Llegaba del trabajo cubierto de heridas, de esas que duelen a solas y a escondidas... Vi en la puerta de una casa el rostro de un amigo, le dije aquello que poco se dice: eres un amigo... Este sonrió como un tonto, y luego me dio un trompazo... Perdí la razón pero no el perdón Cuando desperté me dijeron que este amigo estaba muerto, tan muerto como este poema... Me paré y ya en la calle escupí hacia el cielo... y como esos lobos con luna llena empecé a aullar este poema... San isidro, marzo de 2006
Texto agregado el 18-03-2006, y leído por 498 visitantes. (6 votos)