Tarde es en la nueva estación, sí. En la nueva estación de esta vida contemplativa y serena en días como hoy. El mar y sus olas provocan un estruendo espeluznante y genial, al mismo tiempo que el movimiento de las ventanas delata la total cercanía de este cuarto hacía él. Es tarde, la brisa nocturna entra suave por mi ventana, llena los espacios y eriza cada uno de los poros de mi rostro. Mis pies perciben la sensación y un electrizante, sutil y suave golpe recorre mi cuerpo. La pesadez de este, me impide levantarme de la cama para terminar con este espectáculo, más bien me acurruca el sonido de las aguas saladas, imponente y necesario, junto a esa mezcla de lavanda y océano que cada vez más inunda cada rincón de esta escena. Escucho los suspiros inconscientes al mismo tiempo que tengo la sensación de aún estar durmiendo, consciente, atento a cada uno de los sonidos que emana ese grandioso universo azul, cristalino y tenaz.
Por un momento cierro los ojos e imagino que estoy tendido en aquellas arenas blancas, siento que me abrazan al mismo tiempo que comienzo a flotar… Sí, pues mi cabeza inicia un rítmico vaivén perdida en esas imágenes creadas, asumidas, intensas. Son tan perfectas, que es imposible creer que estoy ahí.
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