Siempre me pongo a pensar en el tiempo como un abismo infinito que rige sobre mi vida.
El otro día cuando caminaba por la calle me detuve a observar a las personas, a sus caras, cuerpos, movimientos y gestos. Es increíble como en vez de verlos a ellos veo el tiempo, el cruel y violento paso del tiempo. Los viejos con su mover lento y con pliegues en su piel, esa erosión asquerosa por los minutos, horas y días que han vivido desde el día en que nacieron. A los niños, con su mirada inocente y picara que denota su mínima existencia y a los jóvenes con sus actitudes rebeldes y maneras “liberales”, con ese brillo joviales sus ojos. Inclusive miraba las vidrieras y lo único que podía pensar era en como el tiempo lo desgasta todo, lo roe, lo pudre, lo convierte en nada; pensaba que todo aquello que pasaba ante mis ojos era tan solo victimas y mas victimas del tiempo.
A veces me pregunto si vale la pena vivir. Si no es mas fácil quedarme en mi casa leyendo un buen libro y viendo el tiempo pasar para todo lo que reste de mi vida; de todas maneras los años harán de mi lo mismo que si hubiera tenido una vida activa. Todas y cada una de las moléculas y células de mi cuerpo irán muriendo lentamente en un letargo casi infinito devastándome por completo.
Él, con su cuerpo invisible y mirada de relojes, haría de mis entrañas polvo y de mis huesos tierra, llevándose consigo hasta el ultimo suspiro de mi alma. Su cómplice, el viento se encargaría de desparramarme por el mundo entre ráfagas de hombres, mujeres, niños, animales sin vida y objetos devastados; buscando mas victimas del terrible tiempo para llevarlas al infinito, donde los segundos, minutos ni horas existirían y tan solo seriamos parte de la nada.
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