AGRU - XUBUR
En el comienzo de la eternidad, antes de que se formara el mundo como lo conocemos ahora. En el tiempo anterior al tiempo, antes de la aparición de la humanidad, antes de la vida misma. Cuando las llamaradas de los volcanes emergían desde el fondo de la tierra como vertientes de agua dulce. Solo existían los padres de la Tierra: el Sol y la Luna, Shammash y Nanna.
Tuvieron cuatro hijos que gobernaron la Tierra, que fueron los dioses de los elementos; cada uno de ellos luchó por la hegemonía de su poder sobre el planeta. Batallas catatónoicas ocurrieron, que desataron los más violentos ciclones, cada lucha remeció las rocas y amenazó con destruir al mundo.
Shammash impuso orden y se reunieron en el lugar más alto de la esfera terrestre para arreglar la situación y, bajo el arbitrio del espíritu, Uddú, repartieron sus espacios de dominio terrenal.
Badur, la diosa del agua, ocupó los lugares bajos de la superficie terrestre, y allí estableció su reino.
Ago, el dios del fuego, se arrinconó en el centro de la Tierra, y allí estableció su reino.
Anna, la diosa del aire, extendió sus moléculas haciéndose liviana, envolvió el globo, y allí estableció su reino.
Kyo, el dios de la tierra, tomó todo lo que sobró entre agua y aire, y allí estableció su reino.
Así vivieron estos dioses durante miles y miles de años, cada cual ejercía potestad sobre su reino, en paz y haciendo crecer la vida en su espacio. Hasta que apareció un elemento desconocido.
Se reveló por el mundo otro dios, que en realidad era una diosa, desconocida para todos, incluso para Sammash. Su nombre era Ishtar y era invisible para ellos, no la veían, pero la sentían.
Valiéndose de su condición Ishtar invadió todos los reinos y se incrustó en el cuerpo de cada uno de los dioses, haciéndolos sentir débiles, estos no sabían que hacer y cada uno trató de defender su reino.
Esa pequeña diosa invisible, los invadía con una fuerza extraña que los obligaba a abandonar sus rincones y a relacionarse entre ellos, a sentirse atraídos el uno por el otro.
Fue así como, en uno de los ataques de Ishtar, la diosa Badur, se fusionó con Kyo, se poseyeron durante años y siglos, tanto que cada parte de uno se presentó en el otro. Sobre la tierra se veían fuentes de agua y en el fondo del mar aparecían montañas.
Inexplicablemente, producto de esta unión apareció otro dios, que nació en sus cuerpos, pero no tenía la misma magnificencia de sus padres, fue un dios menor. Su nombre: Agru - Xubur.
Esta nueva deidad poseía, sin embargo, las cualidades de ellos, y podía perfectamente vivir tanto en el agua como en la tierra, y como fue concebido bajo la obligación de la diosa Ishtar, poseía también cualidades de aquella, por lo que desde niño comenzó a experimentar ese extraño sentimiento que le hacía sentir atracción por otros dioses y fue así como se apasionó por la Luna.
Corría por las tierras y nadaba por los mares, pero cuando Nanna aparecía en su forma más excelsa (redonda y blanca, llena; dominadora de todas las fuerzas gravitacionales de la Tierra) le observaba pacientemente durante toda la noche. Cuando creció, su pasión no se limitó solo a la observación de la esfera luminosa, sino pasó a sentir una atracción pasional hacia ella, se masturbaba con su presencia, anhelando poder volar, poder llegar hasta ella. Maldecía el no haber sido hijo de la diosa del aire.
Una noche mientras Agru – Xubur se masturbaba, observando a la Luna, palideció al ver que esta se oscurecía. Paulatinamente le abandonó la luminosidad hasta que quedó completamente cegada, era un eclipse: en el cielo no quedó más que una esfera café que suponía la presencia de Nanna, mientras una mujer vestida de blanco bajaba hasta su lado. Era Sin, el espíritu de la Luna, quien venía a ofrecérsele.
Se tendió Sin, sobre el mar y se fusionó con Agru - Xubur durante lo que duró la noche. Se desataron oleajes increíbles y la tierra se sacudió con fuerzas, los dioses estaban furiosos, mas no pudieron a impedir nada. La unión duró semanas y meses, años y décadas, la noche se hizo eterna; y la esfera café de la Luna comenzaba a desaparecer, se extinguía el último vestigio de Nanna en el aire.
Sin había pasado demasiado tiempo en la Tierra, y estaba siendo parte de ella.
Voló hacia el cielo, sin aun haberse desprendido de Agru – Xubur, pero en el aire se separaron, el hijo del dios de la tierra en ese momento eyaculaba, descargaba los fluidos más elementales de su esencia y de su herencia. Cayó velozmente hacia el mar mientras su esperma se disgregaba por el firmamento, quedando esparcidas por todo el universo sin lograr fertilizar a Sin, el espíritu de la Luna...
Fue así como se crearon las estrellas, las nebulosas y los cometas, siendo estos últimos, espermios que aun buscan a la princesa para fertilizarla, y así crear un reino entre Agua, Tierra y Aire, en donde el hombre, aparte de nadar y caminar podrá también volar...
ANDRÉS QUEZADA May. 2003
Inspirado en el eclipse lunar de la noche del 14 – 15 de Mayo del 2003.
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