Duerme pequeña, despierta en mí. Cada día en mi hombro...cada maldito momento. Recoges las espinas y las pones en mis manos. Pero no te preocupes, no las apretaré por tí, lo haré porque duele, y el dolor me libera.
Cómo morir sin ver tierra, cómo ser gusano sin vomitar. Y resbalas, te vienes y vas y te sumerges y vuelas, vuelas, vuelas, velas, velas que iluminan mi patio, nunca lo sembré, nunca fue verde...quería ser bello por ti. Hiedra muerta, paja destruida, hasta donde puedo llegar. Las luces son más bellas desde arriba, pero acá no existe arriba, no hay posibilidad de retorno incólume, porque no hay subida, no puedo rodar.
Dónde te escondes, dónde habitas que no mueres, y dónde te puedo mostrar mi sombra. Me carcomo día a día, mar amargo. Sal como puedas de mí...rescatar tu boca finita y posesa.
Continuo hacia abajo y no veo el suelo. Sin embargo arriba las estrellas me encandilan. El primer amor es el espejo, y nunca me gustaron.
Rasgar mis vestiduras en un intento fútil por redimirme, expulsarme, eyectarme, eyacularme. Incendiosa necesidad de tí. Y cuál es tu arma sino desarmarme en resecas maneras de morderme.
Te visita un espejismo y piensas que soy yo, te alimenta un temblor que no cesa de exculpar.
Para soñar, Morfeo necesitaba pastillas...¡Cómo es posible tanta maravilla!