Emilio, el escritor y su muerte
Cuando la noche ya caía, él se encontraba en la pieza, algo agitado, no sabía en qué pensar sólo la miraba y quería explotar, ese silencio le estaba escarbando las entrañas, no soportaba el que le mirasen como si no entendiera las miradas, como si nunca en su vida hubiera podido entender las cosas que la gente le susurraba al oído, al espejo ni a la mente.
Su vecino se la había traído para poder cortar el... que quiso comer, aquello le robaba la mirada, el miedo y las ganas de callar. Oyó pasos al fondo del pasillo ¿Qué hacer?
La tomó y salió de la maldita pieza que le atrapó por siete años de locura insoportable, esas voces le molestaron desde pequeño y no se le alejaron a pesar de comer o beber pastillas pequeñas, grandes y en diferentes dosis. Agradeció la oscuridad porque sería ella la testigo de la paciencia extinta y la cólera desatada.
La vio. Como siempre estaba sentada mirando quién sabe qué en silencio, parecía morir, pero a él no le gustaba la forma de hablar ni de mirarle, él sabía que era viuda y que su madre padecía del cáncer, sólo que nadie en ese lugar se dio cuenta de aquello, estaban ensimismados en los encerrados y nunca supieron cuan locos estaban ellos mismos...
Sacó el cuchillo y cuando oyó el grito desgarrado del filo escapando de la joven espalda, la volteó para mirarle en los ojos y juzgar la pérdida de brillo, arrebató la suya vida también y cayó al suelo. Vio cómo el mundo se aterraba por la muerte del escritor que soñó era un loca que asesinó a su doctor, escuchó el llanto de la mujer con cáncer y que a su hija perdió, pero nunca supo de su amor que en la calle de un banco le abandonó.
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