HISTORIA DE DOS CIUDADES
Leningrado y San Petersburgo
He aquí la historia de dos ciudades, con nombres tan distintos. La ciudad de Pedro el Grande y la ciudad de Lenin, el revolucionario.¿Qué ladrillos, qué base gigantesca, marmórea, insertada en la negra tierra rusa, qué raíces tan monstruosas podrían afrontar semejante peso histórico? Ciudad confusa, nocturna siempre, irremediablemente triste, infinitamente melancólica, que escribe su pasado, con la temblorosa mano del presente, porque no sabe dónde ir, ciudad donde los muertos al anochecer, se filtran a través de las piedras gastadas del piso mojado de los viejos palacios quejumbrosos y aúllan extrañas melodías, ruedan por las calles, pasajes y perspectivas, se cuelan por las puertas de hierro y se disparan por los huecos abiertos al aire frío del Neva.
Ciudad de dos caras. Y, se me ocurre, que las dos caras conviven junto con los ciudadanos que, agobiados por tanta historia, a veces, cuando asoma el buen tiempo y el Neva se despereza y sus puentes se levantan lentamente, a eso de las dos de la madrugada, se acercan a su río y levantan sus copas de champán, o de la ruin vodka o de la más barata cerveza, e intentan despejarse para afrontar otro día de trabajo.
Porque al otro día, hay que seguir.
Y caminar por los bellos canales de Pedro, construidos por miles de prisioneros suecos y soldados rusos, para hacerlos a semejanza de Ámsterdam, su ciudad preferida. Pedro cae en cuenta que éste es el lugar para refundar el Imperio. Aquí es donde éste renace y luego muere. Lenin, por su parte, vuelve del exilio a la estación de trenes, llamada Finlandia, en la Isla de Viborg. Allí lo espera una multitud, y comienza la historia que dará la vuelta al mundo.
El sector histórico de San Petersburgo esta repleto de hermosos palacios, comenzando por el de Invierno. Bajo la arcada del enorme edificio en forma de herradura, que enfrenta al Palacio, hay una gran bóveda en forma de arco bajo la cual se concentraron los revolucionarios para tomar el poder. La idea de la ciudad, su configuración y buena parte de sus palacios y avenidas se deben a arquitectos italianos franceses y rusos. La Perspectiva Moskovitsky, es, por el contrario, un buen modelo de arquitectura soviética, con sus edificios grises y sin gracia, que se acumulan uno detrás de otro, en orden terrible, simétrico. Esa era la salida usada comúnmente por los carruajes del Zar y la Corte para ir a sus palacios en las afueras de la ciudad.
San Petersburgo fue amenazada varias veces con intentos de copamiento por parte de las tropas suecas.
Leningrado fue sitiada por los nazis durante novecientos días.
Aquí vivieron Chaikovky, Dovtoiesky, Gogol, Turguenev, Gorki, Puskhin.
Rimsky Korsakov fue el primer Director de la Academia de Música.
Aquí dieron sus primeros pasos de baile la Ulanova, Nureyev, Nijinski.
El Instituto donde Pavlov hacía sus experimentos con los perros está en la Isla Vasilievski, allí también están los laboratorios de la Universidad donde Mendeleiev desarrolló su extraordinaria Tabla Periódica.
Shostakovich fue amado y repudiado por el régimen soviético, alternativamente.
Diderot, en sus últimos años vivió en un pequeño palacio subvencionado por Catalina, que adquirió toda su colección, así como la de Voltaire.
Jhon Reed y Louise Bryant paraban en el Astoria en los días de la Revolución, muy cerca de la Iglesia de San Isaacs, cúpula cuyo diseño sirvió como copia del Capitolio en Washington, aunque sin la capa de laminas de oro que la recubre. Y la lista sigue, interminable, repetida, en las dos ciudades que, en las noches de invierno, se miran recelosas, auscultándose, observándose.Y la gente, camina como puede entre estos monstruos, y trata de olvidar. A veces es imposible. Porque todo está tan cerca, es tan palpable, que parecería que nada esta cerrado. La situación es más que extraña. Porque al mismo tiempo, las dos ciudades se reivindican a sí mismas, cosa imposible.
Los palacios, los monumentos, los canales, las fortalezas, las catedrales, las academias, corresponden a una ciudad.
El carácter de la gente, el Metro, el acorazado Aurora, las estatuas de Lenin, la Universidad, el Parque de la Dictadura del Proletariado, el Smolny, los homenajes a los caídos, el sitio, la resistencia, corresponden a la otra ciudad.
El resultado es el de una tristeza y una melancolía agobiantes.
Estas dos ciudades coinciden con un estado preciso del alma.
La gente, por su parte, hace lo que puede, por eso en los días soleados se muestra excesivamente alegre, para disimular su constante tristeza. Y todo el mundo sale a pasear por la Nevsky. Y cuando anochece y se vuelve a los edificios de apartamentos, o a los canales, es para emborracharse y quedarse mirando fijamente las aguas que pasan imperturbables o para enamorarse perdidamente bajo esta melancolía que nos termina de invadir al fin del día. Es por eso, que, algunos, a veces, nos acercamos al Neva a pedirle ayuda, para decirle a las dos caras que basta ya, que queremos vivir en paz. Y el Neva vuelve a desperezarse y a levantar sus puentes porque sabe que al otro día hay que seguir, y caminar, caminar por estos bellos canales, con las manos en los bolsillos…
Donnarumma, Samuel Domingo : Chiche
San Petersburgo, 2006
-1ra. entrega-
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