Pensar que amé hasta su quinto bostezo de noche.
Los verdes campos donde pisaron sus pies.
Las manos apretando mis flores.
Sus tonalidades tiernas de primavera sin tiempo.

Pensar que amé el pequeño reloj en su muñeca.
Y ese corto tiempo donde lo miraba era eterno.
Porque lo amaba, porque lo amé, porque sentí.

Pensar que lo amé, pensar que no pensé en aquello
Que me ilimitaba a veces de sus sueños sin causa
En una cama desierta, silenciosa.

Pensar que amé su figura interminable
De joven que tropieza en tristezas
De palabras mudas.
De nuestros palpitares tiesos.