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Caracas es como una herida sobre el mapa por los ojos que observan desde el cielo. en los días despejados si se mira hacia arriba a veces se ve un destello blanco brillar como un enojo vuelto pintura poema o canción de un golpe que te tumba y por radiación de explosión que te arrasa la conciencia en un instante te reconoces a ti mismo como un muerto más. Te das cuenta eventualmente poco a poco que cinco de cada cien de sus habitantes te sonríen o te lanzan miradas cómplices cuando caminas estupefacto por doquier cuando no tienes nada que hacer porque lo has abandonado todo porque eres un muerto más víctima de los destellos que te tumban desde el cielo y te arrasan tu conciencia viva como una explosión nuclear. En medio de la herida hay una llaga supurante que divide la ciudad en dos y que a veces sirve para arrojar cadáveres que flotan en su curso y que es imposible saber a dónde van a parar porque a veces se hunden como si hubiesen finalmente tomado un ascensor en descenso como esos chicos guapos que salen de la oficina mamados después de haberen sido explotados sin explosiones dignas de mención después de las seis. Bordeando la ciudad hay una costra horrorosa que a veces da la impresión de que no desea dejar de crecer y que marca el límite de esta horrorosa infección, la llaga que divide al infección a veces se los lleva según opinión de algunos no en suficiente cantidad. Hay intentos de remedio, pequeñas curitas que más que sangrar parecieran no querer más que mal adornar y por eso suscitan una rabia sulfurante como la que produce la duda entre lo verdadero y lo falso, lo correcto y lo incorrecto, lo que está bien o está mal, lo que está bien pero luce mal o lo que está mal pero luce bien. Ruedan destellos en la carne sangre infección infecta infectada desde hace siglos de anterioridad hasta hallarse uno en el instante presente destellando tambores de anterioridad como indígenas que brotan de la tierra apoderándose de nuestros cuerpos borrando la ceguera de lo que pasó dando lugar a la locura de sentir lo que pasó en un acto de conciencia inyectado desde afuera por un Dios sin patria malparido en propia piel.

Caracas se viste de noche en intento vano por cubrir su vergüenza con estrellas fugaces cruzando su cielo como fallidos dardos de borrachos que no saben ya herir la herida más. Así pasa una hora y cinco tiros almados suben al cielo a reclamar en el nombre del Padre y del Hijo y curas borrachos y sonrojados ni se enteran porque abrieron un nuevo burdel por teléfono o internet y la chica de rodillas recibe la bendición de Dios y espera la paga para poder terminar de estudiar cruzando la calle con un dulce velo de corrupción que deja una estela plagada de estrellas vistas desde el espacio sideral.

Un hombre monstruo se levanta en la calle vestido de negro porque la noche ya ha caído sobre él una vez diez mil veces y no aguanta los golpes crujiendo los huesos como un tronco leñoso castigado por lo que vuela en el viento que muy bien pudiera ser algo aquí bajo tu piel en este momento.

Cae la herida despegada del cuerpo como intento fallido de Dios santo que estás en el cielo que se vengue tu Reino amén que aquí nada podemos hacer.
Ojos grises contemplan paralizados y un hombre broma esta noche murió y una mujer sonrisa apareció santificado tu vientre bla bla bla y se cambian los botones del control del televisor y no hay nada que ver ni berber


Texto agregado el 20-03-2006, y leído por 93 visitantes. (0 votos)


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