En la cumbre del cerro se encontraba el tigre, solitario y triste, se encontraba mirando el atardecer y sus pensamientos estaban llenos de dudas y decisiones.
Se encontraba tan agobiado de la vida que ya no quería ni siquiera cazar su alimento.
El tigre estaba mirando el atardecer, cuando hacerlo a lo lejos vio una figura que se acercaba. Era una joven gacela que se dirigía al estanque que estaba cercano al cerro.
Por su parte, al momento de llegar la gacela a dicho estanque, se sintió observada y dirigió su mirada al tigre. Ella pensó en huir, pero su curiosidad pudo más y con sigilo se hacerlo al que siempre ha sido su depredador.
Al ver que este no se movía se acerco a tal punto que llegaron estar uno al lado del otro.
- ¿Por que te acercas a mí?, le pregunto el tigre a la gacela. ¿No crees que te puedo comer?.
- No lo creo, respondió el otro animal. Puesto que parece que a ti te pasa algo.
- Sí, así es, dijo el tigre. Ya estoy cansado de esta vida llena de miserias, de sufrimiento y tristeza, no quiero cazar, no quiero comer, solo deseo morir.
- ¿Por qué?, pregunto nuevamente la gacela.
- El tigre la miro con compasión y le respondió. La vida es dura y no es nada fácil. He perdido desde amigos hasta mi familia, he dañado a animales inocentes para alimentarme, eliminando sus jóvenes vidas para siempre.
- La gacela lo miro con enojo y le grito. ¡Cobarde, eres un cobarde! Ya que te lamentas de tu desgracia, mírame a mi, no puedo estar nunca tranquila, puesto que uno de los tuyos en cualquier momento me puede comer. Alégrate de vivir, ya que es el más preciado regalo que el supremo hacedor nos puede conceder.
Luego de estas palabras la gacela se fue corriendo, perdiéndose por entre la maleza.
Moraleja: Jamás te des por vencido ante los avatares de la vida y nunca te lamentes por algo que hayas hecho, siempre y cuando no dañes a otros.
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