Se puso la máscara recordando una infancia de juegos y bromas, de carnavales y risas. Se miró en el espejo y no pudo por menos sonreír era divertido volver a ser otra persona, huir un momento de la tediosa realidad de todos los días. Se puso el resto del disfraz y salió a la calle, se subió al auto y condujo hasta el centro de la ciudad, se metió en un parking subterráneo, se mezcló con aquel gentío alborotador y festivo, se dejó contagiar por la alegría que envolvía la atmósfera y comenzó a bailar entre desconocidos en un pasacalles multicolor. Entró en bares ,bebió con desconocidos, cantó, rió, se divirtió y disfrutó de la noche; se olvidó de quien era y se dejó llevar por la fiesta.
Después de varias horas se sentó a descansar en un banco y se quedó en el dormitando, estaba plácidamente soñando con que aquella alegría no se acabara nunca y no tener que volver a la rutina de cada día cuando oyó el estruendo, dos coches habían chocado provocando inmediatamente una colisión multiple de otros vehículos. El sobresalto le hizo levantarse como si tuviese un resorte, rápidamente se acercó al accidente y se puso a mirar a los heridos, recorrió los distintos vehículos observando la situación de los ocupantes, como una exhalación iba de un lado a otro sin parar de contemplar aquel dantesco espectáculo; estaba comprobando las constantes vitales de uno de los heridos cuando éste le agarró del brazo, incorporándose dolorosamente el hombre le preguntó si era grave, su silencio hizo que el miedo invadiese el corazón de aquel individuo cuyas entrañas sobresalía de su roto disfraz de payaso, con mano temblorosa acercó la mano a la cara y le quitó la máscara, en un estertor que quería haber sido grito contempló su rostro. Con cansancio se despojó del resto del disfraz y comenzó a trabajar.
El descanso de la Muerte había acabado.
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