete al hombre dárselas todas si colabora y les otorga la única imagen que les falta, el hombre revolcado en el suelo abrazando las imágenes extrae una fotografía de su bolsillo que proyecta la misma imagen que el cuadro pero en blanco y negro, forcejea un poco antes de dársela hasta que finalmente se la entrega a Liborio.
Aníbal y Liborio salen alborotados del museo hasta llegar a una plaza, rastrean toda la zona, hasta que Aníbal queda inmóvil frente a un banco, llama a Liborio haciendo un gesto con la mano, este se acerca y también queda inmóvil mirando el banco. Luego de un tiempo de silencio, Aníbal rompe el hielo y dice: Wow… ¿pensar que estuvo acá, no? Liborio con lágrimas en los ojos, solo se atreve a decir en voz baja: Solo nos queda encontrarla a ella.